

El paso del cometa interestelar 3I/ATLAS por el Sistema Solar se ha convertido en una especie de banco de pruebas a escala global para los sistemas de defensa planetaria, pero también en el origen de múltiples rumores sobre supuestos protocolos secretos y amenazas inminentes. En medio del ruido de las redes y los titulares llamativos, lo que se está poniendo realmente a prueba son los engranajes de la cooperación científica internacional, no un plan para disparar misiles al espacio.
Lejos de ser un aviso de catástrofe, 3I/ATLAS está sirviendo como caso piloto para ensayar cómo reaccionaríamos si algún día se detectara un objeto con riesgo real de impacto. La comunidad científica aprovecha que el cometa permanecerá observable durante meses para entrenar procedimientos, mejorar modelos orbitales y comprobar si la comunicación entre agencias funciona con la rapidez y la precisión necesarias.
Qué es 3I/ATLAS y por qué interesa tanto a la defensa planetaria
3I/ATLAS es solo el tercer objeto interestelar observado atravesando nuestro vecindario cósmico, después de ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS, con telescopios en Chile, y su órbita es claramente hiperbólica, lo que significa que procede de fuera del Sistema Solar y que, tras su visita actual, se marchará para no regresar.
Desde las primeras semanas de observación se vieron cosas raras incluso para los estándares de un cometa: un brillo que aumentaba más deprisa de lo esperado, un tono inusualmente azulado y una composición química extraña, marcada por una relación de níquel muy elevada frente a otros compuestos. A eso se suma la presencia de una “anticola” orientada hacia el Sol, un chorro de partículas que parece ir a contracorriente respecto a lo que suele verse en cometas clásicos.
Aunque estas anomalías han disparado la imaginación del público, para las agencias espaciales representan sobre todo un laboratorio natural para probar técnicas de observación y predicción orbital en un entorno difícil. La combinación de origen interestelar, morfología extendida (coma y múltiples colas) y comportamiento fotométrico poco habitual convierte a 3I/ATLAS en un desafío técnico perfecto para quienes se dedican a la vigilancia del cielo.
Lo importante, recalcan los organismos oficiales, es que todos estos rasgos peculiares no se traducen en riesgo. Las estimaciones actuales sitúan su máximo acercamiento a la Tierra en decenas de millones de kilómetros, muy por encima de cualquier escenario razonable de impacto. O, dicho de forma más llana, es un objeto raro para el laboratorio, pero irrelevante para emergencias.
IAWN, ONU y el ejercicio oficial de defensa planetaria con 3I/ATLAS
En este contexto entra en escena la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN), creada bajo el paraguas de la ONU para coordinar alertas, datos y respuestas ante posibles amenazas de impacto. La llegada de 3I/ATLAS ha servido para lanzar el octavo ejercicio formal de defensa planetaria de la IAWN, un simulacro global que se apoya en un fenómeno real en lugar de un escenario puramente ficticio.
La Organización de las Naciones Unidas, a través de la Oficina para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA), ha confirmado que el cometa es el objetivo central de este entrenamiento. El ejercicio implica a la IAWN, al Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG) y a UNOOSA, es decir, a los tres pilares del sistema internacional de defensa planetaria recomendado por la propia ONU.
La ventana de observación y pruebas se abre el 27 de noviembre de 2025 y se extiende hasta el 27 de enero de 2026, con una revisión intermedia el 9 de diciembre y una teleconferencia de cierre prevista para el 3 de febrero de 2026. Durante ese tiempo, observatorios, agencias espaciales y universidades de todo el mundo envían datos para comprobar si el engranaje global responde como debe.
En su comunicado oficial, la IAWN subraya que 3I/ATLAS “no representa ninguna amenaza” y que se ha elegido precisamente porque ofrece una prolongada observabilidad desde la Tierra y un gran interés científico. Es, en palabras de la propia red, un objetivo ideal para ejercitar la capacidad de la comunidad astronómica de extraer astrometría precisa de objetos complejos.
