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Dom. Nov 24th, 2024
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En el gimnasio de una universidad, Trevor Sanderson, vistiendo un uniforme de baloncesto azul, caminaba por las puertas del recinto.

Tan pronto como entró al mismo, se dispuso a recoger las botellas de agua vacías y las latas de refrescos que habían dejado los espectadores del último partido.

“Ojalá la universidad organice un partido de baloncesto todos los días, así fácilmente podría ganar al menos cincuenta dólares juntando todas estas botellas y latas. Si ganara así todos los días, podría incluso comprarle a Sylvia un iPhone para su cumpleaños”.

Trevor Sanderson levantó la mirada y miró con entusiasmo el gimnasio atestado de latas y botellas.

Mientras estaba ocupado en su recolección, un grupo de estudiantes varones altos salió de los vestidores, y en medio de dicho grupo, caminaba un chico de cabello rojo llamado Bernard, quien también llevaba un cigarrillo en la boca.

Casi de inmediato, tomó un calcetín y se lo arrojó a Trevor, y antes de que este último pudiera esquivarlo, el calcetín aterrizó directamente en su rostro, provocando que un mal olor golpeara sus fosas nasales.

“Les pedí a todos los del equipo que guardaran su ropa sucia durante una semana entera para que pudieras ganar más dinero, ¿qué te parece?”.

Bernard Collins hizo un gesto con la mano, y enseguida sus compinches arrojaron toda la ropa sucia hacia el pobre chico.

“¡Hey, imbécil, es mejor que salgas de nuestra escuela antes de que sea demasiado tarde!”.

“¡Ese tipo solo hace quedar mal a la escuela!”.

“¡No está recogiendo basura, solo estropea nuestra diversión!”.

“¡Debilucho!”.

“Yo…”.

Trevor se sacudió el calcetín sucio de la cara, sonrojándose de inmediato.

Él no se atrevía a ofender a Bernard, después de todo, no era más que un simple estudiante proveniente de una familia pobre.

Apenas podía trabajar medio tiempo los fines de semana y ofrecer servicios de mandados y tareas a sus compañeros para ganar algo de dinero.

Era la única forma en que podía permitirse seguir en la universidad, y si fuera por él, no haría negocios con alguien tan detestable y engreído como Bernard.

Para su infortunio, se veía en la necesidad de ganar dinero para pagar sus estudios, así que no le quedaba otra que tragarse su orgullo y contener su ira, entonces respiró hondo, recogió el calcetín que le lanzó aquel bravucón pelirrojo y lo arrojó al cesto junto con la demás ropa.

“Cincuenta dólares por todo”, le dijo.

Entonces, Bernard tomó su billetera, sacó algunos dólares y los arrojó a los pies del chico. Con una sonrisa de satisfacción, dijo: “Toma cincuenta y cinco, y quiero que hagas otra cosa. Necesito que recojas un paquete en la entrada de la escuela y lo lleves a los vestidores. Es para Dennis Cooper, líder del equipo”.

Enseguida, Bernard se dio la vuelta y se marchó con el resto del grupo, bastante entusiasmado, mientras que Trevor simplemente recogió el dinero del suelo y lo apretujó en su puño.

“Cómo odio tener que trabajar con ese idiota de Bernard y sus amigos, pero mientras me sigan pagando, supongo que estaré bien”.

Luego de que Bernard y sus compañeros de equipo se marcharan, Trevor siguió recogiendo botellas y latas por todas las gradas, y después de llenar su bolsa, se dirigió al centro de reciclaje cerca de la escuela para vender lo que había recolectado.

Un rato después, corrió a la entrada del campus para recoger el paquete de Dennis y llevarlo a los vestidores, y mientras iba en camino, el chico contaba minuciosamente el dinero que había ganado.

Naturalmente estaba cansado, pero sintió que el esfuerzo había valido la pena, no veía la hora de ahorrar el suficiente dinero para comprarle regalos para su querida novia.

Trevor estaba a punto de abrir la puerta de los vestidores, cuando de pronto los gemidos de una mujer lo detuvieron en seco.

‘¿Qué? ¿Por qué esa voz me suena tan familiar?’.

