

Caracas, Venezuela – En un contexto marcado por múltiples crisis económicas, sociales y políticas, los pacientes renales en Venezuela enfrentan una lucha diaria por su supervivencia. La suspensión del Sistema de Procura de Órganos y Tejidos en 2017 dejó a miles de personas sin la posibilidad de acceder a trasplantes de riñón, obligando a muchos a buscar alternativas fuera del país. Este panorama ha generado un éxodo silencioso y desesperado de enfermos renales que emigran en busca de una oportunidad para prolongar sus vidas.
La historia de Yermi Yejam: una lucha de años
Yermi Yejam, de 48 años, es uno de los miles de pacientes afectados. Desde que comenzó su tratamiento de diálisis en 2017, su vida ha estado marcada por el deterioro físico y emocional. En un principio, intentó someterse a un trasplante con un donante vivo, pero las restricciones y la falta de recursos en el sistema de salud pública hicieron imposible que el procedimiento se concretara.
“Fue un desgaste emocional durísimo. Cada cita médica tardaba meses y los exámenes se vencían. Después de varios años, me di cuenta de que aquí no había posibilidades de un trasplante”, relata Yermi mientras descansa en su hogar junto a sus tres hijos.
Ocho años después, su salud está gravemente deteriorada. Las complicaciones asociadas a la insuficiencia renal crónica limitan sus movimientos y lo han llevado a tomar una decisión difícil: emigrar a España para buscar un trasplante. “No me voy por calidad de vida, me voy a buscar vida. Si me quedo aquí, lo que me espera es la muerte”, afirma con determinación.
Una realidad compartida: historias de esperanza y sacrificio
La situación de Yermi no es única. Jhonathan Villarreal, de 33 años, vivió una experiencia similar. Tras siete años en diálisis y sin acceso a un trasplante en Venezuela, decidió emigrar a España en 2022. “Estaba entre la espada y la pared. O venía aquí a buscarme la vida o me quedaba en Venezuela esperando la muerte”, comenta desde Madrid.
Jhonathan llegó al aeropuerto de Madrid solicitando ayuda humanitaria. Su estado crítico lo llevó a ser hospitalizado durante 17 días, donde recibió atención médica adecuada. Un año y medio después, recibió el trasplante de riñón que tanto necesitaba. Hoy en día puede caminar nuevamente, ha reunido a su familia en España y ayuda a otros pacientes venezolanos a seguir su ejemplo.
“Ya hemos venido 13 pacientes de mi unidad de diálisis en Mérida, y solo faltan dos por trasplantarse”, señala con orgullo Jhonathan, quien se ha convertido en un referente para quienes buscan una segunda oportunidad fuera del país.
El alto costo de los trasplantes y las limitaciones del sistema
En Venezuela, el costo de un trasplante renal en el sector privado supera los 50.000 dólares, una cifra inalcanzable para la mayoría de los pacientes. En el sector público, los trasplantes entre donantes vivos se reanudaron en 2022, pero solo hay una clínica en todo el país que realiza estas operaciones, lo que limita severamente el acceso.
Según la Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela (ONTV), existen aproximadamente 10.000 personas sometidas a tratamientos de diálisis en el país, y alrededor del 60% podría ser candidato para un trasplante. Sin embargo, la falta de recursos, personal capacitado y medicamentos inmunosupresores condena a estos pacientes a depender exclusivamente de la hemodiálisis, un procedimiento que no detiene el deterioro progresivo del cuerpo.
Las secuelas del abandono
Orlando Macho lleva más de una década sometiéndose a diálisis en Caracas. Como muchos otros pacientes renales, perdió la oportunidad de recibir un trasplante debido a la suspensión del programa nacional. Hace año y medio sufrió una caída que le fracturó ambas caderas debido a la descalcificación avanzada de sus huesos. Desde entonces, está confinado a una silla de ruedas.
“Paso la mayor parte del tiempo acostado porque necesito ayuda para moverme. Si pudiera trabajar en otro país y mantenerme, ya me habría ido”, confiesa Orlando, quien depende completamente del apoyo de amigos para alimentarse, asearse y trasladarse a las sesiones de diálisis.
La situación es igual de crítica para Libia Reina, quien lleva 13 años en diálisis y enfrenta múltiples fracturas óseas que la han dejado postrada en una silla adaptada como camilla. A pesar de sus deseos de recibir un trasplante, las dificultades económicas y la falta de donantes han hecho que su sueño parezca inalcanzable.
Una decisión política con consecuencias devastadoras
La doctora Anabella Arminio, nefróloga y asesora de la ONTV, explica que la reactivación del Sistema de Procura de Órganos y Tejidos depende exclusivamente del Estado venezolano. Este programa llegó a realizar más de 500 trasplantes anuales entre 2013 y 2014, pero fue suspendido debido a la falta de recursos y al éxodo masivo del personal médico capacitado.
Además, el Estado no garantiza el suministro continuo de medicamentos inmunosupresores, esenciales para evitar el rechazo del órgano trasplantado. Sin estas condiciones mínimas, los pacientes renales están condenados a depender indefinidamente de la hemodiálisis, un tratamiento que implica no solo un desgaste físico significativo sino también un alto riesgo de complicaciones fatales.
El costo humano del abandono
La crisis renal en Venezuela es un reflejo más amplio del colapso del sistema sanitario nacional. Mientras algunos pacientes logran emigrar y acceder al tratamiento que necesitan, muchos otros permanecen atrapados en un ciclo interminable de sufrimiento y deterioro.
La historia de Yermi Yejam, Jhonathan Villarreal, Orlando Macho y Libia Reina pone rostro humano a una problemática que afecta a miles de venezolanos. Sus testimonios son un recordatorio urgente de la necesidad de soluciones estructurales que permitan garantizar el derecho fundamental a la salud.
En un país donde los recursos son escasos y las prioridades parecen estar lejos del bienestar ciudadano, los pacientes renales continúan luchando por algo tan básico como vivir. Su batalla diaria es un llamado a la acción para que se restablezcan las políticas públicas necesarias que brinden esperanza y dignidad a quienes más lo necesitan.
