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RÍO DE JANEIRO – Parece un movimiento concertado. En los últimos años se multiplicó la presencia indígena en las galerías, bienales, ferias de libros, teatro y cine en Brasil, en un reconocimiento amplio de que los pueblos originarios también producen arte y artistas.

El Museo de Arte de São Paulo (Masp) eligió 2023 como el año del arte indígena. Tres muestras ocuparon sus salas de marzo a junio.

“Mahku: mirações” reúne 108 esculturas, pinturas y diseños del Movimiento de los Artistas Huni Kunin (Mahku), sobre mitos ancestrales y visiones propiciadas por el Ayahuasca, un té alucinógeno, en el pueblo huni kunim, que tiene su hábitat en Acre, un estado brasileño de la Amazonia occidental, en la frontera con Bolivia y Perú.

Treinta y cuatro pinturas de Carmézia Emiliano, del pueblo macuxi, que vive en el norteño Roraima, estado fronterizo con Venezuela, componen otra exposición. La tercera la componen dos documentales en video sobre pinturas del cuerpo del grupo mebengokré, que vive en São Félix do Xingu en el estado amazónico y norteño de Pará.

“Estamos contrariando el arte colonizador. Es un movimiento decolonial, de ruptura con el arte estándar”: Edson Kayapó.

Una muestra internacional, “Historias indígenas”, reunirá obras de variados lenguajes artísticos de América, Oceanía y Escandinavia, del 20 de octubre hasta 25 de febrero de 2024. Tanto artistas como curadores son indígenas.

“Esas exposiciones son una gran conquista de los pueblos indígenas y también de sus aliados. Ayudan a pensar un nuevo tiempo para los pueblos indígenas”, evaluó Edson Kayapó, curador de la muestra internacional y de los videos mebengokrés.

“Estamos contrariando el arte colonizador. Es un movimiento decolonial, de ruptura con el arte estándar”, acotó a IPS el también escritor, por teléfono desde Caraiva, en el estado de Bahia, en el noreste de Brasil, donde capacita a profesores indígenas.

Edson Kayapó, escritor y curador adjunto de arte indígena del Museo de Arte de São Paulo, es uno de los artistas indígenas que se han destacado en Brasil, por sus propias obras y por sus curadurías. El también historiador capacita profesores de la enseñanza indígena en el estado nororiental de Bahia, aunque pertenece al pueblo kayapó, que tiene su hábitat en la Amazonia brasileña. Imagen: Cortesía de Antonio Carlos Ferreira Banavita

… Y también curadores indígenas

Kayapó, graduado en Historia y con doctorado en Historia Social, forma parte de la curaduría adjunta permanente de artes indígenas en el Masp, compartida con dos “parientes”, Renata Tupinambá y Cássia Karajá. Los indígenas brasileños suelen usar como apellido el nombre de sus pueblos originarios, como ocurre con esos tres curadores.

La participación indígena en las muestras, especialmente de artes plásticas, es tradicional, pero como objetos, representados en las obras de artistas reconocidos, en general blancos, es decir de origen europea.

Su propia producción “era considerada artesanía, folclore”, admitió Kayapó. Eran obras de un pueblo, impersonales o arqueológicas, temas para antropólogos y no de curadores artísticos. No se reconocían artistas individuales entre los indígenas.

La artesanía ha sido el límite en que se ha confinado en Brasil, y también en el resto del mundo, la creación de los indígenas, ante los prejuicios y estereotipos “civilizados”, sin darse visibilidad al arte que trasciende esa producción de los pueblos nativos.

Si se les reconoció el aporte religioso de su cosmovisión, pero no así la trascendencia artística, el talento personal de expresar ideas, emociones o una realidad a través de las artes plásticas, musicales, literarias o cinematográficas.

Exposición de artesanía indígena brasileña durante una conferencia internacional celebrada en Río de Janeiro. El estereotipo ha sido, y sigue siendo, que la creatividad indígena se limita a la artesanía y otras expresiones culturales “menores”, sin el talento individual para la expresión artística, estética y mágica del arte. Imagen: Mario Osava / IPS

Certificación de la bienal

Eso cambió en las últimas décadas, especialmente tras la Bienal de São Paulo de 2021. Se trata de la muestra internacional más importante de Sudamérica, que opera como una especie de certificación de la calidad artística contemporánea.

Aquella edición, la 34ª de la bienal que comenzó su andadura en 1951, seleccionó nueve artistas indígenas, cinco brasileños y otros de Chile, Colombia, Estados Unidos y Groenlandia. Fue apodada “la bienal de los indígenas”.

En este año la participación indígena brasileña se ampliará, en la muestra de septiembre a diciembre, por la presencia de colectivos de artistas, como el Mahku que ya se presentó en el Masp, y otro del pueblo yanomami, aún poco integrada a la sociedad brasileña y distribuida entre Brasil y Venezuela.

