Así se desprende de una investigación publicada en la revista Neurology realizada a más de 31.000 personas. Controlar los trastornos del sueño a una edad temprana puede ser una estrategia eficaz para la prevención
El insomnio es un trastorno del sueño que se caracteriza por la dificultad para conciliar el sueño, permanecer dormido o ambos, incluso si tiene tiempo suficiente y un ambiente en el dormitorio propicio para un sueño reparador.
Si el insomnio que no se trata, lo que lleva a la privación del sueño a largo plazo, está relacionado con una serie de efectos nocivos para la salud, incluida una menor calidad de vida y un mayor riesgo de abuso de sustancias, dolor crónico, enfermedades cardíacas y diabetes.
Ahora, además, un estudio -que acaba de publicarse en la revista especializada Neurology, órgano oficial de la Academia Estadounidense de Neurología– confirmó que las personas que tienen dificultades para conciliar el sueño y mantenerlo, pueden presentar hasta 51% más riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular.
La nueva investigación reveló que las personas menores de 50 años enfrentan un desafío aún mayor. Sin embargo, el estudio no confirmó una relación causal entre los síntomas del insomnio y el accidente cerebrovascular, sino que destaca una correlación entre ambos.
“Hay muchas terapias que pueden ayudar a las personas a mejorar la calidad de su sueño, por lo que determinar qué problemas conducen a un mayor riesgo de accidente cerebrovascular puede permitir el enfoque de tratamientos más tempranos o terapias conductuales para quienes tienen dificultades para dormir y reducir su riesgo de accidente cerebrovascular”, dijo uno de los autores del estudio, Wendemi Sawadogo, especialista de la Virginia Commonwealth University en Richmond y miembro de la Academia Estadounidense de Neurología.
Los hallazgos del estudio
Para la investigación se utilizó el estudio de Salud y Jubilación, una encuesta de estadounidenses mayores de 50 años y sus cónyuges, de 2002 a 2020. El relevamiento involucró a 31.126 personas con una edad promedio de 61 años. Los participantes no tenían antecedentes de accidente cerebrovascular al comienzo de la investigación.
A ellos se les hicieron cuatro preguntas sobre la frecuencia con la que tenían problemas para conciliar el sueño, dificultades para despertarse durante la noche, costumbre de despertarse demasiado temprano y no poder volver a dormirse, y con qué frecuencia se sentían descansados por la mañana al levantarse.
Las opciones de respuesta incluían “la mayor parte del tiempo”, “a veces” y “rara vez o nunca”. Las puntuaciones variaron de cero a ocho, y un número más alto significó síntomas más graves. Luego, se siguió a las personas durante un promedio de nueve años. Durante ese tiempo, se registraron 2.101 casos de accidente cerebrovascular.
Después de ajustar otros factores que podrían afectar la aparición de ese evento, como el consumo de alcohol, el tabaquismo y el nivel de actividad física, los investigadores encontraron que las personas con uno a cuatro síntomas tenían un riesgo 16 % mayor de accidente cerebrovascular en comparación con aquellas sin síntomas. De los 19.149 individuos con uno a cuatro síntomas, 1.300 sufrieron un accidente cerebrovascular.
De las 6282 sin síntomas, 365 tuvieron un derrame cerebral. Aquellos con cinco a ocho síntomas de insomnio tenían un riesgo 51 % mayor. De las 5695 personas con cinco a ocho síntomas, 436 experimentaron un accidente cerebrovascular.
El vínculo entre los síntomas del insomnio y el accidente cerebrovascular fue más fuerte en los participantes menores de 50 años, y los que experimentaron de cinco a ocho síntomas tenían casi cuatro veces más riesgo en comparación con las personas sin síntomas.
De los 458 menores de 50 años con cinco a ocho síntomas, 27 sufrieron un accidente cerebrovascular. Aquellos de 50 años o más con la misma cantidad de síntomas tenían un 38% más de riesgo en comparación con quienes no experimentaban síntomas. De los 654 individuos de 50 años o más con cinco a ocho síntomas, 33 sufrieron un derrame cerebral.
“Esta diferencia de riesgo entre estos dos grupos de edad puede explicarse por la mayor incidencia de un accidente cerebrovascular a una edad más avanzada -explicó Sawadogo-. La lista de factores como la presión arterial alta y la diabetes, puede crecer a medida que las personas envejecen, lo que hace que los síntomas del insomnio sean uno de los muchos factores posibles”.
“Esta sorprendente diferencia sugiere que controlar el insomnio a una edad más temprana puede ser una estrategia eficaz para la prevención. La investigación futura debería explorar la reducción del riesgo de accidente cerebrovascular a través del manejo de los problemas para dormir”, instó el especialista.
También fueron parte de este análisis Tilahun Adera, Maha Alattar, Robert Perera y James B Burch.
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