Hace 20 años, Chris Moneymaker se había anotado en un torneo online que clasificaba a la Serie Mundial. Ganó casi sin darse cuenta y viajó a Nevada a disputar el certamen. Sus jugadas que se convirtieron en mito y cómo fue la vida tras el premio millonario.
A juzgar por su apellido, se podría pensar que Chris Moneymaker estaba destinado a amasar una fortuna. Sin embargo, llegó a la adultez como un hombre común. Vivía en Knoxville, Tennessee. Había tenido la infancia clásica de un chico del sur de Estados Unidos. Jugó al fútbol americano con poca suerte y estudió para contador. En la universidad se especializó en impuestos.
“Mi antepasados acuñaban monedas de plata y de oro. El nombre era originalmente Nurmacher. Y cuando llegaron a América tomaron la traducción literal y los comenzaron a llamar Moneymaker”.
Una vida sin sobresaltos
Así su vida transcurría sin demasiados sobresaltos en la pequeña localidad sureña. Su único entretenimiento era jugar al póquer con amigos una vez por semana. Se reunían en el garaje de uno de sus vecinos que sacaba su camioneta para hacer espacio. Allí entre el humo de los cigarros y algunos porrones de cerveza, Chris no hacía honor a su apellido. Disputaba los partidos con suerte despareja. Había noche que volvía contento con un par de dólares en el bolsillo y se lo podía contar feliz a su pareja. Otras veces, regresaba con el dinero justo para terminar el fin de semana hasta el próximo sueldo.
Una tarde desde el living de su casa se conectó a Internet y empezó a navegar por los diarios locales de Knoxville. Allí vio una noticia que hablaba de los sitios que permitían jugar al póquer online. Entró casi sin darse cuenta y comenzó a jugar con desconocidos a través de la web durante varias horas al día. Pese a la mayor práctica no se destacaba en la mesa de los viernes con sus amigos.
Una tarde decidió que iba a intentar suerte con el juego online. Se anotó en un torneo satélite con una apuesta inicial de 86 dólares. El premio eran unos 10.000 y la clasificación a un torneo de Serie Mundial de los que se jugaban en Las Vegas. Una especia de Mundial rodeado de celebridades y el glamour con habitaciones sin ventanas y suelos con alfombra mullidas.
Chris soñaba con lo que haría con los miles de dólares de premio. Un viaje a Miami con su familia, un cambio de auto. Jamás imaginó que muy poco tiempo después estaría codo a codo con celebridades del juego de cartas y estrellas de Hollywood que lo saludaban como si se conocieran de toda la vida.
Moneymaker recuerda la final que lo clasificó a Las Vegas. “Fue un error. Yo sólo jugaba por el dinero. Tenía en mi mente los 8.000 dólares que me darían si me quedaba con el cuarto puesto de esa final de 5 jugadores”, recuerda muchos años después ya como una celebridad del póquer.
“Pero gané esas manos de la final. Pensé en renunciar y sólo quedarme con el dinero en efectivo para el viaje a Miami que le había prometido a mi esposa – relatará años después en una entrevista con la CNN-. Un amigo me convenció de tomar el asiento, y así fue como viajé a la Serie Mundial. Y el resto es historia conocida”.
Así pasaron las manos. Chris sumaba fichas. Volvían a repartir las cartas y otra vez un as o una figura hacían lo suyo con las cartas de la mesa. Casi sin darse cuenta y por consejo de ese amigo, Moneymaker había sacado pasaje para el desierto de Nevada.
Moneymaker, rumbo a Las Vegas
Si fuera una de esas películas al estilo de las de Rocky Balboa, se vería a Moneymaker como ese hombre común del pueblo de Knoxville. Un tipo con sueños cercanos, con un amor al que conoció en los bares de Tennessee, con dos hijos que jugaban al baseball en la escuela y con el pasatiempo de jugar póquer una vez por semana con sus amigos del pueblo.
Pero hubo un año en la vida de este hombre del medio oeste estadounidense que cambiaría para siempre su vida y el futuro del póquer en ese país. Quizás su apellido (hacer dinero, en castellano) lo marcó como una señal todo el tiempo. Chris solo esperaba una oportunidad.
