Lo más hermoso del running es la sensación de libertad que produce. Esto no ocurre en un espacio cerrado y limitado pero, en ciertas ocasiones, hay motivos para entrenar puertas adentro
Siempre he pensado que correr en una cinta es como nadar en una bañadera. Todo el encanto y el espíritu del running se pierde cuando uno corre, como un hámster, en la cinta. No está prohibido y, como veremos a continuación, tiene sus beneficios, pero lo que ha llevado a cientos de miles de aficionados a convertirse en runners no es el aparato mecánico que utilizamos bajo techo.
Correr es mucho más que mover las piernas, por eso quien sólo haya corrido en cinta no habrá experimentado todas las posibilidades que este deporte contiene. Correr en la cinta no es un deporte, es un ejercicio. Pero no seamos tan negativos, veamos quÉ nos ofrece la cinta y aprovechemos eso.
Correr en la cinta siempre será una alternativa frente a un clima o una condición exterior imposible. Un corredor que está de viaje, puede correr en la cinta de su hotel en horarios muy amplios y sin arriesgarse a correr kilómetros por una ciudad que desconoce o no tiene un espacio para hacerlo. La seguridad es un tema para elegir la cinta.
En caso de temperaturas extremas que ponen en riesgo la integridad física, la cinta también ayuda. Para el principiante asustado puede ser una forma de adquirir un poco de estado físico, pero jamás logrará enamorar como sí lo hará empezar de cero a correr por el parque.
En el caso de ciertas condiciones físicas, por ejemplo algunas lesiones, que pueden ser más controladas corriendo en una cinta. La cinta permite una velocidad absolutamente constante y una inclinación exacta que no cambia en ningún momento si lo deseamos. Estos dos factores de control pueden ayudar al corredor en algunos casos.
Salvo las cintas profesionales, la mayoría de los aparatos no permiten un desafío físico idéntico al de correr al aire libre. La falta de libertad de movimiento también afecta al corredor, que sólo se adaptará a una forma sin variables de la disciplina. Los músculos que trabajan en una cinta son siempre los mismos, el cuerpo se acostumbra y no es capaz, luego, de responder frente a los cambios de terreno con la misma efectividad de quien corre afuera.
Entrenar en cinta para carreras de calle o trail es una invitación al desastre.
Durante la pandemia muchos corrimos todos los días de encierro en una cinta. Al volver al parque quedó muy claro que no era lo mismo. La cinta —cuando no es profesional ni está hecha para correr fuerte— no permite el mismo trabajo muscular, sólo responde efectivamente para el trabajo aeróbico, pero no podrá darnos la misma fortaleza muscular de la carrera afuera.
La rutina, aunque haya programas, no hace más que quitarle encanto a correr. Atletas de elite han entrenado en cintas, pero nada, para ninguno de ellos ni para nosotros, se compara con la pista, la calle o la naturaleza. Salir, moverse, ver cómo cambia el paisaje y la luz. Ya poder desplazarse y elegir dónde pisar lo cambia todo.
Correr es, por encima de todo, un acto de libertad. Lo más hermoso del running es la sensación de libertad que produce. Si nos quedamos corriendo en el mismo lugar estaremos ejercitando, pero no disfrutaremos de ese otro aspecto. La cinta es un excelente complemento, pero no es el deporte que a muchos nos cambió la vida. Salgan, busquen amigos, un running team o simplemente exploren en soledad las calles, las plazas, los parques, el mundo. Correr es lo más lindo que existe, correr es un espacio personal y grupal que nos hace felices. La cinta debe ser nuestra aliada, pero nunca será nuestro hogar.
*Santiago García es maratonista, autor de los libros “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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