

Ver a un niño jugar es ver cómo aprende a relacionarse, a imaginar y a moverse con libertad; el juego es su lenguaje universal. Aun con la tecnología tan presente, en todas las culturas siguen vivos juegos sencillos, transmitidos de boca en boca, que no necesitan más que un puñado de amigos, una tiza o unas piedras.
En este recorrido reunimos juegos populares para niños de España, América Latina, África, Europa, Asia y Oceanía, sus reglas básicas, variantes y lo que aportan al desarrollo. También encontrarás ideas prácticas para jugarlos en casa o al aire libre y un repaso a cómo el juego sirve de puente entre generaciones y culturas.
Por qué importan los juegos tradicionales en la infancia

Más allá de la diversión, estos juegos fomentan el desarrollo cognitivo, emocional y social: seguir reglas, recordar consignas, resolver problemas sencillos y pensar estrategias.
Desde el punto de vista motor, promueven coordinación, equilibrio, fuerza y agilidad, con actividades como correr, saltar, lanzar o atrapar, ideales contra el sedentarismo.
En lo social, invitan a cooperar, esperar turnos, acordar normas y gestionar conflictos, habilidades clave para convivir y trabajar en equipo desde pequeños.
En lo emocional, ayudan a manejar frustraciones, victorias y derrotas en un entorno seguro, fortaleciendo autoestima, resiliencia y empatía hacia los demás.
Además, muchos juegos refuerzan aprendizajes escolares (números, lectura, escritura o geografía) y favorecen la comunicación y el lenguaje a través de rimas y canciones.
Juegos populares en países hispanohablantes

España conserva clásicos que siguen en los recreos y plazas: la rayuela, el pañuelo y el pilla‑pilla, perfectos para grupos y sin apenas material.
Rayuela: se dibujan casillas numeradas en el suelo y, con una piedra, se avanza sorteando la casilla marcada y saltando a la pata coja. Se trabaja equilibrio y control corporal.
El pañuelo: dos equipos con números enfrentados y una persona en el centro con un pañuelo; al oír su número, dos rivales corren a cogerlo y regresar sin ser tocados por el contrario.
Pilla‑pilla: quien «la queda» cuenta y va a por el resto; suele haber «casa» o base donde no se puede ser pillado. Se potencia velocidad y resistencia.
México aporta juegos entrañables y musicales como La víbora de la mar, ligados al género dramático para niños, además de grandes favoritos como el teléfono descompuesto y las canicas.
La víbora de la mar: dos filas levantan los brazos formando un arco para que los demás pasen cantando en fila al ritmo de la canción tradicional.
Teléfono descompuesto: un mensaje susurrado pasa de oído en oído hasta que el último lo dice en voz alta, casi siempre distorsionado, provocando risas y sorpresa.
Canicas: con bolitas de cristal se compite por acercarse a un punto, meterlas en un hoyo o lanzarlas con precisión sin salir del margen; estimula puntería y control fino.
Argentina conserva la emoción de la gallinita ciega, el escondite y la canción del tira y afloja.
La gallinita ciega: con los ojos vendados y una prenda, el jugador gira y trata de atrapar a alguien guiándose por el oído, sin quitarse la venda.
Escondite: una persona cuenta y busca; la variante incluye correr a la base y cantar «por mí y por todos mis compañeros» sin ser descubierto.
Tira y afloja (versión cantada): dos niños a los extremos de una cuerda siguen órdenes de «TIRA» y «AFLOJA»; quien se equivoque cumple una prueba divertida pactada por el grupo.
Chile mezcla ritmo y suspense con el juego de la silla, la payaya y corre el anillo.
Juego de la silla: tantas sillas como jugadores, música sonando y, cuando para, todos deben sentarse. En cada ronda se quita una silla; gana quien ocupa la última.
Payaya: con cinco piedritas, se lanzan al aire y se recogen en secuencias cada vez más difíciles; mejora reflejos y agilidad manual.
Corre el anillo: manos unidas simulando sostener algo mientras se pasa un objeto pequeño. Quien «la queda» intenta adivinar dónde quedó el tesoro.
Colombia tiene la lleva (y su versión congelada), el Yermis (quemado) y la lleva ciega.
La lleva/La lleva congelada: quien «la lleva» toca a otros para «congelarlos»; compañeros pueden descongelar tocando, promoviendo cooperación.
Yermis/Quemado: como el dodgeball, se lanza una pelota para «quemar» rivales; requiere agilidad, atención y estrategia de equipo.
Lleva ciega: con los ojos cubiertos, un jugador trata de atrapar a los demás guiándose por sonidos o pistas verbales que oye alrededor.
Perú conserva rondas clásicas como Lobo, ¿estás?, el trompo y las estatuas.
Lobo, ¿estás?: uno es el lobo (en secreto) y los demás preguntan mientras corren en círculo; si responde «sí», toca correr a toda prisa para no ser atrapados.
El trompo: lanzar con cuerda para «hacerlo bailar» en el suelo, e incluso recogerlo con el cordel sin que pare. Destreza pura, paciencia y trucos.
Las estatuas: similares al escondite inglés; cuando el que «la queda» se gira, todos se congelan como esculturas. Gana quien llega sin moverse al ser observado.
Clásicos que cruzan fronteras: versiones del mundo

