

Los murciélagos llevan siglos envueltos en leyendas y malentendidos, pero cuando miramos de cerca su papel en la naturaleza, aparece un retrato muy distinto: son piezas clave del equilibrio ambiental. En la práctica, su actividad nocturna sostiene procesos ecológicos esenciales como el control de insectos, la polinización y la dispersión de semillas, además de ofrecer beneficios directos a nuestra economía y bienestar. La función ecológica de los murciélagos no es un detalle menor; es una maquinaria que trabaja cada noche para mantener sanos los ecosistemas.
Más allá de los tópicos, estos mamíferos voladores conectan agricultura, biodiversidad, salud pública y cultura. Desde el ahorro de pesticidas en cultivos hasta la regeneración de bosques tropicales, pasando por su uso como bioindicadores en estudios ambientales, su importancia es tan amplia como concreta. Entender su valor es el primer paso para protegerlos, desterrar mitos y, de paso, apoyar ciudades y campos más sostenibles.
Qué son y por qué importan
Los murciélagos pertenecen al orden Chiroptera, término que procede del griego mano-ala, en referencia a su anatomía: una membrana que se extiende entre dedos alargados conforma unas alas extraordinariamente maniobrables. Son los únicos mamíferos con vuelo activo, presentes en casi todo el planeta salvo en los polos y algunas regiones extremas, con una diversidad que supera holgadamente el millar de especies.
En España se han identificado 35 especies, con dos endemismos en las Islas Canarias, y todas ellas gozan de protección legal debido a su delicada situación. Su tasa reproductiva es baja —muchas especies solo tienen una cría al año—, lo que las hace especialmente vulnerables a perturbaciones humanas, pérdida de refugios y degradación de hábitats.
No todas comen lo mismo: hay especies insectívoras, frugívoras y nectarívoras, e incluso existen algunas que consumen pequeños vertebrados. Solo tres especies hematófagas se alimentan de sangre y lo hacen de animales, no de personas. Incluso en estos casos, su saliva contiene compuestos como la draculina —un anticoagulante con aplicaciones médicas—, muestra de cómo la biodiversidad también inspira soluciones para la salud.
Control natural de plagas: aliados de la agricultura y la salud
Si buscamos un servicio ecológico tangible, el control de insectos encabeza la lista. Muchas especies insectívoras consumen enormes cantidades de presas cada noche: se estima que un murciélago puede ingerir hasta 1.200 mosquitos por hora, y colonias numerosas superan con creces esa cifra. Este voraz apetito recae sobre polillas, escarabajos y otros insectos que dañan cultivos, lo que se traduce en menos plagas y menos pérdidas.
Los datos son elocuentes: estudios en América del Norte han calculado que el servicio de depredación de murciélagos sobre plagas agrícolas supone ahorros valorados en miles de millones de dólares al año. Por ejemplo, la especie Tadarida brasiliensis, en colonias de maternidad de alrededor de un millón de individuos, puede llegar a consumir en una noche más de 8 toneladas de insectos, incluidos lepidópteros perjudiciales para cultivos de algodón y maíz. El ahorro en pesticidas y la reducción de resistencias en plagas tienen un impacto económico y ambiental considerable.
En México se han calculado consumos masivos nocturnos que alcanzan decenas de toneladas de insectos por cada millón de murciélagos, y en España ya se desarrollan investigaciones que apuntan a su papel como controladores biológicos en diferentes cultivos. También en parques y ciudades ayudan a mantener a raya a mosquitos y a la procesionaria del pino, generando beneficios para la salud pública y el bienestar cotidiano.
Para el sector agrícola y para las zonas periurbanas, su presencia se traduce en menos daños y en sistemas productivos más equilibrados. Un ‘pesticida natural’ que trabaja en silencio y de forma sostenible cada noche, reduciendo costes, contaminantes y dependencias de químicos.
Polinización nocturna: flores abiertas cuando cae la luz
Además de devorar insectos, algunos murciélagos —especialmente en regiones tropicales y subtropicales— se alimentan de néctar y polen. Estas especies realizan visitas nocturnas a flores adaptadas a atraer polinizadores de hábitos nocturnos. Su papel como polinizadores es decisivo en la reproducción de numerosas plantas.
Casos célebres son los magueyeros del género Leptonycteris, polinizadores de agaves, incluyendo el agave tequilero. Sin esas visitas, la diversidad genética y la persistencia a largo plazo de los magueyes se verían comprometidas. De ahí la consigna que escuchamos con frecuencia: sin murciélagos, peligran el tequila y el mezcal. Su labor también respalda cactáceas del desierto americano y especies de interés económico y ecológico como bananos o ceibas.
Incluso en entornos urbanos, jardines botánicos y áreas con flora adecuada pueden beneficiarse de estas interacciones, ya que algunas plantas abren flores por la noche. La polinización nocturna es un engranaje invisible que complementa la de abejas y mariposas, y sostiene cadenas alimentarias y economías locales.
