
La provincia de Formosa, ubicada en el noreste de Argentina, posee un enorme potencial agrícola que podría transformarla en un polo productivo clave para el país. Sin embargo, bajo el largo mandato de Gildo Insfrán, gobernador desde 1995, este potencial se ha visto frustrado por políticas que priorizan el clientelismo y la dependencia estatal sobre el desarrollo genuino y la inversión privada. Este artículo explora las capacidades agrícolas de la región y cómo el «modelo formoseño» ha contribuido a una falta crónica de producción, basándonos en datos y críticas de diversas fuentes.

El inmenso potencial agrícola de Formosa
Formosa abarca aproximadamente 7,2 millones de hectáreas, de las cuales alrededor de 2 millones son tierras agrícolas de alta calidad, clasificadas como suelos de clase 2 y 3, aptos para una variedad de cultivos. Estos suelos fértiles, combinados con un clima subtropical húmedo, permiten la producción de cultivos como maíz, algodón, soja, sorgo, bananas y frutas tropicales. Históricamente, el algodón fue el motor de la agricultura formoseña a mediados del siglo XX, impulsando el desarrollo regional.
La provincia tiene capacidad para generar hasta 10.000 empleos privados solo en el sector agro si se explotara su potencial al máximo. Expertos estiman que, con inversiones adecuadas, Formosa podría multiplicar su producción agrícola, contribuyendo significativamente al PIB nacional y reduciendo la pobreza endémica en la región.
Sin embargo, a pesar de este vasto potencial, actualmente solo se siembran entre 140.000 y 150.000 hectáreas, lo que representa apenas el 6-7% de la capacidad agrícola disponible. Esta subutilización no se debe a limitaciones naturales, sino a factores institucionales y políticos que han estancado el sector.
El modelo de Gildo Insfrán: clientelismo y estancamiento productivo

Gildo Insfrán ha gobernado Formosa por casi tres décadas, implementando un modelo que críticos describen como «feudal» y centrado en el control estatal sobre la economía. Uno de los pilares de este enfoque es el Programa de Asistencia Integral para el Pequeño Productor Agropecuario (PAIPPA), creado hace 28 años, que ha sido acusado de destruir la cultura del trabajo y convertir a los productores en dependientes del Estado. Según testimonios de productores, antes de Insfrán, la provincia tenía 140.000 hectáreas en plena producción; hoy, esa cifra se mantiene similar o incluso ha disminuido, a pesar del crecimiento poblacional y tecnológico.
El PAIPPA, en lugar de fomentar la autonomía, ha reemplazado a los empresarios rurales por beneficiarios estatales, reduciendo la rentabilidad agrícola y promoviendo la inequidad territorial. Críticos como el productor Pánfilo Ayala denuncian que el modelo agropecuario de Insfrán ha sumido al campo en la pobreza, con una clara falta de políticas que apoyen el crecimiento genuino.
Un ejemplo claro es la crisis en la producción de bananas en Laguna Naineck, donde se han destruido la mitad de las plantaciones debido a la falta de apoyo estatal. Productores han sido ignorados por Insfrán, recurriendo incluso al gobierno nacional para salvatajes, destacando la negligencia provincial. Además, el gobierno ha sido criticado por permitir desmontes masivos —449.646 hectáreas entre 2008 y 2021—, favoreciendo el agronegocio transgénico y la concentración de tierras en pocas manos, en detrimento de los pequeños productores y comunidades indígenas.

Desde el lado oficial, el gobierno de Insfrán destaca logros como el beneficio a 5.000 pequeños productores y 600 medianos a través de programas agrícolas, y un compromiso ratificado con el sector. Sin embargo, estas afirmaciones son cuestionadas por la realidad de una provincia con altos índices de pobreza y desempleo, donde el sector agropecuario no ha crecido proporcionalmente a su potencial.
Una Provincia en Crisis
Las críticas al modelo de Insfrán no provienen solo de la oposición política, sino de productores y entidades como la Federación Agraria Argentina. Denuncian hostigamiento tras reclamos, como cortes de ruta rechazados socialmente, y una falta de decisión política para abordar la crisis. El resultado es un colapso en las economías regionales, con productores afirmando que «el amor por la tierra sigue, pero faltan políticas».

En un contexto donde Formosa podría rivalizar con provincias más desarrolladas, el estancamiento agrícola ha llevado a emigración de jóvenes y una dependencia excesiva de fondos estatales. Opositores como Francisco Paoltroni argumentan que el modelo ha llevado al «peor de los fracasos», exiliando a formoseños en busca de oportunidades y según publicó días atrás en su red X, «El modelo de Insfrán no entrega títulos de propiedad, frena las inversiones y persigue a quienes quieren progresar», en clara necesidad de un desenlace político para terminar con la tiranía y todos estos años de desidia.

Francisco Paoltroni, productor agropecuario y actual senador por la provincia de Formosa
El potencial agrícola de Formosa es innegable: millones de hectáreas listas para producir alimentos y generar empleo. No obstante, el modelo de Gildo Insfrán, caracterizado por el clientelismo, la falta de inversión y la concentración de poder, ha perpetuado la subproducción y la pobreza. Para desbloquear este potencial, se requiere un giro hacia políticas que promuevan la propiedad privada, la inversión y el apoyo real a los productores. Solo así, Formosa podría dejar atrás décadas de estancamiento y convertirse en un ejemplo de desarrollo sostenible en Argentina.
