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Tomado del Nuevo Herald

ANDRÉS OPPENHEIMER AOPPENHEIMER@ELNUEVOHERALD.COM

Muchos analistas coinciden en que la humillante derrota de 7 a 1 sufrida por Brasil ante Alemania y el decepcionante cuarto puesto de la Seleçao en la Copa del Mundo ha creado un clima de desesperanza sin precedentes en Brasil, que aumentará las posibilidades de que la presidenta Dilma Rousseff pierda las elecciones de octubre. Sin embargo, hay varias razones para creer que Rousseff logrará capear el temporal y triunfar en la segunda vuelta.

 

Poco después de que Brasil fuera demolido por el equipo alemán en uno de los resultados más sorprendentes de la historia del fútbol, el país entró en un estado de shock. Aún antes de que terminara el partido, cuando Alemania estaba ganando 5 a 0, algunos hinchas brasileños comenzaron a entonar cánticos contra Rousseff, y a subir fotos a Twitter en las que se veía a la presidenta subiendo las escalinatas de un helicóptero, como si estuviera huyendo del país.

 

Aunque en el pasado los resultados adversos en las Copas del Mundo no han afectado las elecciones en Brasil, casi todos los analistas brasileños coinciden en que este año la situación es diferente. La selección brasileña nunca antes sufrió una derrota tan aplastante en las etapas finales de una Copa del Mundo, y —más importante aún—nunca antes sufrió tal humillación jugando de local.

 

En medio de la depresión nacional que se vive, ya están resurgiendo las voces de protesta que se escucharon antes de la Copa del Mundo sobre el enorme despilfarro y la corrupción gubernamental que han rodeado a la construcción de los estadios mundialistas.

 

Además de estar enojados con el gobierno por haber gastado $11,000 millones de dólares en estadios y otras obras que en muchos casos no servirán de mucho —varias ciudades brasileñas, incluyendo la capital, han construido gigantescos estadios que permanecerán semi vacíos después de la Copa del Mundo—, en vez de mejorar la educación y los servicios de salud, los brasileños están impacientes por una economía estancada que solo crecerá alrededor del 1% este año.

 

Incluso antes del Mundial, una encuesta del Pew Research Center concluyó “que el ánimo nacional en Brasil es sombrío”, y que el 72% de los brasileños estaban insatisfechos con la manera en que iban las cosas en su país.

 

Pero hay varias razones para creer que Rousseff, quien según las encuestas anteriores al Mundial tenía casi el 40% del voto, aún podrá ganar su reelección, probablemente en la segunda vuelta.

 

En primer lugar, Rousseff tiene previsto recibir a 15 jefes de Estado —incluyendo los líderes de China, Rusia, Alemania, Sudáfrica y de varios países latinoamericanos para la final de la Copa del Mundo—y luego para la cumbre del 15 de julio de los BRICS, el grupo de potencias emergentes constituido por China, Rusia, Sudáfrica, India y Brasil.

 

Esto le permitirá a Rousseff proyectar una imagen “presidencial”, y presentarse ante el pueblo brasileño como una líder mundial, con lo que podrá empezar a despegarse de la memoria del Mundial. Sus reuniones con los líderes de China, Rusia, India y Alemania le ayudarán a cambiar la agenda, y a referirse al Mundial como algo del pasado.

 

En segundo lugar, Rousseff dispondrá del doble de tiempo gratis en televisión que sus rivales. Según el sistema electoral del país, que concede tiempo televisivo gratuito a los partidos políticos, la coalición de izquierda de Rousseff tendrá 11,5 minutos de los bloques de propaganda gratuita de 25 minutos darios, mientras su rival más próximo, el centrista Aécio Neves, tendrá un bloque de apenas dos minutos.

 

En tercer lugar, el reciente anuncio de Rousseff de que aumentará los subsidios del programa social Bolsa Familia le ayudará a que salgan a votar a su favor unas 15 millones de las familias más pobres de Brasil. El gobernante Partido de los Trabajadores ya ha iniciado una campaña afirmando que los opositores de Rousseff anularían el programa Bolsa Familia, algo que los rivales de Rousseff han desmentido.

 

En cuarto lugar, aunque Rousseff no es una líder carismática, tiene el activo respaldo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien pese a su polémica política exterior, que respalda a algunas de las peores dictaduras del mundo, sigue siendo muy popular en Brasil.

 

“Si sacáramos a Lula de la ecuación, Dilma (Rousseff) ya estaría políticamente muerta”, me dijo el analista político brasileño Paulo Rabello de Castro.

 

Mi opinión: Si las posibilidades de Rousseff de ganar la reelección eran del 60% o 70% antes de la debacle futbolística de la semana pasada, ahora diría que son del 51%. Será muy difícil que gane por goleada. Será una elección más reñida de lo que parecía antes de la Copa, pero —por ahora— lo más probable es que todavía gane por un pelo.

 

 


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