La mujer al otro lado de la puerta gimoteaba, y el rostro de Trevor se ruborizó a la par que su corazón comenzaba a latir salvajemente.

De pronto notó que la voz era muy similar a la de su novia Sylvia Farrows.

“Oh, Dennis… Me encanta eso. Así… No te detengas”.

“Oh, Silvia… Oye, hoy te compré una lencería muy sexy. Si quieres, puedes ponértela más tarde y nos divertiremos un poco más”.

Cuando Trevor escuchó aquella conversación, simplemente no pudo negar la realidad.

‘¿Sylvia? ¿Qué estás haciendo?’.

A Trevor le hirvió la sangre y abrió la puerta de una patada.

Entonces, quedó tan aturdido como petrificado por aquella escena.

En el vestuario, Trevor vio a su novia, Sylvia, apoyada en Dennis.

El rostro de ella estaba rojo. Mientras tanto, Dennis la besaba con pasión.

“¡Sylvia!”, bramó Trevor con rabia y conmoción. Una fuerte sensación de dolor y humillación se apoderó de él.

Ella se arregló apresuradamente al ver al intruso.

“¡Trevor! ¿Qué haces aquí?”.

“Yo debería ser el que te haga la pregunta. ¿No dijiste que irías de compras con tu mejor amiga esta tarde? ¡¿Por qué estás aquí?!”, le preguntó el chico, enojado.

“Sylvia, sé que no te gusta que sea pobre, pero tampoco puedes salir con alguien así. ¿No sabes la cantidad de novias que ha tenido él y ha dejado?”, rugió Trevor, con los ojos rojos de ira.

Había trabajado como un perro hasta la medianoche para comprarle a Sylvia su regalo de cumpleaños. Por desgracia para él, su amada novia acababa de engañarlo.

¡Era inaceptable!

En lugar de avergonzarse, ella resopló y se burló: “Ahora que sabes la verdad, ya no tiene sentido ocultarla. ¿Crees que querría estar con un pobre perdedor como tú? Es triste decirlo, pero nuestra relación no era más que una apuesta que hice con una amiga.

No creí que te lo ibas a tomar en serio”.

“Pero yo te quiero”, replicó él.

“Tu amor no significa nada para mí. Quería el último celular, pero me dijiste que debía esperar un mes. ¡Qué patético! Dennis no solo me compró el iPhone 13, sino que también me regaló un bolso de lujo de Louis Vuitton”.

Dennis, mirando el paquete en la mano de Trevor, se levantó y se rio.

“Maldición, Bernard es bueno en esto. Le pedí que me trajera un paquete, pero él lo entrega a ti. ¡Es emocionante, es muy emocionante!”.

Los puños de Trevor se cerraron mientras Dennis hablaba.

¡Bernard le había tendido una trampa!

De repente, Dennis le lanzó un billete de cincuenta dólares y se burló: “Pobre Trevor. ¿Crees que puedes tener a Sylvia?

Te diré una cosa, eso no ocurrirá nunca. Aquí tienes cincuenta dólares. Acuéstate con una prostituta, patético campesino”.

“¡Dennis, te mataré!”.

Incapaz de soportar más el ridículo, Trevor se abalanzó sobre él como un toro furioso.

“¿Cómo te atreves a pelear?”.

Dennis le lanzó un puñetazo y lo derribó.

Él medía más de 1, 8 metros, y como líder del equipo de baloncesto, era ágil y musculoso.

Trevor, sin embargo, era unos centímetros más bajo y era espigado. Cayó al suelo con un gran golpe, y sintió un fuerte dolor en la mejilla, donde Dennis lo había golpeado.

Aturdido, reunió todas sus fuerzas para levantarse.

Pero antes de que pudiera hacerlo, Dennis levantó el pie y le pisó la cara, inmovilizándolo contra el suelo.

La cara de Trevor estaba cubierta de huellas. A pesar de que cada movimiento le hacía gemir de dolor, se esforzaba por levantarse.

Sin embargo, Dennis no se lo permitió. Se sentó sobre su espalda y sacó un bolígrafo negro de su mochila.

Luego, con una sonrisa socarrona en la comisura de los labios, escribió “Pobre perdedor” en su ropa.

