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Dom. Nov 24th, 2024
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Miles de bolsonaristas radicales destrozaron las sedes de los tres poderes del Estado de Brasil en su empeño por obstaculizar la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva. Aunque el tiro les salió por la culata, según analistas.

Una semana después de que Lula fuera investido presidente en una ceremonia que combinó pompa institucional con fiesta popular, una turba de seguidores de su predecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro, invadieron y saquearon el palacio presidencial, el Congreso y el Supremo Tribunal Federal, inconformes con la victoria electoral del exlíder sindicalista.

Las imágenes del ataque dieron paso inmediatamente a otra poderosa estampa: Lula y los jefes de los poderes Legislativo y Judicial bajaron la rampa que une el palacio de Planalto, sede presidencial, y la plaza de los Tres Poderes.

Juntos reafirmaron que la joven democracia de Brasil no va a ser derrotada, casi cuatro décadas después del fin de la dictadura militar.

“Los hechos (del 8 de enero) tuvieron el efecto contrario” a lo que se buscaba, dice a la AFP Mayra Goulart, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ).

“Lula sale reforzado. Hay un clima de unión nacional en defensa de la democracia“, opina.

En el extranjero, la condena fue unánime. Washington, Moscú, Pekín, Bruselas y las capitales de América Latina expresaron unánimemente su apoyo al presidente de Brasil, un país que Bolsonaro aisló del mundo.

La conmoción internacional refuerza la posición de Lula, que será percibido como un dirigente importante que actúa por el fortalecimiento de los foros multilaterales“, opina Goulart.

“APOYO UNÁNIME”

Leandro Gabiati, de la firma de consultores Dominium, también considera que la imagen de Lula en el extranjero salió “reforzada” por dar una respuesta firme pero equilibrada tras los ataques.

La de Bolsonaro, en cambio, empeoró.

Internamente, Lula obtuvo “el apoyo unánime” de toda la clase política y del sector financiero, añade. También de la población brasileña, que en su gran mayoría quedó impactada por las imágenes de violencia contra las instituciones.

Lula fue puesto a prueba y hasta el momento ha salido relativamente bien“, estima Gabiati, para quien el mandatario mostró una “postura ponderada” que permitió de alguna manera “restaurar la normalidad”.

Entre cristales y muebles rotos, ministros de Lula tomaron sus carteras en ceremonias oficiales en las que hablaron de “golpe” y advirtieron que el Gobierno no va a ceder.

Los atacantes, que según el Gobierno cometieron actos de “terrorismo”, se enfrentan a penas de hasta 30 años de prisión.

Mientras las autoridades cierran el cerco entorno a los financistas y organizadores de la asonada, las fuerzas de seguridad se prepara para una reorganización y los bolsonaristas serán expulsados del equipo de vigilancia del palacio presidencial.

En pocos días, unas 2.000 personas fueron detenidas, de las que más de un millar sigue encarcelada.

“Lula deberá tomar sanciones ejemplares, para impedir que actos de este tipo se repitan”, dijo Gabiati.

“PAÍS DIVIDIDO”

Pero nada garantiza que esta unidad nacional perdure.

Lula aún tendrá la difícil tarea de sanar un país de fuertes divisiones, profundizadas luego de una amarga campaña electoral llena de desinformación.

Los elementos más radicales del movimiento bolsonarista, determinados a seguir una cruzada contra el “comunismo”, el “corrupto” Lula y el sistema electoral, no muestran señales de desfallecer.

“El movimiento sigue ahí y probablemente podemos esperar algún tipo de desórdenes de baja intensidad, protestas y algún tipo de violencia“, señaló Michael Shifter, del Diálogo Interamericano.

“No creo que vaya a desaparecer”.

Para Eurasia, los hechos del 8 de enero “son un duro recordatorio de que Lula se enfrenta a un país profundamente polarizado”.

El ídolo de la izquierda latinoamericana ganó en la raya la elección presidencial: obtuvo 60 millones de votos contra 58 millones de Bolsonaro.

Pocos días después de iniciar su mandato, el Gobierno debe “gastar energías en las investigaciones de los golpistas”, opinó Goulart. Pero eso “no puede contaminar” sus objetivos de combatir los problemas urgentes, como el hambre y la pobreza, de la primera economía latinoamericana.

FUENTE: AFP


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