La rayuela está presente en medio mundo (avioncito, golosa, mundo, etc.) y combina coordinación, equilibrio y conteo. Saltar a la cuerda (comba/soga) tiene versiones simples y dobles como el Double Dutch, y canciones que marcan el ritmo.
Desde Marruecos llega Mayt mât, con dos equipos que deben proteger su aro y pañuelos mientras intentan robar los del rival; Japón aporta tetsuagui oni, una persecución encadenada que suma buscadores.
El escondite aparece en Venezuela y en casi todas partes con pequeñas variaciones; el teléfono descompuesto es un éxito social por la risa del mensaje mutado. Brasil aporta la peteca, una pelota con plumas que se mantiene en el aire.
Dos expertos, Jaume Bantulà y Josep Maria Mora, recopilaron 225 juegos en «Juegos multiculturales», excluyendo juegos de mesa, cantados para bebés o con violencia, y destacando que el juego refleja la sociedad: contextos patriarcales o agrarios dejan huella en sus dinámicas.
Su selección incluye joyas como Tarik tangan (Malasia, estirar de la cuerda en filas), Simba y el antílope (Zaire, persecución entre hileras que cambian a la orden), El nido (Burkina Faso/India/Senegal, tríos entrelazados que se desplazan coordinados), La cola del dragón (India, Alemania, El Salvador, proteger al último de la fila), La ballena (Papúa/Burkina, reptar por la «espalda» del grupo), Romper la cadena (Congo, Colombia, India, Filipinas, Mozambique, Ghana, salir del círculo sin partir las manos), y El vendado (Colombia/España/Rep. Dominicana/Portugal, adivinar a quién se señala escuchando su silbido o palabra).
Más allá de la técnica, cooperantes y educadores subrayan que estos juegos son herramientas de integración y expresión, capaces de aliviar realidades duras e impulsar el encuentro entre iguales.
África en juego: estrategia, destreza y comunidad

El continente africano atesora juegos milenarios que siguen vigentes por su valor social y pedagógico; semillas, piedras y palos bastan para aprender jugando.
Mancala: tablero con dos filas de seis cavidades y «graneros» laterales; se reparten semillas y se capturan cuando la última cae en hueco propio vacío frente a uno con piezas enemigas. Gana quien acumula más en su granero y la mecánica trabaja cálculo y estrategia.
Diketo (Sudáfrica): 10 piedritas y una mayor. Se lanza la grande al aire y, antes de que caiga, se recoge una pequeña y se atrapa la grande. Progresivamente se sube la dificultad. Precisión y reflejos al máximo.
Ampe (Ghana): dos jugadores saltan a la vez y muestran un pie adelantado; según la regla (igual o diferente), se suma punto y se mantiene la «posición de líder» hasta llegar a la puntuación fijada.
Gibele Gibele (Nigeria): escondite con canción tradicional; uno cuenta y busca mientras los demás se ocultan; puede haber zona segura para «salvarse». Une tradición oral y juego motor.
Morabaraba (Sudáfrica): tablero con tres cuadrados concéntricos y 12 fichas por jugador. Fase de colocación formando «molinos» de tres para retirar fichas enemigas; después se mueven adyacentes y, con tres restantes, «vuelan» a cualquier intersección. Estrategia pura.
Más ideas por continentes: del patio del cole al parque
Para montar una tarde completa al aire libre, los clásicos nunca fallan: pañuelo, balón prisionero, cuatro esquinas, carrera de oruga (con globos o balones entre jugadores), carrera de sacos, de tres patas, pilla‑pilla, rayuela, comba, escondite inglés, teléfono roto, piñata de agua, gymkana por estaciones, juego de la cuerda (tug of war) y gallinita ciega.
En América, además de lo anterior, destacan Dodgeball (EE. UU., objetivo: eliminar golpeando con pelota blanda), Alto o Stop (México, se declara la «guerra» a un país y se calculan pasos hasta un compañero) y Kiwi (Perú, derribar pirámide de latas y reconstruirla sin ser golpeado).