Por si fuera poco, escupió a Trevor y le advirtió: “Si te atreves a provocarme de nuevo, te golpearé cada vez que te vea la cara. Recuerda mis palabras”.

Con eso, tomó a Sylvia de la mano y se fue.

Trevor tenía mucho dolor.

Los demás estudiantes no pudieron evitar señalarlo al ver su rostro magullado y sucio.

Sylvia, la chica que más amaba, lo había traicionado y le había roto el corazón.

La humillación de Dennis y la crueldad de Sylvia llenaron su corazón de resentimiento.

“¿Por qué? ¡Todos me intimidan y pisotean mi dignidad! ¡¡¡Por qué!!!”.

“¡¡Solo porque soy pobre, para ellos, ya no soy un ser humano!!”.

Abatido, Trevor volvió a su dormitorio.

“Dinero, dinero, dinero, ¡solo les importa eso!

Sylvia, te vas a arrepentir de esto”.

Los ojos de Trevor estaban rojos y llenos de lágrimas. En ese momento, no pudo evitar derramar toda la frustración que albergaba en su corazón.

De pronto su teléfono sonó, interrumpiendo aquella catarsis, era una llamada del extranjero.

Sin pensarlo, Trevor respondió.

“Hola, Trevor, quiero que me escuches atentamente.

Faltan unos días para que cumplas 19.

Te estoy llamando porque es hora de contarte la verdad.

Lo cierto es que… todo este tiempo, nuestra familia no ha sido tan pobre como parece, todo lo contrario, hemos sabido acumular una gran cantidad de dinero y poder.

Sabes, tenemos una regla en la familia: Los niños deben tener una vida modesta y humilde antes de cumplir los diecinueve, por eso nunca te dijimos nada.

Debes saber que tenemos participación en diferentes tipos de industrias en todo el mundo, de hecho, no solo poseemos minas de oro en África, sino también algunas reservas de petróleo en varios emiratos en Medio Oriente”.

Al otro extremo de la línea, aquella enigmática voz le sonaba tan familiar a Trevor, que sentía como si la hubiera escuchado de toda la vida.

Trevor sonrió burlonamente, “Papá, ¿estás soñando? Deja de fantasear con ser rico, ¿quieres?

Desde que era un niño, me dices esas cosas, que compraste un helicóptero en los Estados Unidos, o un yate en Venecia.

Escucha, debo valerme por mí mismo y obtener mi graduación con mis propios medios.

¿No crees que estás haciendo el ridículo?”.

El hombre al otro lado de la línea se detuvo un momento y exhaló profundamente.

“Te entiendo, Trevor, sé que no es algo que se pueda asimilar de inmediato. Cuando tu abuelo me reveló todo, también pensé que hablaba de una mala broma, pero, hijo, te estoy diciendo la verdad.

Y bueno… es hora de que recibas tu pensión, así que te transferiré cien millones de dólares”.

Al principio, Trevor pensó que la voz del hombre era ciertamente demasiado similar a la de su padre, pero cuanto más lo escuchaba, más bizarro se volvía todo.

Miró la pantalla de su teléfono y descubrió que era un número extranjero.

¡Eso debía ser una estafa!

“¡Qué mentiroso! ¡Vete al diablo!”.

Trevor espetó a todo pulmón, luego colgó la llamada tan pronto como terminó sus palabras.

Estaba ebrio y su mente no se encontraba en las mejores condiciones.

Necesitaba desahogar toda la amargura que sentía, y más pronto que tarde, quedó exhausto.

Trevor cerró los ojos y se durmió a los pies de la cama.

A la mañana siguiente, sintió como si lo hubiera atropellado un tren, se masajeó las sienes que le punzaban, y luego se levantó no sin dificultad.

Anoche había tenido un sueño de lo más extraño, soñó que su padre llamaba y le confesaba que su familia siempre había sido rica.

“Creo que se me fueron las copas, no soy más que un pobre estudiante. ¿Cómo podría siquiera soñar con eso?”.

Trevor no pudo evitar sonreír sardónicamente, burlándose de sí mismo, en ese momento, sus ojos aún reflejaban una profunda amargura.

Poco después revisó su teléfono y vio que tenía una notificación pendiente.

