Después de varios intentos frustrados finalmente se concretó la Cumbre de Presidentes del Mercosur en Caracas. Definitivamente lejos de su objetivo fundacional esencialmente de comercio, ratificó su actualidad de foro político para recoger declaraciones de presidentes con afinidad ideológica, quienes culminaron su reunión con declaraciones de comité de base.
Hubo varias que integran una típica retórica de lugares comunes, pero hubo otras decididamente infelices. Ya nada nos sorprende de nuestra política exterior ideologizada, que supuso un cambio sustancial de proximidad hacia países poco afines, por la única razón de su comunidad ideológica de hoy, determinando así una diplomacia de ocasión, lejos de intereses nacionales supremos determinados por una política de Estado, como había mantenido desde hacía mucho nuestro país, prestigiado en el mundo por eso mismo. Sin ninguna declaración relevante sobre lo comercial -sería imposible dadas las políticas de encierro de Venezuela o Argentina- las restantes contienen, por ejemplo, afirmaciones sobre la caza de cetáceos, la protección de la Pacha Mama, o -cuándo no- sobre el cambio climático. Hasta allí, los comunicados califican a los que los firman pero no molestan demasiado. El problema empieza cuando se ingresa decididamente en lo político ideológico. Así por ejemplo, se designa a Hugo Chávez ciudadano ilustre del Mercosur, un presidente con inclinaciones autoritarias que, como afirma Karl Popper en “La Sociedad Abierta y sus Enemigos”, usan la democracia para llegar al poder, para luego ir destruyéndola hasta transformarla en una autocracia.
Hay también una serie de saludos políticos a la presencia china en la región, que nunca debieron sobrepasar lo comercial, para convertirse en afirmaciones contra Occidente. De esta manera el Mercosur propicia a China como poder alternativo a Occidente, agraviando pertenencias seculares. Y se confía angelicalmente en esta nación para contraponerla, por ejemplo, al Banco Mundial, al Fondo Monetario, confiando en un banco chino manejado por chinos, la posibilidad de financiar gobiernos populares con criterios solidarios. Da pena.
Aparece nuevamente la agricultura familiar de importante crecimiento institucional, concepto absolutamente hueco y diferente según los países, usado cada vez más para justificar excepciones al crecimiento del comercio agrícola en el cual tenemos intereses sustantivos: otro error grave. Asimismo agravian la representación de todos los uruguayos, las expresiones de antisemitismo subrayadas especialmente por nuestro canciller, que proceden también de esa valoración ideológica del mundo, según la cual Israel representa a la derecha y Hamas -una organización terrorista que propone la desaparición de Israel- a los intereses populares de izquierda. Sin desconocer el derecho de todos a tener patria y a la paz, sin juzgar cuáles bombas son justificadas -hacerlo desde aquí o desde Caracas es poco serio-, los planteos antisemíticos son una barbaridad procedente de aquel maniqueísmo de ridícula superficialidad.
Y queda el tema de Argentina. Nuestra solidaridad es total con ese pueblo pero no con sus gobiernos populistas -poco amigos de Uruguay- responsables totales de la situación actual. Debe recordarse que no hay buitres sin deuda, no hay deuda sin déficit, y no hay déficit sin conductas irresponsables de gasto. Después de haber arreglado una deuda por el 30% de su valor, de no pagar durante largo tiempo a los holdouts, tampoco al Club de París o al Ciadi, y menos aún a Repsol, afirmar como hacen los presidentes, que se trata de un país que “realiza puntualmente los pagos” es no solo un chiste, sino una afirmación fuera de lugar. No corresponde a los presidentes laudar en ese tema, no nos representan para eso. Y aún mucho menos para convalidar indirectamente agravios al funcionamiento de la Justicia en Estados Unidos, o para hacer juicios morales sobre el mercado secundario de deuda, cuya existencia posibilita transacciones de otra forma impensables. Es este gobierno popular y progresista, que festeja la malvinización del tema de la deuda, el que será responsable asimismo, de la desaparición del crédito doméstico, de una recesión de 3 puntos, de una inflación de más del 30, y de una situación social de incierto pronóstico para los próximos meses.
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