Algunas familias venezolanas se reencuentran en Pisiga para poder ir a trabajar a Chile a pesar del control militar. Esa intervención logró la reducción de un 54.5% la llegada de migrantes en este primer trimestre respecto al mismo periodo de 2022.
No suelta la mano de su padre. Lo agarra fuerte. No quiere separarse nunca más de su progenitor. Una niña venezolana -de 11 años- parece estar acostumbrada a las largas filas de personas cargando mochilas o arrastrando maletas mientras intentan o esperan cruzar una frontera. Está acostumbrada a ver a otros padres cargando niños pequeños, a ver abrazos desgarradores, a ver campamentos y rostros exhaustos. Después de estar tres años lejos de su país, esa niña -y sus padres- buscan un mejor futuro en Chile.
Alejandra (nombre ficticio) camina junto a su padre en el paso fronterizo de Colchane, límite con Bolivia. No quiere soltar la mano de su progenitor. Ambos esperan a María, que es la madre de Alejandra. Ella regresa de Chile y están seguros que ingresarán hasta Iquique de manera legal. María fue a “recogerlos” hasta Pisiga, que es la última localidad boliviana antes de cruzar a Chile.
El control en esa zona es muy rígido. Actúan militares chilenos y carabineros del vecino país. La sola presencia de los uniformados, con armas largas, impone la sensación de temor. Antes de que la familia venezolana ingrese al complejo fronterizo ya se había “devuelto” a unos cinco de sus compatriotas a Bolivia, por donde ingresaron.
“El control está muy duro. No somos delincuentes, yo solo busco un futuro mejor para mi niña. Ella dejó de estudiar, no juega hace tiempo. Todo lo que vive es pena y temor”, relató el padre de Alejandra antes de ingresar al complejo fronterizo. Ellos vivían en la ciudad de Barquisimeto y desde hace tres años caminan por Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Hoy buscan suerte en Chile.
Pena en Navidad
Esta familia venezolana sufrió la desintegración dos días antes de la Navidad de 2022. Solo la madre pudo cruzar a Chile. Lo intentaron por pasos no habilitados, cuando no había mucho control. El padre tuvo que volver a suelo boliviano porque Alejandra no podía dar un paso más. La altura le afectó. Padre e hija trabajaron en Oruro y La Paz limpiando parabrisas de los vehículos, vendiendo golosinas y hasta se animaron a vender arepas en un puesto callejero.
La última semana de marzo se volvieron a ver. Alejandra volvió a abrazar a su mamá, quien trabaja en Iquique en un restaurante reconocido. Su esposo es ingeniero civil y María le consiguió un trabajo de albañil en una construcción. Alejandra podrá volver a estudiar y jugar con niños y niñas de su edad. Los tres pudieron ingresar a Chile con papeles legales. En el lado chileno las lágrimas eran de felicidad.
La niña seguía agarrando la mano de su padre, a pesar de que venían mejores días.
En la frontera entre Pisiga y Colchane existe un fuerte control militar. Los efectivos están dispersos en pasos no habilitados. Pocos están en el complejo fronterizo, donde se realizan los controles migratorios y de seguridad.
En ese espacio donde trabajan funcionarios de ambos países, antes de la familia de Alejandra ya habían sido rechazados varios bolivianos, venezolanos y colombianos.
La llegada de inmigrantes sin papeles en el norte de Chile se ha reducido un 54,5% en los tres primeros meses de esta gestión, respecto al mismo periodo de 2022. Esta caída se debe al control militar que desplegó Chile en la frontera con Bolivia y Perú. Esta medida, que fue aprobada por el Congreso chileno, comenzó a regir en marzo con el objetivo de brindar apoyo de control y orden público ante la crisis de migración irregular y de seguridad que vive el norte de Chile.
Datos desde Chile
De acuerdo con el subsecretario del Interior de Chile, Manuel Monsalve, el ingreso irregular de migrantes a su país se redujo de 967 personas por semana en el primer trimestre de 2022 a 440 en el mismo periodo de este año.
“Al 19 de marzo de 2022, la cantidad de personas que se detectaban ingresando irregularmente a Chile en la frontera norte (Arica, Tarapacá y Antofagasta) eran en promedio 967 por semana. Esa era la realidad el año pasado. ¿Cuál es la realidad este año? Es en promedio de 440 personas; al 19 de marzo, un 55% menos de ingresos irregulares en la frontera norte del país.
Esto es muy importante pues no son cifras del Gobierno, son los que reportan Carabineros y las Fuerzas Armadas”, dijo Monsalve.
El funcionario chileno añadió que “el año pasado había solo un 10% de personas a las que les eran aceptadas sus reconducciones (devolución al país del que pasan a Chile), mientras que al 19 de marzo de este año es un 59% cuyas reconducciones son aceptadas”.
La mayoría de los migrantes que son devueltos desde Chile ingresaron por Bolivia. En el país no está permitido ese reingreso, lo que obliga a que busquen vías ilegales para retornar a Bolivia.
eldeber.com.bo
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