Ese es un pueblo que vive la tragedia de las invasiones mineras, estimuladas por el gobierno anterior, del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro, y causas de muertes violentas y enfermedades infecciosas.

Las exposiciones de arte indígena proliferaron en todo el país, pero especialmente en la ciudad de São Paulo, donde el gobierno del estado del mismo nombre construyó en 2022 el Museo de las Culturas Indígenas (MCI), como un centro permanente de muestras, estudios, espectáculos y diálogo interétnico.

La gestión es compartida entre la secretaria de Cultura y Economía Creativa del estado y el Consejo Aty Mirim, que reúne líderes de los distintos grupos indígenas que sobreviven en el estado de São Paulo.

Denilson Baniwa, artista visual que ganó el premio Pipa, el más importante del arte contemporáneo en Brasil, hijo de un pueblo de la cuenca del amazónico río Negro, es el curador de dos pisos del MCI, uno denominado Casa de Reza, donde se canta y se baila en devoción a los espíritus de los bosques.

Un gran tronco sobre un tapiz de hojas representa la tragedia de la deforestación. En otro piso, una serpiente gigantesca de paño simboliza el principio de la humanidad.

“No hay separación entre nosotros y la naturaleza, así lo expresa el arte indígena. Nosotros somos la naturaleza. Nuestros territorios originarios respetan la naturaleza y nuestras artes se contraponen al genocidio y al ecocidio”, resumió Edson Kayapó, también artista y curador.

La fachada del Museo de Culturas Indígenas, que tiene su sede em la ciudad brasileña de São Paulo. Es un centro de muestras, estudios y diálogo interétnico, del gobierno del estado de São Paulo, con gestión compartida con representantes de grupos indígenas. Imagen: MCI

Literatura, teatro, cine

El auge de la presencia indígena se extiende a muchos campos artísticos. Creció en la bienales del libro de Río de Janeiro y São Paulo, con fuerte concurrencia en los paneles en que hablan autores indígenas.

Libros antes considerados antropológicos, ganaron estatus literario. “La caída del cielo”, del líder yanomami David Kopenawa, escrito con el antropólogo francés Bruce Albert, se convirtió en pieza teatral, adaptado por José Celso Martinez Correa, célebre dramaturgo brasileño que murió el 6 de julio, víctima de un incendio en São Paulo.

Daniel Munduruku, que también lleva el nombre de su pueblo como apellido, graduado en Filosofía y doctor en Educación, es autor reconocido por su calidad literaria de 56 libros, la mayoría dirigida a lectores infantiles y juveniles.

Ailton Krenak, un activista decisivo para la aprobación de los derechos indígenas en la Constitución brasileña de 1988, es también un premiado escritor de libros ambientalistas. Este año adaptó a la visión indígena la ópera Guarani, basada en una novela del siglo XIX que destaca un indígena, presentado todavía “buen salvaje”.

Una generación de cineastas empieza a exhibir sus películas y videos, en general documentales sobre aspectos de la vida o tragedias indígenas. Buena parte formada por “Video en las aldeas”, un proyecto del cineasta francés Vincent Carelli, con sede en Recife, capital de la región Nordeste, que capacita jóvenes indígenas en la elaboración de sus propios filmes.

“Mundurukania”, documental sobre la resistencia del pueblo munduruku a la minería y a los grandes proyectos que amenazan sus tierras en la cuenca del amazónico río Tapajós, es dirigido por tres mujeres indígenas, Aldira Akay, Beta Munduruku y Rilcelia Akay.

Se da por hecho que tendrá una gran audiencia en su estreno en 2024, al ser coproducido por Globo, la mayor organización televisiva y de comunicación de Brasil.


“Veo oportuno ese movimiento, para que el país mire a sí mismo y entienda mejor sus raíces culturales, especialmente la Amazonia que tiene raíces profundas en la cultura indígena. Es una manera de mirar nuestra esencia y el arte visual es un medio impactante para impulsar cambios culturales”, destacó Carlysson Sena, fundador y director de Manaus Amazonia Galería de Arte.

Su galería ha sido impulsada por el Instituto Dirson Costa de Arte y Cultura (IDC), una organización no gubernamental que desde 2000 “fomenta las artes visuales con temática amazónica”. También lo hace a través de su Escuela de Arte, que ha formado a muchos artistas indígenas.

“Desde su creación el IDC tenia la visión de que el arte visual de los indígenas seria un día reconocida por el sistema de artes” e incubó la galería para que “fuese un eslab´n entre la producción de artistas formados en la escuela y el mercado”, explicó Sena a IPS desde Manaus.

El próximo proyecto del instituto es la creación del Museo del Arte e Imaginario de la Amazonia, digitalizado, que reunirá el acervo de obras de la región, incluyendo el arte indígena.

Este artículo se elaboró con los aportes de Ines Zanchetta, desde de São Paulo.

ED: EG / IPS NOTICIAS


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