“Transferencia exitosa a su cuenta bancaria de 100.000.000 dólares”.

Trevor quedó petrificado al descubrir que tenía tal cantidad en su cuenta bancaria, sus ojos se abrieron por completo y quedó en un franco estado de shock.

Era real.

¡De verdad había cien millones de dólares en su cuenta!

Trevor marcó a toda velocidad un número.

“¿Papá?”, le preguntó con consternación tan pronto como la llamada fue respondida.

“Hijo, ¿ya estás sobrio? Te llamé anoche y noté que estabas un poco… indispuesto. Bueno, en todo caso tengo una reunión en medio oriente para inspeccionar la extracción del nuevo pozo de petróleo. Podremos hablar de eso cuando desembarque…”.

“Papá, ¿qué rayos está pasando? Dime, ¿cómo conseguiste cien millones de dólares?”.

Estaba totalmente abrumado, incapaz de procesar lo que su padre acababa de decir.

¡Había crecido en un ambiente totalmente distinto, uno marcado por la pobreza!

Pero ahora… Súbitamente…

¡Se enriqueció de la noche a la mañana!

“Hijo, tengo algo importante con lo que lidiar en este momento y me tengo que marchar.

Por cierto, te he enviado la insignia de nuestra familia. Quienes administran nuestras propiedades reconocerán de inmediato su significado.

De ahora en adelante, ya no eres pobre. Ahora, debes aprender a ser un hombre rico”.

El padre de Trevor terminó la llamada después de decir estas palabras.

En un abrir y cerrar de ojos, Trevor había pasado de ser un pobretón a un heredero millonario.

¡Cien millones de dólares!

El joven tenía sentimientos encontrados en ese momento.

“Bueno, Sylvia, si no has roto conmigo, tal vez ahora puedas conseguir lo que quieras también, ¿verdad?”.

“Y Bernard y Dennis, los dos confían en la riqueza de su familia, mandaron varias veces a sus secuaces a intimidarme. Veremos qué se deparará el futuro”.

“Ya no tengo que vivir de recoger basura”, murmuró.

Por la tarde, le fue entregado el paquete que había enviado su padre.

Lo abrió con entusiasmo y vio una insignia dorada oscura en forma de Cercis dentro.

Recordó las palabras de su padre y se dio cuenta de que se trataba del símbolo de su familia.

De ahora en más, debía llevarlo consigo en todo momento y no perderlo.

De repente, la pantalla de su teléfono se iluminó.

Llegó un mensaje de Bessie Taylor. Le enviaba una invitación al chat grupal del equipo de baloncesto.

“Mañana cumplo 28 años. Reservé una habitación en el hotel Marston al mediodía y espero que todos puedan venir”.

Además de este mensaje grupal, también le envió un mensaje de voz a Trevor, instándolo a que fuera a la fiesta.

La hermosa Bessie era la entrenadora del equipo de baloncesto. Era la única que lo trataba bien.

Todos los demás en el equipo lo molestaban o se burlaban de él.

Bessie fue también quien le consiguió uno de sus trabajos de medio tiempo. También fue la única dispuesta a prestarle dinero para pagar la matrícula. Fue la única persona que le dio una mano.

‘Es el cumpleaños de la señorita Taylor, debería comprarle un regalo’, se dijo.

Trevor vino al centro comercial más próspero de Jork, la ciudad en la que se encontraba.

‘Nunca antes he elegido un regalo para una chica. ¿Qué puedo comprarle?

Esa bola de cristal de la izquierda es hermosa. Sin embargo, es un poco cara’, reflexionó.

No estaba seguro de qué comprar.

‘Espera. Tengo cien millones de dólares en mi cuenta bancaria.

¿Por qué estoy buscando regalos de cien dólares? Tengo que dejar el hábito de comprar cosas baratas.

A excepción de mi familia, la señorita Taylor es la única persona que me ha tratado bien. Debería elegir el mejor regalo para ella’.

Luego de pensar esto, Trevor salió de la tienda de regalos y fue hacia la sección de artículos de lujo.

Era la primera vez que prestaba atención a estas tiendas. Por supuesto, quedó deslumbrado por la variedad de artículos de lujo que existían.