En 2003, Moneymaker tenía 27 años y se subió a un micro de esos que suelen parar en todos los pueblos del camino rumbo a Las Vegas. Aún no tenía dinero suficiente para pagarse un pasaje en avión. Chris miraba el paisaje desde la ventanilla del colectivo que lo llevaba hacia la gloria. Aunque esto, él no lo sabía.
Con la cabeza apoyada en el vidrio, vibraba con cada pozo de la ruta, mientras pensaba en cómo sería el hotel de Las Vegas. Si en algún momento de ese viaje pensó que podía ganar el trofeo mayor, no lo sabemos. Allí iba Moneymaker cruzando campos sembrados y esas estaciones de servicio en la que el propio conductor le carga nafta al auto.
Llegó se instaló en una de las piezas más chica del hotel y con una vista al estacionamiento con miles de autos que se replicaban a lo largo de decenas de metros. De fondo podía ver, la réplica de la Torre Eiffel. Por las noches, antes del torneo, tenía que cerrar muy bien las cortinas porque se le colaba en la habitación las luces de los neones.
Entonces, arrancó el torneo. A Moneymaker le tocaba las mesas más alejadas del centro de la escena. Las luces y las cámaras enfocaban hacia otro lado. Chris tuvo una racha ganadora arrasadora.
Mano a mano, se llevaba todo lo que estaba en juego. Con el paso de las horas le fue tomando el gustito. Jugaba con las fichas y hasta empezó a usar unos anteojos negros que le prestó una mujer que comenzó a seguir su juego y a alentarlo en cada descanso entre las partidas.
Moneymaker contra los mejores
Desde entonces, ciertas manos que jugó hasta llegar al título se convirtieron en leyenda. Una es la del color (las cinco cartas del mismo palo) con el que Chris eliminó al legendario campeón Johnny Chan.
Chan ya había triunfado varias veces en los salones de Las Vegas. Era una verdadera celebridad de este juego de cartas. Iba a todos lados con dos chicas que eran su guardia pretoriana. Llegó al partido con Chris con su gorra y sus anteojos negros. No saludó a nadie, como era su costumbre, se sentó y pidió cartas.
Esa tarde, aunque en los hoteles de Las Vegas es fácil perder la noción del tiempo por la falta de ventanas, Chan perdió una y otra vez frente a Moneymaker. Ninguno de los cálculos de cartas funcionaba frente al hombre de Tennessee. Chris estaba cada vez más cerca del premio mayor de 2 millones de dólares.
La mano definitoria Chan tenía color de corazones y perdió porque Moneymaker incluía en su color el as que es la carta más alta del juego. Así, el “hombre común” eliminó a uno de los favoritos. Ya se empezaba a hablar de él en los pasillos alfombrados del hotel de Las Vegas.
Moneymaker despachó luego al gran Phil Ivey en una última mano en la que Chris pensó que lo perdía todo. Allí ya estaba cerca del título cuando dio vuelta sus cartas y le ganó a otro favorito. El contador de Knoxville se metía entre los grandes de la baraja.
Ivey es conocido como el Tiger Woods del póquer. Ganó 10 títulos en Las Vegas y estuvo otras 9 veces en la mesa de las finales. Para hacer un paralelismo con el tenis, Chris había llegado de la clasificación y había derrotado a Rafael Nadal y Roger Federer antes de acceder a la gran final como convidado de piedra.
Tras una noche de descanso, llegó el momento de la gran final. Chris se codeaba con lo más selecto del póquer mundial. Allí, luego de varias manos en la que la suerte siguió acompañando al protagonista de esta historia, Moneymaker quedó frente a frente contra otro campeón: Sam Farha.
Farha, de origen libanés, también tenía varios títulos en su historia de jugador. Había estudiado Economía en Estados Unidos, pero se había dedicado al póquer. Era extremadamente rápido para calcular las cartas del mazo que faltaban ponerse en juego. Así podía predecir el juego de sus rivales. Sam siempre jugaba a cara descubierta y con su mirada todos le temían. Sabía con muy poco margen de error las barajas que vendrían en la mano.