Dispersión de semillas y regeneración de bosques
Las especies frugívoras devoran frutos y expulsan semillas viables a kilómetros de distancia del árbol madre, lo que favorece la colonización de nuevos parches y la recuperación natural de áreas degradadas. Su ‘reparto’ de semillas acelera la regeneración y aumenta la conectividad ecológica, vital en paisajes fragmentados.
Esta dispersión a gran escala permite que los bosques se reconstruyan tras perturbaciones, llevando diversidad genética y variedad de especies a lugares donde los árboles escasean. En zonas tropicales los murciélagos figuran entre los principales motores de la recuperación forestal, influyendo en la estructura y composición de las comunidades vegetales.
Sus excrementos, conocidos como guano o murcielaguina, se han aprovechado tradicionalmente como fertilizante por su riqueza en nutrientes. Este recurso natural añade otra capa de valor a su actividad, cerrando el círculo entre fauna, suelo y vegetación en una cadena de beneficios mutuos.
Termómetros del medio ambiente: bioindicadores sensibles
La presencia y el estado de las poblaciones de murciélagos ofrecen pistas muy útiles sobre la calidad ambiental. Como grupo, son sensibles a la contaminación, a la deforestación, a la alteración de sus refugios y a la iluminación artificial. Cuando disminuyen, a menudo hay una señal de alarma en el entorno.
Determinadas prácticas, como el abuso de pesticidas, reducen su alimento y pueden acumular compuestos tóxicos en la cadena trófica. La contaminación lumínica altera sus rutas de vuelo y conducta de caza, dejándolos expuestos o desincronizando su actividad. Su seguimiento científico, por tanto, ayuda a evaluar impactos y a planificar medidas de restauración y gestión.
Murciélagos y ciudades: convivencia que suma
Lejos de ser un estorbo, los murciélagos urbanos son aliados que mejoran la calidad de vida. Reducen mosquitos y otras plagas, y en determinadas condiciones contribuyen también a polinizar y dispersar semillas. Menos químicos para controlar insectos en entornos urbanos quiere decir aire, suelos y aguas más limpios.
La instalación de cajas refugio en parques, jardines, colegios y fachadas ayuda a compensar la falta de huecos naturales en árboles viejos o edificios tradicionales. Estos refugios artificiales facilitan la cría y el descanso, y acercan a la ciudadanía a la biodiversidad local mediante proyectos educativos y de ciencia ciudadana.
Otras acciones urbanas clave son ampliar y cuidar zonas verdes, mantener setos y arbolado, y disminuir la contaminación lumínica con alumbrado más eficiente y respetuoso con la fauna. La planificación urbana que integra la biodiversidad logra ciudades más resilientes y equilibradas, con beneficios tangibles para la comunidad.
Hábitats y el caso de Doñana
Los murciélagos utilizan una variada red de refugios y zonas de alimentación. Encuentran cobijo en bosques con árboles viejos, oquedades y cortezas; también en matorrales y áreas abiertas donde la caza de insectos es más efectiva. Humedales y riberas concentran alimento, y no es raro que aprovechen edificaciones humanas como graneros, casas abandonadas o torres.
En el entorno de Doñana, por ejemplo, conviven especies como el murciélago grande de herradura Rhinolophus ferrumequinum, el murciélago ratonero grande Myotis myotis, el murciélago común Pipistrellus pipistrellus y el murciélago rabudo Tadarida teniotis, entre otras. La heterogeneidad del paisaje —bosques, marismas, lagunas, matorrales— les proporciona refugio y alimento, haciendo del área un enclave idóneo para su estudio y conservación.
Amenazas y conservación en marcha
Entre las presiones más graves destacan la pérdida de hábitats y refugios por deforestación, urbanización y obras, el uso intensivo de pesticidas, la contaminación lumínica y la perturbación de colonias, especialmente en épocas de cría e hibernación. También algunas infraestructuras, como aerogeneradores mal ubicados, aumentan la mortalidad.
- Pérdida de refugios: desaparición de árboles viejos, sellado de edificios y molestias en cuevas y grietas.
- Contaminación y químicos: reducción de insectos y efectos tóxicos acumulativos.
- Luz artificial: desorientación y mayor exposición a depredadores.
- Desinformación: mitos y persecución injustificada.
En España, todas las especies están protegidas por normativas estatales y europeas, y algunas figuran como vulnerables o en peligro. Organizaciones y proyectos —como los impulsados por Fundación Global Nature en el marco de Alianzas por la Biodiversidad— promueven acciones de estudio y conservación: cajas refugio, protección de árboles veteranos, muros de piedra seca, setos y restauración de hábitats. La cooperación internacional es esencial, pues muchas especies son migradoras y recorren grandes distancias.
