

A lo largo del 2025, 22 niños y niñas en Bolivia fueron víctimas de infanticidio. Detrás de esa cifra dura y fría hay historias que desangran la conciencia del país. El silencio pesa en las habitaciones pequeñas, allí donde la risa de un niño alguna vez floreció y luego fue silenciada para siempre.
Desde enero hasta el 30 de septiembre, el Ministerio Público reportó que el 50% las víctimas tenían entre 0 y 2 años. No sabían hablar bien, apenas caminaban, muchos aún dormían en brazos de quienes, en teoría, debían protegerlos. En muchos casos, esos mismos brazos fueron los que les quitaron la vida.
En los registros judiciales, los departamentos del eje central concentran la mayor parte de los casos: Cochabamba (6), La Paz (5) y Santa Cruz (5). El resto se dispersa por los otros departamentos.
“Dentro de los casos aperturados se logró establecer que la mayoría de los responsables fueron identificados y enfrentan procesos judiciales, lo que refleja un avance significativo en las sanciones. En su mayoría, los autores ya se encuentran privados de libertad”, afirmó el Fiscal Superior de Vida y Personas, Sergio Fajardo. Pero las estadísticas —aunque necesarias— no alcanzan para dimensionar el horror.
Los datos oficiales indican que los infantes más pequeños son los más vulnerables: 50% tenía entre 0 y 2 años, 22% entre 3 y 5 años, y el resto entre 6 y 12 años.
Si el horror tiene forma, esta se traduce en los métodos: 45% de las muertes fueron causadas por golpes o traumas, 27% por asfixia y 18% por intoxicación con sustancias químicas.
Peor aún, el peligro no provino de desconocidos. En el 22% de los casos, la madre fue la autora. En el 18%, el padrastro. En el 13%, el padre biológico. La casa, ese lugar que debería ser refugio, se convierte en el escenario más cruel para muchos de estos niños.
Casos que desgarran
La crónica negra de este año está tejida por episodios como el de Adriana Z.A., de 6 años. Desapareció durante una festividad en Puerto Villarroel, en Cochabamba. Jugaba cerca mientras su madre vendía anticuchos. Cuatro días después, su cuerpo fue hallado en un canal de drenaje con signos de violencia. Un adolescente de 16 años está detenido preventivamente como principal sospechoso.
En Santa Cruz, el 4 de septiembre, una bebé de dos años llegó sin vida al hospital de Warnes. Presentaba lesiones visibles. La madre y el padrastro fueron detenidos. Una historia más que termina entre barrotes.
Otra historia de dolor vino desde la Pampa de la Isla, en Santa Cruz. Una bebé de un año y dos meses murió tras sufrir múltiples fracturas en el cráneo. La versión de los padres —que cayó de un sofá cama— se derrumbó bajo el peso de los informes forenses. Ahora están en Palmasola, acusados de infanticidio.
Oruro también lloró a una niña de 8 años en junio. Fue envenenada y asfixiada por su tía abuela, según la investigación.¿El móvil? Posibles intereses económicos por su custodia. Cartas póstumas halladas en la casa revelan una trama aún más oscura.
Los crímenes contra niños son castigados en Bolivia con la pena máxima: 30 años de prisión sin derecho a indulto. Aun así, los hechos se repiten. Desde el Estado se activan mecanismos judiciales, se fortalecen fiscalías especializadas, se trabaja con defensorías de la niñez. Pero el esfuerzo institucional parece llegar tarde.
GM, cc
Publicado por: Agencias
Fuente de esta noticia: https://lavozdetarija.com/2025/10/04/bolivia-registra-22-infanticidios-en-lo-que-va-de-2025-victimas-invisibles-del-circulo-mas-cercano/
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