En Asia, Cuop co (Vietnam) se parece al pañuelo pero el árbitro puede llamar varios números y el pañuelo está en un aro; Patintero (Filipinas) enfrenta atacantes que cruzan rectángulos contra defensores que tocan sin salir de líneas; y Gaga ball (Israel) se juega en un octágono, golpeando una pelota baja para tocar por debajo de la rodilla y eliminar.
En África, Scotch Scotch (Zimbabue) propone secuencias de saltos en un cuadrado 4×4 al ritmo de una canción; Mayt Mat (Marruecos) divide el campo en dos y se roba la «baguette/pañuelos» del rival sin ser tocado; y Cheia (Mozambique) reta a apilar conos en el centro mientras los defensores lanzan pelotas blandas desde fuera del cuadrado.
La zona de Oceanía, What’s the time, Mr. Wolf? (Australia) combina pasos según «la hora» y carrera de «hora de cenar»; Poi Rakau (Nueva Zelanda) exige soltar y atrapar picas del vecino al unísono; y Ver ver Aras Lama (Papúa Nueva Guinea) es un sprint táctico por conseguir tres conos en tu aro, pudiendo «robar» de los otros.
En Europa, British Bulldog (Escocia) —también «la araña»— va sumando capturadores en la franja central; Rounders (Reino Unido, como el «pichi») alterna bateo y carreras por bases; Alla fruta (Italia) mezcla un círculo que se protege con elección de frutas escondidas; y Baguette (Francia) obliga a pasar un objeto oculto hasta la línea de fondo sin ser eliminado.
España aporta además deportes regionales con sabor propio: el caliche murciano (derribar un cilindro con moneos y gestionar «gangas» según proximidad), los bolos huertanos (carriles largos, jugadas «a vueltas» y «a copas», capitán «manilla») y los bolos cartageneros (campos muy largos y palillos pequeños).
Cómo jugar en casa o en el parque con poco material
Dentro de casa, adapta el escondite escondiendo un objeto y usando pistas de «frío/caliente»; también sirven «Simón dice» o «Veo, veo» para trabajar atención y lenguaje sin apenas espacio.
La rayuela «indoor» se arma con cinta de carrocero o tapetes; usa un calcetín hecho bola como piedra para proteger el suelo y mantener el reto de equilibrio y puntería.
Recupera juegos de palmas («Chocolate, molinillo…») para entrenar ritmo, memoria y coordinación mano‑ojo, sentados o de pie en el salón.
La gallinita ciega funciona bien en interiores si despejas la zona; al principio, que un adulto sea quien lleve la venda para que los peques comprendan la dinámica y se sientan seguros.
En exterior, monta un circuito: estación de rayuela, zona de trompos (círculo dibujado para no salir), cuerda con canciones y espacio de persecución tipo pilla‑pilla; así rotan y no se aburren.
Organiza pequeñas «copas familiares»: ¿quién salta más veces a la comba? ¿quién mantiene el trompo girando más? Un premio simbólico, como elegir el postre, sube la motivación sin presión.
Invita a abuelos y vecinos; nada como que los mayores enseñen a lanzar la peonza, jugar a canicas o cantar rimas de cuerda para crear un clima intergeneracional que engancha a todos.
Explorad variantes menos conocidas: la peregrina (otra rayuela), el elástico, teléfono roto en corro, o carreras de sacos improvisadas con fundas de almohada; perfectos para fiestas y parques.
El juego como puente cultural y social
Los juegos encarnan modos de vida: prácticas matriarcales o agrarias dejan su sello en reglas, materiales o en si prima la cooperación o la competición. Por eso conocer juegos de otros lugares nos abre al respeto y a la diversidad.
En contextos de escasez, ONG y educadores observan cómo una simple cuerda o líneas en el suelo sostienen la imaginación y el encuentro; jugar con poco enseña a crear y a compartir.
En ciudades occidentales hemos perdido transmisión oral por ritmos acelerados, pantallas y menos espacios libres. Recuperar el juego libre —en plazas, patios y casas— devuelve tiempo de calidad y vínculo.
Padres y madres que comparten «sus» juegos regalan raíces y alas: raíces por la historia que transmiten y alas por las habilidades y valores que ayudan a despegar en la vida. Jugar juntos es educación afectiva en estado puro.
Con una tiza, una cuerda o unas piedras podemos montar un mundo de diversión y aprendizaje: desde la rayuela hasta el Mancala, del pañuelo a la peteca, cada actividad suma cuerpo, mente y corazón, estrecha lazos entre personas y culturas y demuestra que, para los niños, jugar es también crecer.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/juegos-populares-para-ninos/
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