Mitos y realidades: conocer para conservar
Conviene desmontar ideas equivocadas. No son ciegos; muchas especies tienen buena visión, aunque se orientan sobre todo mediante ecolocalización. No atacan a las personas, y si alguno entra en casa, suele ser por desorientación. Tampoco todos beben sangre: solo unas pocas especies lo hacen, y de ganado u otros animales.
La mejor recomendación si aparece uno en casa por la noche es apagar las luces y abrir una salida al exterior para que se marche. Si es de día y está inmóvil, se puede recoger con guantes y dejarlo en una caja ventilada con un paño y un pequeño recipiente de agua; al caer la noche, abrir la caja hacia el exterior. Si estuviera herido o si existe sospecha de enfermedad (por ejemplo, un animal activo en pleno día dentro del hogar), no se debe tocar y hay que avisar a las autoridades sanitarias o ambientales.
Ecolocalización, vuelo y vida boca abajo
La ecolocalización es un sonar biológico: emiten ultrasonidos y analizan sus ecos para detectar obstáculos y presas con una precisión extraordinaria, hasta diferencias de microsegundos. Este sistema sensorial les permite cazar en plena oscuridad, localizar insectos diminutos e incluso ajustar su vuelo a gran velocidad.
También llama la atención su costumbre de colgarse boca abajo. Esto les facilita el despegue —dejarse caer y batir alas es más eficiente que remontar desde el suelo— y les proporciona seguridad frente a depredadores durante el día. Su anatomía de tendones les permite quedar sujetos sin esfuerzo muscular continuo, ahorrando energía.
Algunas especies pueden vivir más de tres décadas y alcanzar velocidades que rondan las 60 millas por hora. Su fisiología energética incluye estados de sopor e hibernación que reducen drásticamente la temperatura corporal y el metabolismo, estrategias documentadas en especies como Myotis chiloensis, clave para sobrevivir a condiciones extremas.
Beneficios para la sociedad: más allá del campo
El valor de los murciélagos trasciende la ecología. Sus servicios ecosistémicos sostienen economías locales, reducen costes agrícolas y mejoran la calidad de vida al limitar plagas en entornos urbanos. El guano como fertilizante, la polinización de plantas de interés alimentario y el ahorro en fitosanitarios componen una cartera de beneficios difícil de igualar por cualquier otro grupo animal.
Su presencia sirve, además, como indicador de la salud del entorno, orientando políticas públicas y planes de conservación. Incluir a los murciélagos en estrategias de urbanismo sostenible, agroecología y restauración de paisajes es apostar por sistemas más estables y resilientes frente al cambio global.
Acciones que funcionan: de lo local a lo global
En el plano práctico, hay medidas que pueden implementarse en hogares, fincas, pueblos y ciudades: instalar cajas refugio, conservar árboles viejos, mantener setos altos y muros de piedra seca, reducir el uso de pesticidas y regular la iluminación artificial. La educación ambiental y la ciencia ciudadana ayudan a desmontar prejuicios y a recopilar datos útiles para la gestión.
- Refugios artificiales: facilitan la cría y el descanso donde faltan cavidades naturales.
- Hábitats conectados: setos, arbolado y ribazos que actúan como corredores ecológicos.
- Menos químicos: control biológico de plagas, suelos y aguas más sanos.
- Luces responsables: alumbrado focal, cálido y con horarios para minimizar impactos.
En el calendario conviene marcar una fecha: el 17 de abril se celebra el Día de Apreciación de los Murciélagos, una ocasión perfecta para divulgar su importancia y sumar apoyos a su conservación. Conocer es conservar, y cada persona puede aportar desde gestos sencillos hasta la participación en programas locales.
Cultura y conocimiento: una relación antigua
Los murciélagos han ocupado un lugar singular en mitologías y tradiciones, como en la cultura maya, donde se asociaban a la noche y a los ciclos de vida. Hoy sabemos que esos relatos conviven con una realidad científica que revela su papel imprescindible en el funcionamiento de los ecosistemas. Integrar la mirada cultural y la científica mejora la comunicación, reduce miedos infundados y fomenta la protección de estos mamíferos.
Numerosas investigaciones —desde estudios sobre servicios ecosistémicos hasta trabajos de fisiología y ecología del comportamiento— sustentan con datos su valor. La evidencia acumulada sobre control de plagas, polinización, dispersión de semillas y ahorro económico es abrumadora y guía acciones de conservación en todo el mundo.
Cuesta imaginar el día a día sin su ayuda: cosechas más expuestas, bosques que tardan más en recuperarse, más químicos en el entorno y ciudades con más mosquitos. Proteger a los murciélagos es proteger una red de beneficios ecológicos, económicos y sociales que usamos a diario sin darnos cuenta.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/funcion-ecologica-de-los-murcielagos-aliados-del-campo-la-ciudad-y-la-biodiversidad/
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