
Un viaje interior desde la mirada de Carl Jung.
El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, una de las figuras más influyentes de la psicología profunda, dejó esta frase que se ha convertido en un faro para quienes transitan el camino del autoconocimiento:
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.”
Detrás de estas palabras se esconde una verdad simple y poderosa: no podemos sanar aquello que no estamos dispuestos a mirar. Lo que negamos, reprimimos o evitamos permanece activo en nuestro inconsciente, condicionando nuestras emociones, nuestras relaciones y nuestras decisiones. En cambio, cuando tenemos el valor de reconocerlo, el mismo dolor que antes nos limitaba se convierte en una puerta hacia la libertad interior.
Causas de la negación.
Negar es una forma de defensa. La mente, en su intento de protegernos del sufrimiento, crea mecanismos inconscientes que distorsionan la realidad para mantenernos a salvo… al menos temporalmente.
Entre las principales causas de la negación se encuentran:
- El miedo al dolor emocional: muchas personas no se sienten preparadas para enfrentar la tristeza, la culpa o la vergüenza que implicaría aceptar ciertas verdades.
- El orgullo o el ego: reconocer un error, una debilidad o una herida puede percibirse como una amenaza a la identidad o al control.
- Experiencias traumáticas previas: cuando el pasado ha dejado huellas dolorosas, el inconsciente bloquea el recuerdo o lo minimiza para evitar el colapso emocional.
- Modelos familiares o culturales: en muchas familias y sociedades se enseña a “aguantar”, a “no mostrar debilidad”, perpetuando patrones de represión emocional.
Negar puede aliviar momentáneamente, pero a largo plazo se convierte en una forma de esclavitud invisible. Lo que negamos no desaparece: se esconde en el cuerpo, en los pensamientos repetitivos o en las emociones que no entendemos.
Consecuencias de la negación.
Cuando la negación se prolonga, su precio es alto. El cuerpo y la mente comienzan a expresar lo que la conciencia calla:
- Estrés crónico y somatización: el cuerpo grita lo que el alma calla. Pueden aparecer síntomas físicos sin causa aparente.
- Ansiedad, irritabilidad o depresión: al reprimir emociones, estas terminan manifestándose de manera distorsionada.
- Relaciones tóxicas o repetitivas: lo que no sanamos en nosotros, lo proyectamos en los demás.
- Falta de autenticidad: la negación nos aleja de nuestra verdad interior, nos hace vivir desde máscaras o personajes para evitar el rechazo.
- Bloqueo en el crecimiento personal: lo negado consume energía psíquica que podríamos utilizar para evolucionar, crear o amar con plenitud.
En palabras de Jung, “hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino.”
Medidas de afrontamiento: del rechazo a la aceptación.
Aceptar no significa resignarse. Significa ver con claridad, sin juicio ni huida. Algunas prácticas que ayudan en ese proceso son:
- Reconocer sin culpa: permitirnos decir “esto me duele” o “esto me cuesta” es el primer paso hacia la liberación.
- Observar las emociones: cada emoción es un mensajero; si la escuchamos, revela lo que necesitamos sanar.
- Buscar acompañamiento terapéutico: un psicólogo o terapeuta puede ayudar a desactivar mecanismos inconscientes que perpetúan el dolor.
- Practicar la autocompasión: abrazar nuestras sombras con ternura, sin juzgarnos, transforma la lucha en reconciliación.
- Integrar lo aprendido: cuando comprendemos lo que hay detrás de nuestra negación, lo convertimos en sabiduría y fortaleza interior.
- Aceptar es permitir que la luz toque nuestras heridas sin que estas nos definan.
Negar es permanecer en la oscuridad, creyendo que el silencio bastará para que el dolor se disuelva. Pero lo negado no muere, solo espera ser reconocido.
Aceptar, en cambio, es un acto de valentía: es mirarse con honestidad y decidir sanar.
Carl Jung nos invita a reconciliarnos con nosotros mismos, a dejar de luchar contra lo que somos. Porque solo cuando abrazamos nuestras sombras podemos descubrir la totalidad de nuestra luz. Aceptar no es rendirse, es volver a ser uno mismo.
Y en ese instante (cuando dejamos de huir) comienza la verdadera transformación.
“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”. Juan 16:33(RRV1960)
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