Mi esposo y yo tenemos una discusión recurrente desde que Clinton era presidente. Él tiene la costumbre de quitarse los calcetines y dejarlos cerca (solo cerca) del cesto de la ropa sucia. Le pregunto por qué no logra atinarle al cesto. Él se pregunta por qué tengo que hacer un problema de este tema tan trivial. Luego empieza la pelea; y se repite durante décadas. Otra es sobre cómo metemos los trastes en el lavavajillas.
La mayoría de las personas que tienen una pareja pueden nombrar al menos una escaramuza similar que surge con regularidad. Un terapeuta de parejas me dijo una vez que dos de sus clientes llevaban 20 años peleándose por el lugar “correcto” para colgar el trapo de la cocina. A veces, me pregunto si seguirán discutiendo por eso.
Les traigo la reconfortante noticia de que incluso los monjes zen casados tienen estas peleas tontas.
Koshin Paley Ellison y Chodo Robert Campbell son los fundadores del Centro Zen de Nueva York para el Cuidado Contemplativo y llevan 16 años casados. (Los monjes soto zen pueden casarse). Paley Ellison también es psicoterapeuta junguiano y autor de Untangled: Walking the Eightfold Path to Clarity, Courage and Compassion, publicado el año pasado. Él tiene la costumbre de preparar avena en las mañanas, limpiar la cacerola y dejarla sobre el escurridor en vez de volver a guardarla en la alacena.
“Llamo a Koshin al trabajo y le digo: ‘Hola, voy a tirar la cacerola’”, bromea Campbell y añade que su marido tampoco cierra nunca la puerta del gabinete del baño. “Durante años. ¡Dios mío! ¿Por qué la dejas abierta?”.
Patricia Lamas Alvarez, terapeuta de parejas de South Pasadena, California, dijo que este tipo de peleas de poca importancia pero incesantes se debían “a menudo a las pequeñas cosas cotidianas, como la organización de la casa, la división de los labores, los niños o las tareas domésticas, que pueden convertirse en un problema obstaculizante”. Explica que, a veces, estas disputas desencadenan un círculo vicioso en el que ambas personas se obsesionan por ganar.
Entonces, ¿cómo resolvemos estas peleas? Quizá no podamos dejar de tenerlas para siempre, pero al menos hay formas de llegar a un punto medio.
Analiza los hechos
La próxima vez que tu pareja haga algo que te desconcierte, dice Paley Ellison, pregúntate: “¿Cuál es la historia que me estoy contando ahora mismo?”. Luego, cuestiónate: “¿Es verdad? ¿Cómo sé que es verdad?”.
La historia que me cuento a mí misma sobre por qué mi marido no tira los calcetines al cesto es que es flojo. O que se ríe al pensar en mi cara de asco cuando los recojo. La realidad es que es un despistado crónico, el tipo de persona que, una vez, en vez de tirar la basura, la puso en el asiento trasero del auto y se fue.
A veces, cuando compartes con tu pareja la historia que te estás contando, continuó Paley Ellison, ambos se dan cuenta de que es tan disparatada que no les queda otra cosa más que reír.
¿Qué es lo que te molesta?
Elige un momento de calma “y pregunta de qué se trata realmente”, aconsejó Talal Alsaleem, consejero de parejas de Rosedale, California. Ambas personas deben tener la oportunidad de compartir sus puntos de vista sin ser interrumpidos. “Les doy libretas de notas a mis clientes”, dijo, “así que si realmente quieren comentar lo que dice su pareja, pueden escribirlo”.
Luego, intenten explorar qué es lo que realmente les molesta. Porque a menudo esa pelea no es realmente por los platos. “Es más seguro pelearse por sacar la basura que por todas las demás cosas por las que deberías estar peleándote”, dijo Alsaleem. “Es más fácil centrarse en estos temas porque son un poco más tangibles que hablar de sentimientos. Es más difícil decir: ‘No siento que estemos conectados’ o ‘No siento que me valores’”.
Álvarez recomienda profundizar más y hacerte preguntas como: “¿Qué sentimiento me trae esto? ¿Es algo que sentí en la infancia? ¿Dónde más he sentido esta necesidad de no rendirme?”. Luego puedes compartir estas ideas con tu pareja.
Haz lo que sea bueno para tus niveles de estrés
“No me gusta cuando la gente usa sus zapatos en mi casa”, dijo Dontea’ Mitchell-Hunter, terapeuta radicada en Atlanta. “Literalmente tengo que decirme: ‘Ok, si hacen esto, ¿es el fin del mundo? ¿Se puede resolver este problema? Sí, puedo pasar la aspiradora. Entonces, ¿vale la pena enloquecer y gritar sobre un problema que se puede solucionar con menos estrés?’”.
A veces es más fácil para tu salud mental, dijo Mitchell-Hunter, aceptar algunas de las peculiaridades de tu pareja. “Mira la foto completa”, dijo. “Ríndete y di: ‘No importa cómo se pongan los trastes en el lavavajillas, siempre y cuando los platos queden limpios’”. También puedes estar agradecido porque tu pareja lavó los platos para que no tuvieras que hacerlo tú, agregó.
Ataca el problema
Tal vez pienses que es ridículo que tu pareja se enfade constantemente por algo que a ti te parece trivial, pero debes reconocer que los sentimientos que afloran son reales.
Cuando estamos enfadados con alguien, “ese enojo a menudo cosifica a los demás, borrando su humanidad”, escribió Paley Ellison en Untangled. Recuerda que esa persona a la que quieres está angustiada, dijo.
Después, intenta resolver el problema encontrando algo en lo que estén de acuerdo, dijo Álvarez, aunque el único punto de partida sea “estamos de acuerdo en que no deberíamos estar peleando por esto”. Ya con eso, añadió, al menos están colaborando.
Partiendo de ahí, aborden juntos el problema. Intenten encontrar un aspecto sobre el que ambos puedan ser flexibles, añadió Álvarez. A medida que vayan tratando cada punto conflictivo, hagan una concesión.
Si mantienen la cabeza fría y trabajan juntos, quizá la respuesta les llegue fácilmente. Si no se logran poner de acuerdo sobre el lugar “correcto” para colgar el trapo de la cocina, puede ser tan sencillo, dice Álvarez, como que “durante un mes una persona ponga el trapo donde ella quiere y luego lo haga la otra”.
Tal vez nadie tenga ‘la razón’
En el libro Us: Getting Past You and Me to Build a More Loving Relationship, Terrence Real, consejero de parejas, escribe que muchas personas pierden tiempo y energía peleándose por cuál es la versión “verdadera” de ciertos acontecimientos en sus relaciones, cuando no la hay.
Preocuparse por “averiguar qué punto de vista es ‘válido’ es una trampa”, escribe. “No hay lugar para la realidad objetiva en las relaciones personales”. Afirmó que quizá no haya necesariamente una sola verdad, sino solo dos verdades subjetivas. (Sin embargo, el sitio web del fabricante de electrodomésticos Whirlpool presenta una guía increíblemente precisa sobre cómo cargar el lavavajillas).
Y, como me dijo una amiga, “prefiero pelearme por cómo deja las tazas de café por toda la casa que tener que preguntar: ‘¿Por qué te acuestas con Linda?’”.
NY Times
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