La Campaña de Astrometría de Cometas: cómo se entrena la defensa planetaria
La pieza central de este ejercicio es la Campaña de Astrometría de Cometas de la IAWN, en la que participa directamente la NASA junto con la Agencia Espacial Europea (ESA) y numerosos centros de investigación. Esta campaña coordina observaciones desde telescopios terrestres, estudios de tránsitos planetarios, sondas en órbita —incluyendo misiones como ExoMars TGO alrededor de Marte— y sistemas de vigilancia automatizados.
El objetivo es doble: por un lado, medir con extrema precisión la posición y el movimiento de 3I/ATLAS para refinar su órbita; por otro, evaluar hasta qué punto los distintos sistemas nacionales son capaces de intercambiar datos de forma rápida y sin perder calidad en el proceso. Las mediciones de un cometa con coma extensa y colas múltiples plantean desafíos singulares de astrometría, ya que el centro de brillo puede no coincidir exactamente con el núcleo, lo que sesga las predicciones si no se corrige bien.
Para no quedarse atrás ante el aluvión de información, la red de defensa planetaria está incorporando de forma creciente herramientas de inteligencia artificial. Estos algoritmos ayudan a filtrar y clasificar enormes volúmenes de datos astronómicos, detectando patrones y anomalías orbitales en tiempos que serían imposibles de alcanzar solo con revisión humana.
El ejercicio también permite identificar fallos de coordinación: si hay países que reciben la información con demasiado retraso, incompatibilidades técnicas entre sistemas de medición o cuellos de botella administrativos que ralenticen la toma de decisiones. A partir de ahí, se ajustan protocolos, se actualizan estándares de intercambio de datos y se refuerzan los canales de comunicación entre agencias.
Visto desde fuera, puede sonar muy a ciencia ficción, pero lo que se está ensayando es, en esencia, la capacidad de la comunidad internacional para detectar a tiempo un objeto realmente peligroso, calcular su trayectoria con fiabilidad y coordinar una eventual misión de desvío si fuera necesaria.
Europa, España y el papel de las agencias espaciales en este simulacro
En el caso europeo, la Agencia Espacial Europea (ESA) desempeña un papel clave dentro de la estructura de defensa planetaria de la ONU. Varios de sus programas de vigilancia —como los dedicados a objetos cercanos a la Tierra (NEO)— se integran en la malla de detección que alimenta de datos a la IAWN y al SMPAG. Misiones en órbita alrededor de Marte, como ExoMars TGO, también se suman a la campaña observando a 3I/ATLAS desde otra perspectiva.
España, por su parte, contribuye a este tipo de ejercicios a través de observatorios profesionales y redes de astrónomos aficionados que aportan mediciones fotométricas y astrométricas. Aunque los comunicados oficiales se centran en las grandes agencias, el flujo de datos incluye observaciones de múltiples instalaciones europeas, entre ellas telescopios situados en Canarias y otros enclaves con cielos privilegiados.
La participación europea no se limita a mirar al cielo. Varias agencias nacionales y centros de investigación del continente forman parte de SMPAG, el grupo encargado de estudiar posibles misiones de desviación en caso de amenaza real. La experiencia acumulada con ejercicios como el de 3I/ATLAS se suma a ensayos prácticos previos, como la misión DART de la NASA y su seguimiento detallado por parte de telescopios europeos.
Para los equipos científicos de la UE, 3I/ATLAS es interesante no solo por su valor como simulacro de alerta, sino como oportunidad para sondear la composición de un cometa interestelar. Escudriñar su coma y sus colas permite comparar estos materiales con los de cometas originados en nuestro propio sistema, algo fundamental para entender cómo se forman y evolucionan los sistemas planetarios.
En el plano más político, el ejercicio refuerza la idea de que la defensa planetaria es un esfuerzo compartido, en el que Europa no se limita a seguir el ritmo de la NASA, sino que aporta infraestructuras, personal científico y experiencia técnica.
