
Un ratón, mirando por un agujero en la pared, ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete.
Sintió emoción imaginando qué podría ser lo que contenía. Quedó aterrorizado cuando descubrió que ¡¡¡era una ratonera!!!
Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos:
«¡¡¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!!!»
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
—Discúlpeme, Sr. Ratón. Yo entiendo que es un gran problema para usted, mas no me perjudica en nada, no me incomoda.
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
—¡¡¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!!!
—Discúlpeme, Sr. Ratón, pero no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo, que será recordado en mis oraciones.
El ratón se dirigió entonces a la vaca, y la vaca le dijo:
—Pero, ¿acaso yo estoy en peligro? Pienso que no… Es más… Estoy segura de que no.
Entonces el ratón volvió a la casa preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando a su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra mordió a la mujer.
El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre. Todo el mundo sabe que, para alimentar a alguien con fiebre, no existe nada mejor que una sopa.
El granjero agarró su hacha y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina.
Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. Pero la mujer no se curó y acabó muriendo.
Y el granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.
Análisis de la fábula “El ratón y la ratonera.”
Esta fábula popular, aunque aparentemente sencilla, encierra una profunda lección sobre la interdependencia entre los seres y el impacto que nuestras acciones (o inacciones) tienen sobre los demás. El relato nos muestra cómo la falta de empatía y solidaridad frente al sufrimiento ajeno puede terminar afectándonos de maneras que nunca imaginamos.
La empatía como principio de humanidad.
El ratón, al descubrir el peligro de la ratonera, no actúa solo por miedo; también lo hace por preocupación colectiva. Su reacción representa la conciencia empática, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de advertir el peligro antes de que sea demasiado tarde.
Sin embargo, los demás animales no logran ver más allá de su propio bienestar. La gallina, el cordero y la vaca encarnan la visión limitada del egoísmo cotidiano, esa tendencia a pensar que “si no me afecta, no me importa”.
En la vida real, esta falta de empatía se traduce en indiferencia ante el sufrimiento ajeno, en mirar hacia otro lado cuando alguien necesita ayuda, o en minimizar los problemas de los demás porque “no son míos”.
La solidaridad como fuerza de conexión.
La fábula nos recuerda que vivimos en comunidad, que nuestras existencias están entrelazadas, y que lo que afecta a uno puede, tarde o temprano, afectarnos a todos.
La solidaridad no es solo un gesto altruista, es también una forma de sabiduría social: comprender que proteger al otro también es protegernos.
Si los animales hubiesen escuchado al ratón, si se hubiesen unido para encontrar una solución, quizá el destino de todos habría sido distinto. Así ocurre también en la sociedad: cuando falta la colaboración, el tejido humano se rompe y el dolor se multiplica.
Las consecuencias de la indiferencia.
El desenlace es tan impactante como inevitable. Cada uno de los animales que ignoró el peligro del ratón termina sufriendo las consecuencias de su indiferencia.
Primero muere la gallina, luego el cordero, y finalmente la vaca. Todos caen víctimas de una cadena de acontecimientos que comenzó con un pequeño aviso desoído.
La moraleja es clara: la indiferencia tiene un costo. Cuando negamos ayuda, cerramos el corazón, o minimizamos el dolor ajeno, sembramos las condiciones para que el sufrimiento regrese, amplificado, a nuestras propias vidas.
En términos humanos, esta historia nos recuerda que el mal que ignoramos no desaparece: se transforma, se propaga y, tarde o temprano, nos alcanza.
Desde una perspectiva espiritual, esta fábula nos invita a despertar la conciencia del “nosotros”. No somos islas. Estamos unidos por la energía de la vida, por la compasión y por un destino común.
La empatía es una forma de amor, y la solidaridad, su expresión práctica.
Cuando ignoramos el dolor ajeno, negamos nuestra humanidad; cuando ayudamos, nos convertimos en instrumentos de luz.
El ratón representa al ser consciente que percibe el peligro invisible y busca advertir a los demás, aun cuando no lo escuchan. En ese sentido, la historia también nos enseña a no perder la fe en la bondad, aunque el entorno parezca cerrado o indiferente.
“La vida es una red invisible donde todos estamos conectados.
Cuando uno sufre, la vibración del dolor recorre el tejido y nos alcanza.
Solo el amor y la compasión pueden fortalecer los hilos que nos unen.
Que nunca seamos la gallina, el cordero o la vaca que ignoran el clamor del otro, sino el corazón despierto que escucha, comprende y actúa.”
“El que habla verdad declara justicia, pero el testigo mentiroso, engaño. La lengua veraz permanece para siempre, pero la lengua mentirosa sólo por un momento.” Proverbios 12:17-19 (RRV1960)
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