La noche anterior a la final, Moneymaker, comió una pizza con una gaseosa y se acostó un par de horas. Se durmió con la TV prendida en un canal de deportes y las luces de los neones de los hoteles vecinos que entraban por su ventana.
Y tras las manos previas llegó lo que en una película de Rocky sería la pelea final. Moneymaker versus Farha. el hombre común contra un campéon experimentado. Todo se definió en lo que luego pasó a llamarse el farol del siglo.
Farha tenía un par de 9 y sabía que llevaba las de ganar. “Debes haber perdido tu proyecto de color, ¿eh?”, apuró el libanés a Chris. El hombre común ni se inmutó . Detrás de sus anteojos oscuros estaban escondidos sus ojos claros humedecidos, mientras el flequillo rubio desalineado le caía en la frente.
Entonces, Moneymaker fue “all in”, apostó todo en esa jugada. Movió todas sus fichas hacia el centro de la mesa. Farha quedó totalmente descolocado. El libanés se retiró. El locutor de ESPN, Norman Chad, describió el movimiento de Moneymaker como “el farol del siglo”.
Chris era el nuevo campeón y se alzaba de esa manera con el premio de los 2 millones de dólares.
Casi 20 años después, Moneymaker aparentemente puede recordar cada momento de esa últimas jugadas. “Cuando podías ver a un aficionado como yo hacer un farol como ese, les daba a todos la esperanza de que cualquiera puede hacerlo”, dice Chris.
“No puedes ganar un torneo de póquer sin tener suerte. Eso es sólo parte del juego. Pero también tienes que ponerte en posición para eso. Eso es lo que hace que el juego sea tan bueno. Si el mejor jugador gana todas las veces, nadie jugaría”, argumenta Chris al recordar su año más glorioso con las cartas.
Caída y resurrección de Moneymaker
Si bien los medios de comunicación pintaron una imagen glamorosa de su victoria. Como en toda historia hay un lado b.
Después de su triunfo, a Moneymaker se le ofreció un contrato de patrocinio con PokerStars, que incluía viajar y jugar torneos en vivo en todo el mundo. Si bien la decisión parecía obvia y lucrativa, su futura ex esposa se mostró mucho más renuente y no le gustó el programa de viaje, lo que finalmente lo llevó al divorcio.
Después de su divorcio, Moneymaker estaba esencialmente en bancarrota. Le quedaba poco de los 2 millones de dólares del premio.
Como una de las caras más reconocibles del póquer, reconstruyó gradualmente su patrimonio con acuerdos de patrocinio y apariciones públicas. Durante los siguientes años, viajó constantemente por el mundo. En general, su vida pasaba por jugar al póquer y salir de fiestas con estrellas de Hollywood que lo saludaban como si lo conocieran de toda la vida.
Un par de años después de su victoria, Moneymaker conoció a su segunda esposa, con la que tuvo otros 3 hijos.
Después del nacimiento de sus dos primeros hijos, Moneymaker se dio cuenta de que necesitaba cambiar su estilo de vida.
“Durante años, siempre salía después de terminar de jugar. Pero durante la última década, simplemente vuelvo a mi habitación de hotel. Dejé de fumar y ahora rara vez bebo, tal vez un poco a veces socialmente. Básicamente vuelvo a mi habitación de hotel para ver Netflix o jugar Fortnite con mi hijo. Luego me voy a la cama”, resume Chris.
En la actualidad Chris, apenas puede, vuelve a su casa de Knoxville y a jugar póquer los viernes con sus amigos del pueblo. Allí, entre mano y mano, siempre le piden que vuelva a narrar cómo fue el farol de siglo. El instante que un hombre común derrotó a los máximos campeones del póquer de Estados Unidos. Allí, termina la anécdota y recibe dos nuevas cartas. Y todo vuelve a empezar, mientras juega con el par de fichas que le quedan en su pozo.
- La nieta de Elvis Presley presentó una demanda para paralizar la subasta de la mansión Graceland - 21 de mayo de 2024
- Abinader insta a gran pacto nacional en República Dominicana - 21 de mayo de 2024
- Asamblea General reconoce mayor participación de Palestina en la ONU - 10 de mayo de 2024