Silvio Berlusconi murió hace unas horas. Seguí de cerca su gobierno durante los años que viví en Italia, entre 2008 y 2011. Realicé visitas oficiales, escribí sobre temas de Estado, investigué sus historias con prostitutas y asociaciones mafiosas, vi su apogeo y también las primeras denuncias que derivarían a su caída como líder político del país.
Berlusconi fue el primer gran líder mundial de cierta extrema derecha que luego aparecería en Estados Unidos y también en Brasil. En 2015, con algunos meses de diferencia, Trump y Bolsonaro elogiaron a Silvio. Bolsonaro no solo lo elogió, sino que utilizó el modelo de Berlusconi como ejemplo de lo que se podría hacer en Brasil. En una nota titulada “Berlusconi à Brasileira”, la revista Veja señaló:
“En conversaciones para convencer a posibles simpatizantes de su candidatura a la presidencia, Jair Bolsonaro ha citado un ejemplo europeo: Silvio Berlusconi. Bolsonaro dice que, como Italia, Brasil también estaría listo para un presidente ultraconservador”.
Sería y así fue. No sería un movimiento “ultraconservador”, sino de extrema derecha, como hemos visto. Las señales que la prensa brasileña se empeñaba en desmentir ya estaban en el berlusconismo. Había un peligro permanente en Silvio que siempre se presentaba bajo la apariencia de una comedia de payasadas.
Berlusconi hizo campaña y gobernó durante años advirtiendo de los peligros de la “amenaza comunista”, que no existía pero estaba ganando votantes. ¿Alguien recuerda?
Berlusconi buscó rodearse del tipo de empresario capitalista que aceptaría cualquier alianza con los neofascistas siempre que fuera buena para los negocios. Y, de hecho, llenó su gobierno de neofascistas: desde Gianfranco Fini –heredero del Movimento Sociale Italiano-Destra Nazionale, partido político fundado por veteranos de la República Social Italiana, ese mismo de Benito Mussolini– hasta Ignazio La Russa, hijo de Antonino La Russa, exsecretario político del Partito Nazionale Fascista y neofascista declarado.
La alianza anticomunista, neoliberal y fascista sería un éxito electoral en Brasil en 2018, con una especie de berlusconismo a la brasilera: además de todos estos ingredientes, también, y fundamentalmente, militaristas y terroristas de Estado que celebraron el golpe de 1964 y sus torturas contra la población civil.
Con Berlusconi murió también lo que se llamó la Segunda República Italiana, un período histórico que se inició a raíz de Manos Limpias, la operación judicial-mediática que desmanteló el sistema político italiano. Fue Mãos Limpas quien inspiró Lava Jato. Allí, el descreimiento general en el sistema político se convirtió en Berlusconi. Por aquí, el mismo tipo de expediente sucedió en Bolsonaro. La historia muchas veces se mueve por casualidad, muchas otras por farsa.
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LEANDRO DEMORI
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