El padre Carlos Crespi fue un hombre multifacético. Es el autor del primer documental etnográfico de Ecuador y emprendió varias actividades relacionadas con la educación, la investigación antropológica y la promoción cultural.
Durante 60 años el sacerdote salesiano Carlos Crespi Croci fue misionero en Ecuador. El italiano, nacido en 1981, en la ciudad de Legnano, región de Lombardía, en el norte de Italia; se convirtió en uno de los pioneros del cine ecuatoriano y fue de los primeros en investigar la misteriosa Cueva de los Tayos, en la Amazonía ecuatoriana. Su legado aún es recordado en Cuenca, la ciudad donde vivió al sur del país. El último 23 de marzo, el Papa Francisco declaró a Crespi Croci como venerable.
Carlos Crespi fue el tercero de trece hijos de sus padres Daniele y Luisa. A los 16 años ingresó al noviciado en Foglizzo, en una pequeña ciudad de Italia. Una década después, a los 26 años, fue ordenado como sacerdote.
El clérigo es recordado por sus múltiples facetas, no solo como guía espiritual, sino como cineasta, educador y científico. Crespi realizó varios estudios profesionales. En la Universidad de Padova se tituló de doctor en Ciencias Naturales, de ingeniero en Hidráulica y obtuvo un diploma de Música en el Conservatorio.
Según recoge el artículo de investigación Siervo de Dios, P. Carlos Crespi Croci, sdb: apóstol, educador y científico de Luis Álvarez Rodas, el 24 de julio de 1922, Crespi pidió a sus superiores que le permitieran ser misionero. Fue entonces cuando lo destinaron al Ecuador.
Para la misión de Crespi, el gobierno italiano entregó “máquinas fotográficas, una máquina de cinematógrafo, una máquina para escribir el idioma shuar, brújulas, teodolitos, niveles, pluviómetros, una gran caja de medicinas y aparatos, toda clase de herramientas de labranza, carpas, etc.”, de acuerdo al relato de Álvarez Rodas.
El rector del alma mater de Crespi le concedió una carta de recomendación en la que se refería al sacerdote como un científico.
Con esos antecedentes, el joven Crespi partió en marzo de 1923 hacia Ecuador. Un mes después desembarcó en Guayaquil. Luego se trasladó a Quito y desde allí partió hacia la Amazonía ecuatoriana.
Un documental en la selva
Este sacerdote salesiano de origen italiano se dedicó a recoger material cinematográfico en la selva amazónica. Sus grabaciones se difundieron en la exposición universal salesiana que se realizó en Turín en 1924. Además, en Cuenca, la ciudad sureña en la que se estableció, Crespi jugó un rol fundamental en la difusión del cine, que aún era una disciplina naciente en Ecuador.
Para 1926, el padre Crespi, que desde su llegada al Ecuador realizaba misiones en la selva, dirigió el primer documental etnográfico del país y uno de los primeros de la región: “Los invencibles shuaras del Alto Amazonas”. El documental silente fue estrenado en Guayaquil y es la pieza pionera de no ficción del cine ecuatoriano.
Actualmente, de la película de Crespi quedan apenas unos 7 minutos. Un incendio que se produjo en 1962 en el instituto Cornelio Merchán, en Cuenca, resultó en la pérdida de los casi 1.300 metros de película se perdieran. Sin embargo, en 1995, la Cinemateca del Ecuador, con apoyo de la Unesco y la Universidad Autónoma de México recreó el documental respetando el guion original de Crespi. En la reconstrucción de la cinta se agregaron fotografías y documentos del Archivo Histórico Salesiano, un comentario musical y algunos efectos especiales.
Según se reseña, una de las escenas más interesantes del documental del sacerdote es aquella de la tzantza, como se conoce a la práctica de los shuar de reducir cabezas.
El filme está dividido en cuatro momentos. Primero hay imágenes del mar de Génova, de Guayaquil, Cuenca y la llegada del equipo a la Amazonía. En el segundo acto se observan las costumbres de los amazónicos. En la tercera se observa la fiesta de la tzantza. El documental concluye con imágenes de la obra de los misioneros salesianos y los voluntariados de mujeres en la Amazonía.
El misterio de la Cueva de los Tayos
En la Amazonía ecuatoriana existe una cavidad muy profunda en la tierra que parece cortada con trazos muy precisos en la roca. Se estima que la formación tiene 200 millones de años y para llegar a esta hay que recorrer 460 kilómetros desde Quito por carretera, para luego hacer un extenso recorrido adicional a pie por la selva virgen en la zona montañosa irregular llamada Cordillera del Cóndor.
El viaje toma tres días y el destino es la misteriosa Cueva de los Tayos, que hasta hoy es la cuna de varias teorías de conspiración que aseguran que en ese lugar habitaron seres de otros mundos.
El sacerdote Crespi fue uno de los primeros investigadores de este lugar. Su relación con los shuar le permitió conocer la formación misteriosa. El clérigo habría coleccionado centenares de piezas y planchas metálicas en un museo de su congregación en Cuenca, pero desde que Crespi falleció no se conoce el paradero de las piezas.
De acuerdo con El País de España, solo hay el testimonio de que Crespi era poseedor de estas por algunas instantáneas del sacerdote con los objetos. Se cree que las piezas tenían grabados similares a los encontrados en otros elementos arqueológicos sumerios. Uno de los mitos alrededor de las piezas del padre Crespi es que el Vaticano las escondió y desapareció.
El misterio de la Cueva de los Tayos incluso atrajo a Neil Armstrong, astronauta estadounidense y el primer ser humano en pisar la Luna, a inmiscuirse en la Amazonía ecuatoriana para descubrir el lugar que aseguraban era un mundo subterráneo. De acuerdo a una nota publicada en El País de España, Armstrong habría dicho: “He sido el primero en estar allá arriba… y quería ser el primero en estar aquí abajo”. Además se habría llevado objetos de la cueva.
El sacerdote multifacético
Los escritos sobre Crespi Croci lo califican como educador, gestor cultural, antropólogo, naturalista, músico talentoso, pionero del cine en el Ecuador y científico. Según cuenta el investigador Álvarez, en Cuenca “recordamos al Padre Crespi como un ser profundamente humano, que dedicó su vida a los niños y jóvenes más necesitados de Cuenca en donde vivió por alrededor de sesenta años, llevando el bien a todos sin excepción”.
Incluso Crespi ha sido comparado con San Juan Bosco, “el gran paladín de la educación católica, el padre de los niños pobres y necesitados de Dios”, como lo califica Álvarez. A los 91 años, en abril de 1982, Crespi falleció.
En esa ciudad sureña, Crespi fue nombrado como “Hijo adoptivo y benemérito de Cuenca” en 1956. Su legado y trabajo misionero le valieron reconocimientos como Comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana, que recibió el 7 de diciembre de 1981. También se le otorgó el Doctorado Honoris Causa post mortem, “por su contribución en los campos religioso, social, cultural y científico” de la Universidad Politécnica Salesiana, el 30 de abril de 2001.
En el 2006, se abrió su causa de beatificación y desde finales de marzo de este año el Sumo Pontífice lo declaró como venerable.
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