Rumores, alarmismo y la supuesta “activación secreta” de la defensa planetaria
Mientras los astrónomos se centran en datos y simulaciones, en redes sociales ha circulado un relato muy distinto: titulares sobre que la NASA habría activado en secreto su sistema de defensa planetaria por un “fenómeno inexplicable” en 3I/ATLAS, insinuaciones sobre protocolos encubiertos e incluso especulaciones con tecnologías desconocidas.
Buena parte de esta narrativa nace de una confusión entre ejercicios de entrenamiento y alertas reales. La campaña de astrometría coordinada por la IAWN es, en efecto, un protocolo formal dentro de la arquitectura de defensa planetaria, pero su objetivo declarado es mejorar capacidades de detección y respuesta, no afrontar una amenaza inmediata. Es una mezcla de simulacro muy serio y oportunidad científica que algunos han interpretado, o presentado, como una señal de pánico.
Organismos verificadores y numerosos astrónomos han tenido que salir al paso para recordar que no hay ninguna evidencia de activación de armas o sistemas defensivos frente a 3I/ATLAS. Lo que se ha puesto en marcha son los mecanismos habituales de monitorización y coordinación científica que se aplican siempre que se detecta un objeto peculiar y relativamente accesible para la observación.
La propia NASA, junto con la ESA y otros socios, insiste en que la distancia mínima del cometa respecto a la Tierra es demasiado grande como para hablar de escenario de impacto. Las supuestas señales de radio inusuales asociadas a 3I/ATLAS se explican por procesos químicos normales en cometas, como la emisión de radicales de hidroxilo cuando se descomponen moléculas de agua, sin necesidad de recurrir a hipótesis más exóticas.
En la comunidad de divulgación, voces como la del físico y comunicador Javier Santaolalla han recalcado que todas las anomalías observadas pueden entenderse con la física conocida, sin respaldo alguno para teorías alarmistas. Para muchos científicos, el caso 3I/ATLAS es casi un ejercicio de pedagogía: un recordatorio de hasta qué punto titulares virales y medias verdades pueden distorsionar la percepción pública del riesgo.
Un “thriller” científico para probar que la defensa planetaria funciona
Si se mira con cierta perspectiva, lo que está ocurriendo con 3I/ATLAS encaja más con un thriller científico que con una película de catástrofes. La coordinación entre la ONU, la IAWN, el SMPAG, la NASA, la ESA y decenas de observatorios demuestra que la infraestructura básica de defensa planetaria ya existe y que se somete a prueba de forma periódica.
El ejercicio permite comprobar que se puede compartir información casi en tiempo real, afinar órbitas combinando observaciones desde la Tierra y desde Marte, y poner a punto procedimientos de alerta y respuesta antes de que haga falta activarlos por una amenaza de verdad. Es, en cierto modo, como un simulacro de incendio en un edificio: no indica que el fuego esté declarado, pero sí que se toma en serio la posibilidad de que ocurra algún día.
Al mismo tiempo, 3I/ATLAS abre un debate incómodo para las instituciones: cómo se comunica el riesgo sin alimentar el alarmismo. Mantener un perfil bajo puede evitar sobresaltos, pero deja espacio a la especulación; ser muy transparente sobre protocolos y ejercicios puede dar munición a quienes buscan convertir cualquier simulacro en una trama de conspiración.
En esa tensión entre ciencia y narrativa se ha movido esta historia desde el principio. Mientras los equipos técnicos se centran en calibrar telescopios y ajustar modelos, buena parte de la conversación pública se ha desplazado hacia teorías llamativas sobre armas espaciales, encubrimientos y supuestas tecnologías ajenas. En paralelo, la comunidad científica insiste en la necesidad de espíritu crítico para distinguir entre fascinación legítima por un objeto único y ruido alarmista.
El paso de 3I/ATLAS está dejando algo más que datos en los archivos de observatorios y agencias: confirma que el entramado internacional de defensa planetaria está vivo, se ejercita y aprende, y pone sobre la mesa hasta qué punto es importante acompañar cada protocolo técnico con una explicación clara al público para que la historia no se convierta, innecesariamente, en la trama de una película apocalíptica.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/defensa-planetaria-y-cometa-3i-atlas-que-se-ha-activado-realmente/
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