

Desde la ciudad amazónica de Belém, donde Brasil se prepara para albergar la Conferencia del Clima COP30, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva lanzó un mensaje contundente a la comunidad internacional: América Latina no puede seguir tolerando la presencia de buques de guerra extranjeros frente a sus costas. Su declaración, pronunciada con tono firme y visión política, busca colocar en el centro de la próxima cumbre CELAC–Unión Europea, que se celebrará en Santa Marta, Colombia, un tema que toca la fibra más sensible de la soberanía regional: la creciente militarización de los mares latinoamericanos.
“América Latina es una región de paz. No podemos permitir que se normalice la presencia de buques de guerra extranjeros en nuestros mares. Los conflictos políticos se resuelven con diálogo, no con bombas ni invasiones”, advirtió Lula. Su llamado no fue un gesto aislado, sino parte de una estrategia que busca reactivar el liderazgo latinoamericano en un momento en que Estados Unidos intensifica su presencia militar en el Caribe y el Atlántico Sur bajo el pretexto de operaciones antidrogas.
Las últimas semanas han estado marcadas por un aumento de las maniobras navales y aéreas estadounidenses, especialmente en zonas cercanas a Venezuela. Diversos medios internacionales y organizaciones de derechos humanos han documentado ataques contra embarcaciones civiles que dejaron más de sesenta víctimas mortales, según estimaciones del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, quien pidió una investigación independiente y calificó los hechos como “ejecuciones extrajudiciales”. Detrás de estos operativos, Washington sostiene que su objetivo es frenar el narcotráfico, aunque cada vez más voces en la región interpretan esta presencia como una forma de presión geopolítica que amenaza la estabilidad continental.
Lula respondió a ese panorama con una postura clara: cooperación en lugar de confrontación. “Si realmente quieren combatir el narcotráfico, deberían ayudar a los países de la región a fortalecer sus instituciones, no disparar contra ellos”, señaló, al proponer un sistema regional de inteligencia y coordinación policial. “El único enfrentamiento que aceptamos es el de las ideas: sin armas, sin destrucción, sin muertes”, agregó, insistiendo en que el diálogo debe prevalecer sobre la fuerza.
La preocupación del presidente brasileño también se extiende al ámbito económico. En los últimos meses, Estados Unidos ha elevado los aranceles a las exportaciones brasileñas, en algunos casos hasta en un 50 %, una medida que Lula considera una forma de presión política disfrazada de política comercial. Según reveló, mantiene canales abiertos de comunicación con el expresidente Donald Trump para buscar una salida diplomática, aunque advirtió que Brasil no aceptará imposiciones que vulneren su soberanía.
Con la cumbre CELAC–UE a celebrarse en Santa Marta, Colombia, los días 9 y 10 de noviembre, Lula busca que los países latinoamericanos adopten una posición unificada frente a la injerencia militar y las sanciones económicas que afectan a la región. “La reunión CELAC–UE solo tiene sentido si discutimos la presencia de los buques de guerra estadounidenses en los mares de América Latina”, reiteró, al subrayar que el debate no puede reducirse a acuerdos comerciales mientras la seguridad y la paz regional están en riesgo.
Sus palabras coinciden con las del presidente colombiano Gustavo Petro, quien ha denunciado la militarización del Caribe como una afrenta directa contra los pueblos del sur. Ambos mandatarios coinciden en que, bajo el pretexto de operaciones antinarcóticos, se encubre una política de control territorial y coerción económica que podría derivar en una crisis regional de gran magnitud.
Lula, con su experiencia política y su visión de integración, defiende que América Latina hable con una sola voz y se consolide como un bloque capaz de dialogar en igualdad de condiciones con Europa y Estados Unidos. Desde Belém, reafirmó su compromiso con una diplomacia basada en la paz, la justicia social y la independencia regional. “El continente no puede aceptar que la lógica de las armas vuelva a definir su destino”, declaró.
En vísperas de una cita que podría marcar un punto de inflexión en la política exterior latinoamericana, Lula cerró su mensaje con una frase que sintetiza su visión de futuro: “América Latina no necesita ejércitos en sus mares, sino puentes entre sus pueblos”. Una afirmación que, más que una consigna, se proyecta como una invitación a recuperar el espíritu de unidad, soberanía y dignidad que durante décadas definió el sueño de una región en paz.
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