Fuente: http://estrategiaspnl.com
Unos de los sentimientos más frecuentes en el ser humano es el del enojo. Existen personas que parecen que viven constantemente en este estado, y por supuesto son con las cuales no quisiéramos estar y les sacamos la vuelta. Pero la verdad es que todos nos enojamos en ocasiones por algo que alguien nos hace, según nuestra percepción, por algo que no nos hacen, o por algo que nosotros mismos hicimos o dejamos de hacer.
El sentir enojo o ira es normal. La respuesta que le damos a este sentimiento es lo que marca la gran diferencia. Aquí el gran problema puede ser que cada vez que nos enojamos, nos dejemos llevar en automático por este sentimiento y no seamos capaces de ver más allá de nuestras narices, pues le damos el poder a algún hecho ocurrido en nuestro entorno, que nos empieza a hacer sentir como una olla a presión a punto de explotar, lo cuál nos está impidiendo ver más allá de nuestras narices. Muy a menudo el enojo se acompaña de pensamientos de venganza y esto nos puede llevar a humillar, criticar, juzgar peyorativamente, ofender, fastidiar y hasta a odiar a otra persona, sintiendo culpa por ello, o haciéndonos cada vez menos humanos e incapaces de convivir en el mundo, pues nos vamos encasillando en un caparazón blindado donde no dejamos penetrar a nadie y nos empezamos a aislar de la realidad y a vivir en el infierno.
Las consecuencias de nuestro enojo, dependiendo del grado que manejemos, pueden llegar a ser muy importantes. Por ejemplo, si en el trabajo el jefe, la secretaria o algún empleado hace algo que me molesta y me causa enojo, si yo no soy capaz de manejarlo, puedo trasladar este sentimiento a mi casa con mis hijos, mi esposa, mi madre, etc., causando un deterioro en las relaciones familiares, y organizando una guerra donde no hay necesidad, ya que estoy haciendo que paguen justos por pecadores. O al revés, si el enojo es en casa, me lo llevo al trabajo, y ahí es donde yo lo exteriorizo, provocando conflictos con mis compañeros, mi jefe o mis subalternos que no van a llevar a nada bueno.
En el ámbito de la salud, el enojo, al igual que cualquier otro sentimiento negativo nos hace daño repercutiendo en nuestro bienestar físico ya que la química de nuestro organismo pierde el equilibrio, y nuestro cuerpo empieza a descargar adrenalina y cortisol para recuperarlo. Las descargas frecuentes de estas substancias deterioran el sistema inmunológico entre otras cosas, por lo que somos presas fáciles de enfermedades tales como gastritis, dermatitis, colitis o síntomas desagradables como dolor de cabeza que puede convertirse a la larga en migraña. ¿Conoces a alguien que está constantemente enfermo? Observa qué clase de carácter tiene, seguramente no ha podido manejar algún sentimiento negativo en su vida, no necesariamente es el enojo, pero es el tema que nos ocupa por ahora.
La cuestión es ¿qué puedo hacer yo contra el enojo? Aprender a manejarlo, ya que muchas veces a lo largo de nuestra vida puede estar presente, pues como decíamos arriba, no es malo sentirlo, sino lo importante es la respuesta que le demos en ese momento y en los siguientes.
Para poder manejarlo, lo primero que tengo que decirme es ¿para qué me sirve el enojo en estos momentos? ¿Qué me estoy diciendo ante esto? ¿Es bueno para mí y para mi entorno? ¿Qué consecuencias puede tener si no lo manejo? Yo sé que alguien pensará “esto es imposible” ¿Cómo tener la sangre fría de pensar así? Bueno pues quiero decirte que es posible si tú quieres y estas convencido que el enojo no te sirve y te ha acarreado problemas en tu vida, o que quizá tu salud se ha deteriorado.
El poder sobre los sentimientos lo tenemos nosotros, una de las técnicas más eficaces para poder manejarlos es la respiración (véase el artículo El Arte de la Respiración). Una respiración profunda acompañada de la pregunta ¿para qué?, es altamente efectiva. Otro recurso es el manejo del lenguaje (véase artículo La Importancia del Lenguaje Asertivo). Por ejemplo si yo me siento muy enojado, en ese momento después de unas tres respiraciones profundas acompañadas del ¿para qué? puedo empezar a decirme “me siento enojado, pero yo puedo manejar esto” y esto impedirá que la tensión se acumule dentro de mí. También es recomendable, de alguna manera exteriorizar el sentimiento pidiendo a los que se encuentran a mi alrededor que me den unos minutos para calmarme y recuperar mi armonía, ya que estoy enojado o molesto con lo que pasó, de tal manera que las personas no se sorprenderán si manifiesto un arranque súbito y probablemente me darán tiempo, ya que les estoy siendo partícipes de mis sentimientos. Esta comunicación es muy importante, también cuando llevo algo de ese enojo a otro ambiente como el familiar, si somos capaces de decir “vengo enojado en este momento, por favor denme unos minutos para relajarme”, seguramente tendremos una respuesta más favorable, a la que podemos provocar con nuestro enojo, sin hablarlo y manifestándolo solamente.
Programación Neurolingüística nos dice que todos tenemos los recursos necesarios a cada momento. Esto quiere decir, que si somos conscientes de esto, somos capaces de manejar situaciones y sentimientos que nos afectan negativamente.
Ante un enojo que no puedes manejar, haz lo siguiente:
1.- Respira profundamente 2 o 3 veces cerrando tus ojos
2.- Explora tu cuerpo y date cuenta en qué parte se encuentra básicamente este enojo, generalmente se encuentra en pecho, plexo solar, o vientre
3.- Ahora que lo tienes localizado, ponle un color negro, como si fuera un humo negro que se instaló en ese lugar
4.- Empieza a respirar profundamente, dándote cuenta cómo va saliendo cada vez que exhalas
5.- Continúa hasta que este sentimiento se haya calmado o desaparecido de tu cuerpo
6.- Ahora siente la tranquilidad y la paz en tu cuerpo por unos segundos y date cuenta de que tú puedes tener el control sobre tus sentimientos
7.- Abre tus ojos y observa al mundo que te rodea desde otro punto de vista más amable, aceptando el hecho de que ninguna persona puede hacerte enojar
Después de haber hecho este ejercicio, que es muy fácil ya que se puede hacer en cuestión de pocos minutos, por ejemplo retirándose al baño o a algún lugar donde puedas estar sólo, regresa a la persona que te hizo enojar y, si es buen momento, en el que la otra persona esté calmada, dile qué te enojó o enfadó de su actitud o comentario. Explícale el porqué y probablemente te sorprenderás de la respuesta, ya que lo más seguro fue que interpretaste mal su actitud y sus motivos, o quizás ella está arrepentida por haber sido tan intempestiva y agradece la oportunidad de poder disculparse.
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