

El ser humano, que alguna vez fue símbolo de sabiduría, conexión y armonía con la naturaleza, hoy atraviesa una silenciosa crisis de extinción interior. No se trata de una desaparición física inmediata, sino de una pérdida progresiva de su esencia, de su equilibrio natural y espiritual. Hemos cambiado la tierra por el cemento, el sol por las pantallas, el silencio por el ruido constante y el alma por la productividad.
Causas.
- Pérdida del contacto con la naturaleza: Al alejarnos del verde, del agua, del aire limpio, perdemos también el pulso de la vida. La tierra ya no nos nutre ni nos enseña, y el cuerpo humano, z enferma en entornos artificiales.
- Falta de exposición al sol: La ausencia de luz solar no solo afecta la vitamina D, sino también los ritmos circadianos, la melatonina y la producción hormonal, especialmente la testosterona, fundamental para la energía vital, la claridad mental y el bienestar físico.
- Sedentarismo: El cuerpo humano fue hecho para moverse. Sin movimiento, la sangre se estanca, el metabolismo se ralentiza y la mente se apaga. La inactividad, unida al estrés, se ha convertido en el terreno fértil de las enfermedades modernas.
- Pantallas y radiaciones 5G: Las pantallas han secuestrado nuestra atención, reemplazando la mirada real por la digital. Las ondas electromagnéticas, aunque invisibles, alteran los campos biológicos, interfiriendo con el descanso, el sueño profundo y la regeneración celular.
- Estrés y cortisol elevado: Vivimos en estado de alerta permanente. El exceso de cortisol (la hormona del estrés) daña el corazón, el cerebro, el sistema inmunológico y los vínculos afectivos. El cuerpo ya no sabe relajarse, y el alma ya no recuerda cómo confiar.
- Analfabetismo emocional: La incapacidad para gestionar las emociones ha creado una generación con alta inteligencia técnica y bajo coeficiente humano. Reprimimos, negamos o explotamos emocionalmente, generando ansiedad, depresión y vacío existencial.
- Mala nutrición y fármacos: Nos alimentamos de productos ultra procesados y fármacos sintéticos que alivian síntomas, pero destruyen la raíz del equilibrio. Hemos confundido la medicina con la industria y la comida con el negocio.
- Falta de descanso real: Dormir no es descansar. El descanso auténtico incluye silencio, conexión, contemplación, pausas conscientes y reconexión con uno mismo. Vivimos agotados, no por falta de tiempo, sino por exceso de desconexión.
- Desconexión humana: La soledad se ha normalizado. Las familias ya no se miran, las parejas ya no conversan, los hijos crecen con pantallas en lugar de abrazos. El amor se ha convertido en un lujo, cuando debería ser el oxígeno emocional del alma.
- Pérdida de espiritualidad: Hemos sustituido la fe viva por dogmas, la meditación por distracción y la conexión con la fuente por la dependencia tecnológica. Al desconectarnos del origen, nos hemos quedado sin propósito, sin norte, sin raíz.
Consecuencias.
- Epidemias silenciosas de ansiedad, depresión y fatiga crónica.
- Infertilidad, desequilibrios hormonales y envejecimiento prematuro.
- Aislamiento social y pérdida de sentido existencial.
- Dependencia tecnológica y deterioro cognitivo.
- Crisis ecológica y espiritual simultáneas: el planeta refleja nuestro propio desequilibrio interior.
Medidas de afrontamiento:
- Reconectar con la naturaleza: Camina descalzo, toca la tierra, respira el bosque, deja que el sol te toque.
- Restablecer el ritmo biológico: Duerme con oscuridad, despierta con la luz natural, come con conciencia.
- Mover el cuerpo con amor: No por estética, sino por energía vital. El cuerpo es el templo del alma.
- Reducir pantallas y ondas: Dedica horas sagradas sin tecnología. Tu mente necesita silencio eléctrico.
- Regular el estrés: Practica la respiración consciente, el descanso activo, la oración o la meditación.
- Educar las emociones: Aprende a sentir sin huir, a llorar sin culpa y a hablar sin herir.
- Elegir alimentos vivos: Prefiere lo natural, lo simple, lo que venga de la tierra y no del laboratorio.
- Descansar el alma: No todo descanso es dormir; también es perdonar, soltar, amar, contemplar.
- Reconectar con los demás: Abraza más, escucha sin interrumpir, mira con el corazón.
- Buscar la espiritualidad viva: No importa la religión, sino el reencuentro con la esencia, con lo divino que habita en ti.
- El ser humano no está extinguiéndose solo en la carne, sino en el espíritu.
- Muere un poco cada día cuando se desconecta de lo que lo hace verdaderamente humano: la ternura, la presencia, la empatía, la gratitud.
Vivimos rodeados de cosas, pero vacíos de sentido.
Sabemos mucho sobre el mundo, pero muy poco sobre nosotros mismos.
Corremos tras metas que no nos llenan, acumulamos sin sentir, y dormimos sin descansar.
El alma, silenciosa, observa desde adentro esperando que recordemos el camino de regreso.
Ese camino no está afuera.
No se encuentra en los templos, ni en las pantallas, ni en las ciudades de acero.
Está dentro, en el pulso del corazón, en la respiración que aún no hemos olvidado,
en ese instante de calma cuando dejamos de buscar y comenzamos a ser.
El mundo no necesita más velocidad, necesita más conciencia.
No requiere más tecnología, sino más humanidad.
No urge más progreso, sino más presencia.
La Tierra, paciente madre, sigue esperando.
Nos llama a través del viento, del río, del amanecer.
Nos pide que volvamos a mirar con ojos de niño,
a tocar con manos limpias,
a escuchar con el alma abierta.
Cada flor que nace, cada pájaro que canta,
cada rayo de sol que acaricia el rostro al amanecer
es una invitación a regresar al origen,
a reconectar con la Fuente que da vida y propósito.
Porque cuando el ser humano vuelve a su esencia,
la Tierra sana, el aire se limpia, el alma se expande.
Cuando recordamos que no somos dueños del planeta, sino parte de él,
comienza una nueva evolución: la del amor consciente.
Y ese amor (no el que se dice, sino el que se vive)
será el puente entre la ciencia y el espíritu,
entre el cuerpo y el alma,
entre el hombre y Dios.
No estamos perdidos, solo dormidos.
Y cada acto de bondad, cada respiración consciente,
cada mirada que abraza sin palabras,
es un despertar.
Despertar no es huir del mundo,
sino recordar quién eres dentro de él:
un alma eterna, un pedazo de cielo caminando sobre la Tierra,
una chispa divina que vino a aprender a amar.
Y cuando el ser humano vuelva a amar sin miedo,
a vivir sin máscaras,
a cuidar sin esperar,
entonces dejará de ser una especie en extinción…
y volverá a ser lo que siempre fue:
la expresión viva de la creación misma.
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32 (RRV1960)
Si necesitas apoyo psicológico o corporativo especializado
Te ofrezco acompañamiento profesional en:
Terapia individual: manejo emocional, ansiedad, autoestima, duelos y crecimiento personal.
Terapia de pareja: fortalecimiento del vínculo, comunicación y resolución de conflictos.
Apoyo corporativo: programas de bienestar laboral, gestión emocional y mejora del clima organizacional.
Capacitación en habilidades blandas: liderazgo empático, comunicación asertiva, inteligencia emocional y trabajo en equipo.
Dra. Elizabeth Rondón. Especialista en bienestar emocional, relaciones humanas y desarrollo organizacional.
Tlf. +583165270022
Correo electrónico: Elizabethrondon1711@gmail.com
