
Los expertos afirman que el uso de las lenguas maternas de Iberoamérica ahorra costes y confiere más agilidad a los proyectos.
Los negocios son los negocios. Pero sí importa, y mucho, la lengua en la que se hacen. Y entre los “iberohablantes” los negocios salen mejor, más rápido y con menos costes añadidos, si se hacen hablando más español y portugués y menos inglés. De eso trataron los participantes en la mesa titulada “Lenguas que conectan. Dos idiomas, un mercado”, dentro del Encuentro Empresarial Iberoamericano que se celebró este miércoles en el Club Prensa de LA NUEVA ESPAÑA, organizado por el periódico y Asicom, con el patrocinio de FADE, Caja Rural de Asturias y el Ayuntamiento de Siero
Javier Íscar, vicepresidente de CIAM-CIAR, el Centro Iberoamericano de Arbitraje, subrayó que el idioma “marca las relaciones comerciales”. Sin embargo, poder contratar en el idioma nativo no es tan habitual en el día a día de Iberoamérica. Apuntó, como ejemplo, el caso reciente de un caso de arbitraje entre una empresa asturiana y una mexicana que tuvieron que resolver el proceso en inglés porque “el idioma del financiador era el inglés”. Íscar incidió en que el español y el español es, hoy en día, el segundo idioma nativo más usado en los negocios en el mundo y, pese a ello, en muchas ocasiones las operaciones se cierran en inglés, lo que obliga a contratar a abogados anglosajones “con tarifas que no entendemos”, por elevadas.
Emília Almeida, consejera económica de Angola en España, apuntó que “la convergencia lingüística mejora la dinámica empresarial entre las partes”. Añadió que el proceso de internacionalización de las empresas “necesita rapidez en las negociaciones, y cuando no hay esa comprensión lingüística muchas cosas se pierden”. Almeida apuntó que el uso de la lengua común también es clave para facilitar la movilidad académica y profesional.
El embajador de Honduras en España, Marlon Brevé, también participante en esta mesa, consideró “irónico” que las diferencias entre países de habla hispana acaben dirimiéndose con uniformes escritos en inglés o francés. El embajador, que agradeció al Gobierno de España su esfuerzo para que el español sea el idioma utilizado en los procesos de arbitraje internacional, insistió en que hay que aprovechar que tantos países tienen “una sola voz”. Hizo las cuentas: 500 millones de hablantes cuya lengua materna es el español, a los que añadió otro 100 millones de personas que hablan español; más los que hablan portugués en Europa, América y África para llegar a casi 900 millones. Por ello reclamó “alzar la voz” para que el español y el portugués sean idiomas “que prevalezcan en el multilateralismo”.
También participó en esta mesa Carmen Ealo de Sá, cónsul de Brasil, que reivindicó el papel de los dos idiomas en la solución de problemas de arbitraje internacional. A su lado se sentó Fridgiano Álvaro Durántez, director de Relaciones Institucionales de la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber). Durántez aseguró que dado de lo “fundamental de las lenguas es que conectan a las personas, no hay dos lenguas que conecten más que el español y portugués. Son dos lenguas grandes que, al mismo tiempo, son recíprocamente comprensibles, cosa que no ocurre con otras lenguas grandes. El inglés y el alemán, o el francés y el italiano no son recíprocamente comprensibles”. Durántez apuntó que esa cualidad del espacio iberófono no se produce en el espacio arabófono. “El árabe de Mauritania o Marruecos no lo entienden en Jordania o en Arabia Saudí. Es como si los españoles y los angoleños tuviésemos que hablar en latín”, añadió. Este experto también incidió en el peso lingüístico del español y el portugués: “El primer bloque lingüístico del mundo. El chino mandarín es la mengua materna más hablada del planeta, por unos 950 millones de personas, pero no tiene proyección exterior, se habla solo en un país”.
El director de relaciones institucionales de Funiber destacó que hay que potenciar el uso de estos dos idiomas para dar más visibilidad a los países donde se habla español o portugués. También considera que “articular un espacio académicamente panibérico compensaría una globalización marcada por parámetros anglosajones”. Durántez sentenció: “Podemos aceptar el inglés como lengua franca internacional, pero no contribuir a convertirle en la lengua internacional. Eso es absurdo e indigno”. Según su punto de vista, “fortalecer la iberofonía” tiene que ver con una “dignidad elemental de nuestras culturas y países y su proyección”. Propuso, para empezar a actuar por lo pequeño, acabar con los nombres en inglés de las empresas. “Porque, por ejemplo, pasear por la calle Fuencarral de Madrid y ver que todas las tiendas tienen nombres en inglés es de vergüenza ajena. Hay que ser poco amable con esto. Discretamente, pero que lo vayan cambiando, por favor”. En este mismo sentido, Javier Iscar se preguntó por qué, en muchos eventos empresariales, algunas mesas de ponentes están en inglés. “Quizá porque pensemos que así saldrán mejor”.

