El anuncio de su candidatura llega en un momento crítico: los colombianos están hartos de la clase política y el futuro del acuerdo de paz está en riesgo.
BOGOTÁ — Ingrid Betancourt, excongresista y quien fue mantenida como rehén por la guerrilla y llegó a simbolizar tanto la brutalidad del largo conflicto en Colombia como de los esfuerzos de reconciliación del país, se postulará a la presidencia, dijo el martes.
Betancourt entra en una campaña presidencial muy abierta en un momento en el que Colombia está en una determinante encrucijada política y social.
Cuando fue secuestrada hace 20 años, Betancourt estaba haciendo campaña para el mismo cargo. Ahora, dijo, el país se enfrenta al mismo “sistema corrupto” y “maquinarias politiqueras” que ella combatió entonces.
“Hoy estoy aquí para terminar lo que empecé”, dijo en un estrado en un hotel del centro de Bogotá, la capital del país, acompañada por sus aliados.
Betancourt, quien fue capturada en 2002 y retenida durante más de seis años por la mayor fuerza guerrillera del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, anunció su candidatura a las elecciones de mayo mientras el país enfrenta enormes desafíos.
Tras más de 50 años de guerra, el gobierno y el grupo rebelde, conocido como las Farc, firmaron un acuerdo de paz en 2016. Pero, desde entonces, una oleada de otros grupos armados ha irrumpido en el vacío y seguido combatiendo.
La violencia ha aumentado en algunas zonas rurales y los críticos han culpado al gobierno por no invertir lo suficiente para abordar la desigualdad y la pobreza que han contribuido a impusar la guerra, como se había comprometido a hacer en el acuerdo de paz.
Muchos colombianos están hartos del statu quo político, un sentimiento que estalló en la esfera pública en mayo del año pasado, cuando miles de personas salieron a las calles durante más de un mes para protestar por las penurias que solo empeoraron con la pandemia.
Tras sus años de cautiverio —en los que a veces estuvo encadenada— Betancourt ha apoyado el proceso de paz y también ha criticado a las Farc, convirtiéndose en un símbolo de los intentos nacionales de reconocer los costos de la guerra, pero también de superarla.
Sergio Guzmán, un analista de Bogotá, llamó a Betancourt la “candidata de la reconciliación” del país.
En una entrevista con el Times el año pasado, Betancourt calificó el acuerdo de paz como “una ventana, una oportunidad generacional, de salir de la locura violenta en la cual hemos vivido toda nuestra vida”.
La cuestión, dijo Guzmán, es si eso es lo que quieren los colombianos.
“Todas nuestras elecciones han sido miedo, esperanza y odio”, continuó. “Ninguna elección se ha disputado sobre la base de la compasión y la reconciliación”.
Hay un descontento generalizado con el actual presidente, Iván Duque, quien es un producto del poder político tradicional de derecha del país, mientras que un populista de izquierda, Gustavo Petro, lidera las encuestas en medio de una ola izquierdista y opuesta a quienes están en el poder que se extiende por América Latina.
“¿Puede Ingrid convertirse en un bálsamo para esas emociones negativas predominantes que estamos sintiendo en este momento?”, dijo Guzmán. “No lo sé. Esa es una de las cosas que nos va a decir su candidatura”.
Pero para ganar impulso entre los votantes, dijo, “tiene que vender la idea de que la reconciliación es mejor que el populismo”.
Aunque Betancourt es ampliamente conocida en todo el país, una victoria en mayo no es ni mucho menos segura.
En este momento hay más de 20 aspirantes a la presidencia, y la mayoría de los más conocidos se agrupan en tres coaliciones: una de izquierda, encabezada por Petro; una de centro, a la que se une Betancourt; y una de derecha, cuyos miembros se consideran los abanderados del gobierno actual.
Para llegar a las elecciones de mayo, Betancourt tendría que ganar las primarias de marzo, en las que competiría con otros candidatos de centro, como Alejandro Gaviria, exministro de Salud y hasta hace poco rector de una prestigiosa universidad.
Guzmán señaló que Betancourt se incorporó a la campaña tarde en el calendario electoral y calificó su candidatura como “una medida desesperada”.
Colombia nunca ha tenido una mujer en la presidencia, y Betancourt es una de las cuatro candidatas de las tres principales coaliciones.
La candidata más destacada hasta el momento ha sido Francia Márquez, una joven política afrocolombiana y activista medioambiental que también es víctima de la guerra.
Márquez, quien se ha unido a la coalición de la izquierda, se ha distinguido no solo por su identidad —la política colombiana ha estado dominada por hombres blancos y ricos—, sino por su franca adhesión a la política feminista y su disposición a criticar a Petro.
Betancourt es hija de una política y de un político y diplomático colombianos, y posteriormente obtuvo la nacionalidad francesa a través de su primer marido.
En 2002, tras su paso por el Congreso, Betancourt se lanzó a la campaña presidencial como integrante del Partido Verde Oxígeno, un movimiento político joven de filosofía pacifista, ecologista y anticorrupción. El 23 de febrero de 2002, cuando se dirigía a un acto de campaña en la ciudad de San Vicente del Caguán, fue detenida en un control de carretera y tomada como rehén por las Farc.
Durante sus años de cautiverio en la selva, fue tratada brutalmente e intentó escapar en repetidas ocasiones, experiencias que relató en su libro No hay silencio que no termine.
Fue rescatada por el gobierno colombiano y, con los años, se ha convertido en la víctima más conocida del país. Pero también ha sido objeto de críticas: de quienes dicen que ha restado atención a víctimas más pobres y menos conocidas, y de otros que la han criticado por pedir una indemnización al gobierno colombiano tras su cautiverio y rescate.
Betancourt vive desde hace años en Francia y regresó a Colombia hace apenas unos meses. En su discurso de campaña, se refirió directamente a las críticas de que el traslado estaba diseñado para obtener un beneficio político personal.
“He vuelto en busca del mayor beneficio político”, dijo, “que todos tengamos una verdadera democracia”.
El anuncio de su campaña no dice mucho sobre sus propuestas políticas, más allá de las repetidas promesas de luchar contra la corrupción y de abordar el impacto de la violencia en el país.
“Mi historia es la historia de todos los colombianos”, dijo.
En un país de más de 50 millones de habitantes, nueve millones están registrados en el gobierno como víctimas del conflicto.
“Mientras las Farc nos esclavizaba a mí y a mis compañeros, los cárteles de la droga, los violentos y los políticos corruptos han estado esclavizando a cada uno de ustedes”, continuó.
“Vamos a salir de esta cultura mafiosa, mentirosa, violenta y vamos a aprender de nuevo a ser ciudadanos libres”.
Sofía Villamil colaboró con la reportería.
Julie Turkewitz es jefa del buró de los Andes, que abarca Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a América del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubrió el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz
THE NEW YORK TIMES
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