Javier Milei es un economista y político argentino que cautiva a los jóvenes. Lea esta crónica del cierre de la campaña electoral al que asistieron unas 10.000 personas.
«Milei tiene rock», cuenta a EFE Joaquín, un joven estudiante de Administración de empresas, que lleva cuatro horas esperando para ingresar al pabellón donde el precandidato Javier Milei, de La Libertad Avanza, cierra su campaña para las primarias del pasado domingo. Esa es la premisa de este ‘pibe’ para elegir al próximo presidente de Argentina.
Faltan pocos para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), una especie de termómetro que callará las encuestas, los espacios publicitarios y las internas políticas para definir quiénes seguirán en carrera para las generales del 22 de octubre.
«Milei va a acabar con esta casta corrupta que está arraigada al bolsillo de la gente trabajadora y se beneficia con nuestros impuestos en vez de invertirlo en generar más trabajo y por eso lo voy a votar», espeta Joaquín, mientras acomoda su gorra con la leyenda: «Milei 2023. La única solución».
«Estoy harto de las mismas caras de siempre», agrega. Jóvenes como él, desencantados con la clase dirigente argentina que, dividida mayoritariamente entre el peronismo y las coaliciones de centroderecha formadas a lo largo de los años para destronar al primero, no han conseguido generar soluciones de fondo.
Argentina sufre desde hace más de una década una inflación galopante, desajustes fiscales y una moneda depreciada día a día, mientras sus ciudadanos miran el valor del dólar estadounidense como única salvación económica.
Milei es un economista de ideología liberal, que empezó a ganar popularidad por sus discursos radicales antisistema y «anticasta» política, reproducidos hasta el hartazgo en casi toda la prensa local y redes sociales.
Eliminar el Banco Central, dolarizar la economía y «cerrar» el Estado son algunas de las propuestas que captaron la atención de votantes que antes votaban en blanco. Este es el caso de Agustina, quien todavía no llegó a la mayoría de edad, pero convenció a toda su familia de acompañarla a lo que describía como un recital.
Envuelta en banderas de Gadsden con la frase «Don’t tread on me» («No me pises»), mete prisa a sus padres para tratar de adelantarse en la fila e intentar «conseguir mejores lugares». Mientras, sus progenitores reconocen que no son fanáticos del «peluca gritón» -como lo describen-, pero admiten cierta nostalgia de la época de la convertibilidad.
A partir de 1991, el Gobierno del ya fallecido Carlos Saúl Menem (1989-1999) trazó un plan para acabar con una inflación que rozaba el 5.000 % anual. La idea era que una unidad de peso argentino equivaliera a un dólar americano.
Esa burbuja financiera, que terminó de estallar en la crisis de 2001, permitió a la clase media trabajadora acceder a bienes y servicios que, de otra manera, sólo podían tras ahorrar durante años o mediante préstamos bancarios.
«En la época de Menem pude llevar a mi señora a conocer Europa y era taxista y este señor promete llevarnos a una situación similar; al menos lo voy a escuchar«, destaca Hernán a EFE, respecto del ídolo de su hija.
Actualmente, Hernán no sigue detrás de un volante, pero maneja su flota de taxis y afirma que tres cuartos de sus ganancias se van en impuestos. Otra de las propuestas de Milei es la austeridad en el gasto público y la baja impositiva.
Por su parte, a Agustina le gusta respirar el «espíritu joven» del ambiente libertario, los gustos musicales de sus compañeros de militancia y las ideas del «que se vayan todos y a empezar de cero».
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