

La idea de usar espejos espaciales para iluminar la noche ha salido de nuevo a la palestra con el plan de Reflect Orbital, una propuesta que promete luz solar redirigida tras el ocaso para energía, servicios urbanos y emergencias. El planteamiento es tan llamativo como controvertido, y ya acumula apoyos y críticas a partes iguales.
Más allá del efecto «wow» tecnológico, el debate se centra en su viabilidad real y en las posibles consecuencias para el cielo oscuro, la biodiversidad y la astronomía profesional. Mientras la empresa asegura que la iluminación sería breve, predecible y selectiva, científicos y entidades conservacionistas piden cautela.
Satélites espejo: qué propone Reflect Orbital

Reflect Orbital ha solicitado permiso a la FCC para lanzar su primer satélite de prueba, EARENDIL-1, que incluiría un espejo desplegable de 18 metros de lado y cuyo despegue la empresa sitúa en abril de 2026. La misión operaría en torno a los 625 km de altitud y en órbita sincrónica con el Sol, lo que mantiene el satélite permanentemente iluminado mientras bordea la línea día-noche.
El plan a medio plazo contempla una constelación de hasta 4.000 satélites hacia 2030, con diseños de espejo que irían desde 10×10 metros hasta 54×54 metros. Según la compañía, la luz se dirigiría a áreas concretas de varios kilómetros durante intervalos acotados antes de desviar el haz para evitar iluminar fuera de objetivo.
En 2024 la firma obtuvo un contrato de 1,25 millones de dólares del programa SBIR de la Fuerza Aérea de EE. UU. La empresa habla de aplicaciones como prolongar la generación en granjas fotovoltaicas nocturnas, apoyo tras desastres y usos urbanos, y asegura haber recibido cientos de miles de expresiones de interés antes siquiera de volar su demostrador.
¿Cuánta luz podrían aportar? Cálculos y límites físicos

Además, a unos 625 km de altura un satélite se mueve cerca de 7,5 km/s, de modo que permanecería alineado con un municipio apenas 3,5 minutos. Sostener una iluminación relativamente constante exigiría coreografiar grandes grupos pasando en sucesión, con una complejidad logística notable.
El propio fundador, Ben Nowack, llegó a deslizar que podrían requerirse hasta 250.000 satélites para cumplir las metas comerciales, una cifra que superaría el total de satélites y fragmentos de basura espacial catalogados. Este orden de magnitud incrementa dudas sobre costes, colisiones y gestión del tráfico orbital.
Varios expertos añaden que para replicar algo cercano al brillo diurno harían falta superficies que, desde tierra, tengan un tamaño aparente comparable al del Sol, un listón físico y económico muy difícil de franquear con espejos de decenas de metros.
Impacto ambiental y sobre la astronomía

Organizaciones ambientales advierten que la iluminación artificial nocturna puede alterar ritmos biológicos de aves, insectos y mamíferos. Como recuerda BugLife, la ruptura del ciclo día-noche modifica comportamientos clave y, en Europa, podría afectar corredores migratorios y áreas protegidas que dependen de cielos oscuros.
Investigadores alertan también de posibles interferencias radioeléctricas de grandes constelaciones, un problema ya observado con otros despliegues. La comunidad teme un empeoramiento de la calidad del cielo nocturno, hasta el punto de ser «devastador» para ciertos programas de observación si la constelación creciera a gran escala.
Reflect Orbital afirma que su luz se redirigirá de forma breve, predecible y selectiva, compartiendo efemérides y evitando observatorios cuando sea necesario. Sin embargo, astrónomos replican que siempre habrá dispersión de luz fuera del punto de interés y que el simple número de objetos en órbita puede complicar la mitigación.
En el contexto europeo, la inquietud alcanza a centros de referencia como los observatorios de Canarias y otras instalaciones del continente, donde cualquier aumento de destellos artificiales podría reducir la ventana útil para la ciencia y la divulgación del cielo oscuro.
Antecedentes y obstáculos regulatorios

El concepto no es nuevo: ya en 1993 Rusia probó Znamya 2, un reflector de unos 25 metros que proyectó una mancha luminosa de varios kilómetros antes de reentrar sobre Canadá días después. Estados Unidos y la Agencia Espacial Europea exploraron ideas parecidas, pero nunca llegaron a operatividad comercial.
Los motivos se repiten: viabilidad técnica limitada, costes muy elevados y beneficios discutibles frente a alternativas terrestres. A ello se suma la coordinación internacional necesaria para minimizar riesgos de colisión y el escrutinio por contaminación lumínica.
Incluso si EARENDIL-1 logra despegar, escalar a miles (o decenas de miles) de unidades exigiría una financiación masiva, fábricas de despliegue rápido, permisos en varios países y una gestión orbital exquisita. En paralelo, reguladores y comunidades científicas en EE. UU. y Europa examinarán con lupa el impacto ambiental y científico antes de autorizar despliegues mayores.
Con todo, la conversación ya está abierta: entre la posibilidad de extender la producción renovable y las advertencias sobre el derecho a un cielo nocturno oscuro, gobiernos y sociedad civil deberán ponderar si esta tecnología encaja —y cómo— en las prioridades energéticas y ambientales de las próximas décadas.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/espejos-espaciales-para-iluminar-la-noche-plan-dudas-y-efectos/
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