Lo recibieron unas hermosas dependientes con elegantes faldas sexis y medias negras. En ese momento, se dio cuenta de que además eran extrañamente hermosas.

Sentía que acababa de entrar en un mundo nuevo.

“El letrero de esta tienda de anillos de diamantes es muy exagerado. ¿Realmente los anillos tienen incrustaciones de diamantes verdaderos? ¡Todo es tan brillante!

Un vestido aquí cuesta diez mil dólares. ¿Cuál es la diferencia entre llevar un vestido que cuesta diez mil dólares y uno que vale cien?”.

Trevor murmuraba mientras contemplaba los escaparates de las tiendas.

Después de un rato, quería ir al baño, pero no encontró uno.

Una linda vendedora se acercó con una sonrisa, pero cuando vio su ropa barata, su sonrisa se desvaneció. Supuso que había venido aquí para usar el baño. “Lo siento, pero no puedes usar el baño aquí”.

De repente, vio Sanderson Profumeria, una tienda que vendía artículos de lujo. La gente decía que una tienda como esta tendría su propio baño. Así que se armó de valor y entró.

El rostro de Trevor se puso rojo al responder: “Estoy aquí para comprar algo. Pero primero necesito usar el baño”.

Después de eso, dejó su mochila en el mostrador y se dirigió al baño. “¡Qué desvergonzado!”, la vendedora maldijo a sus espaldas.

Después de que Trevor salió, escuchó la voz de la última persona que quería ver…

“Oh, Dennis, eres tan amable por comprarme un perfume tan caro”.

Una chica guapa y llamativa apareció en el mostrador del brazo de un chico.

Trevor giró la cabeza para mirar y su rostro se oscureció de repente.

Sylvia caminaba del brazo de Dennis, presionando su cuerpo contra el del joven. Se detuvieron frente al mostrador de la tienda de lujo.

“Claro que sí, bebé, sabes que puedes elegir lo que quieras. Eres mi mujer y jamás sería mezquino contigo”.

Mientras hablaba, acarició la cintura de la joven.

Era evidente que le gustaba tocarla de forma imprudente en público y ella lo aceptaba.

“¡Este es hermoso!”.

Sylvia eligió un frasco morado.

Tan pronto como entró en la tienda, se encaprichó con ese perfume.

La botella tenía forma de diamante. Brillaba contra las luces blancas de la tienda y su tono lila hacía aún más llamativa la botella.

Dennis preguntó: “¿Cuánto cuesta este perfume? Lo compraré”.

“¿Este, señor Cooper? Realmente tiene buen gusto.

Es un producto de Hermès. Fue elaborado por Robert, uno de sus maestros perfumistas más famosos, quien incluso trabajó para la familia real.

Empleó dos años enteros en desarrollar y terminar la producción de este perfume exclusivo para la casa Hermès.

El proceso de producción es muy complicado y el producto final se conoce como diamante líquido.

Solo hay doscientas botellas de este perfume en el mundo. Su precio es trescientos mil dólares”.

Dennis era un cliente habitual, por lo que la dependienta se tomó su tiempo para explicarle las características del producto.

“¿Trescientos mil dólares por un perfume? ¿Escuché bien?”.

Dennis estaba tan sorprendido que casi deja caer la botella.

“Oh, Dennis, me gusta mucho este perfume”.

Los ojos de Sylvia se iluminaron al escuchar el precio.

Usó su voz más coqueta para tratar de seducir a Dennis para que le comprara este perfume increíblemente caro.

“Bueno, entiendo que el perfume es muy bueno, pero creo que es innecesario. Me parece más práctico comprar ropa y bolsos. Mejor vayamos a ver otras cosas”.

Dennis tosió incómodo para disimular su vergüenza.

Devolvió el perfume y se alejó con Sylvia para ver el resto de la tienda.

En ese momento, vieron a Trevor parado allí.

Dennis enseguida se burló, “¿Trevor? ¿Qué demonios haces aquí?”.

Trevor miró a Sylvia, que estaba aferrada al brazo de Dennis. Su rostro seguía siendo hermoso y encantador, pero cuanto más la miraba, más extraña se volvía para él.

“¡Me das asco!”.


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