

¿Alguna vez has sentido que al orar te pierdes, repites lo mismo o la mente se te va por las ramas? A muchos nos pasa. Cuando oramos sin una guía, la conversación con Dios puede volverse monótona o dispersa; por eso, encontrar un método sencillo y fiel a la Biblia marca la diferencia en el ritmo y el enfoque de nuestra vida de oración.
Los «Encuentros con la Palabra» son espacios para orar con la Biblia abierta, dejando que lo que leemos oriente lo que decimos. Es más simple de lo que parece: hablamos con nuestro Padre a partir de sus propias palabras. La Escritura nos enseña a orar, nos corrige y nos entrena, y al hacerlo descubrimos una oración más centrada, sincera y llena de fe.
¿Qué son los Encuentros con la Palabra?
Un «Encuentro con la Palabra» es un momento intencional para acercarte a Dios con su Palabra delante, no solo para leerla, sino para convertirla en oración. Se parece a una conversación guiada: lees, meditas, respondes y aplicas. Es una práctica sencilla y profundamente bíblica que cualquier creyente puede cultivar a diario.
Si te ayuda tener un esquema, puedes inspirarte en el itinerario clásico de la lectio divina: lectura atenta del texto, reflexión, oración y silencio agradecido, con un paso final de acción concreta. Este flujo te permite escuchar, responder y vivir el mensaje en tu día a día.
La idea no es sumar obligaciones, sino abrir un espacio real para encontrarte con Dios. Por eso, empieza ligero: elige un pasaje breve (un salmo funciona de maravilla), y deja que cada línea te dé palabras y motivos para hablar con el Señor. Tu diálogo se vuelve fresco y enfocado cuando dejas que la Biblia marque el rumbo.
Por qué orar con la Escritura
La Biblia describe a la Escritura como inspirada por Dios y llena de promesas bíblicas útiles para enseñar, corregir y educar en justicia, con el fin de equiparnos para toda buena obra. Entre esas «buenas obras» está también la oración. Si la Palabra nos forma en todo lo demás, también nos forma al orar.
Quien ha probado a orar con la Biblia abierta nota dos cambios inmediatos: la oración deja de ser repetitiva y la mente se enfoca. Sin esa guía, solemos pedir lo mismo y divagar; con ella, surgen palabras nuevas, confesiones más honestas y alabanzas más ricas. La Escritura aporta contenido, dirección y equilibrio.
Además, no estamos solos en este proceso. La Biblia enseña que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad cuando no sabemos cómo orar. Al abrir la Palabra, pedimos al Espíritu que nos dirija para pedir conforme a la voluntad de Dios. Orar con la Escritura es orar asistidos por el Espíritu, confiando en su guía y consuelo.

Cómo deben ser nuestras oraciones según Jesús
En la enseñanza de Jesús sobre la oración (Mateo 6:5-15) encontramos un marco muy claro. No es una fórmula rígida, sino una orientación viva que podemos aplicar a diario. Estas pautas modelan el corazón y el contenido de lo que decimos:
- Centradas en Dios: toma conciencia de que hablas con tu Padre. Busca su presencia y empieza reconociéndola: «Padre amado, aquí estoy delante de ti».
- Sinceras: ve tal como eres. Dile cómo estás, sin maquillaje religioso: «Tú conoces lo que me preocupa y lo que me alegra».
- Humildes: reconoce que dependes de Él y que sabe lo que te conviene: «Tú ves lo que yo no alcanzo a ver».
- Reverentes: exalta su grandeza y sométete a su voluntad: «Tu nombre sea honrado y tu plan se cumpla en mí».
- Adoradoras: dedica tiempo a contemplar su amor, justicia y fidelidad: «No hay nadie como tú».
- Con fe: presenta peticiones con plena confianza en su poder y bondad: «Sé que me escuchas y puedes obrar».
- Marcadas por el perdón: recibe su perdón y decide perdonar: «Enséñame a perdonar como he sido perdonado».
- Firmes ante la tentación: reconoce que en Dios tienes victoria sobre el mal: «Sostén mi fe cuando llegue la prueba».
- En el nombre de Jesús: ora consciente de que tu acceso al Padre es por medio del Hijo: «En el nombre de Jesús, amén».
Si usas este marco como «andamio», tu oración gana estructura sin volverse mecánica. Puedes empezar adorando, seguir con la rendición a su voluntad, y luego presentar tus necesidades, confesar y pedir protección. Es un esquema flexible que apunta a la relación, no a la rigidez.
Pasos para realizar un Encuentro con la Palabra
No necesitas una hora entera ni recursos complejos; con 10–20 minutos puedes tener un encuentro significativo. Estos pasos te ayudarán a arrancar sin liarte:
- Prepara el lugar: busca un rincón tranquilo y silencia notificaciones. Respira hondo y recuerda: «Estoy ante mi Padre».
- Pide ayuda al Espíritu: reconoce tu debilidad para orar y solicita su guía para orar según la voluntad de Dios.
- Lee un pasaje breve: un salmo, el Padre nuestro o un párrafo de un evangelio. Haz una lectura lenta, sin prisas.
- Subraya dos o tres ideas que te llamen la atención: un atributo de Dios, una promesa, un mandato, una confesión.
- Convierte el texto en oración: responde a cada idea con alabanza, gratitud, confesión o petición concreta.
- Intercede usando el pasaje: aplica lo leído a personas y situaciones reales por las que quieres orar.
- Aplica: decide una acción pequeña y específica para hoy que surja del texto («haré esa llamada», «pediré perdón»).
- Cierra descansando: agradece y termina reconociendo tu dependencia: «Sea tu voluntad en mí».
Un truco práctico: si llevas un plan de lectura, ora ese mismo capítulo al terminar. Así, tu vida devocional fluye: lo que lees, lo oras; lo que oras, lo vives. Lectura, oración y obediencia van de la mano.
Lo que conviene evitar cuando oramos
Jesús también advirtió lo que no debe colarse en la oración. Presta atención a estos «hoyos» para no tropezar en ellos. Evítalos con intención y humildad:
- Hipocresía: orar para ser visto o admirado por otros.
- Repeticiones vacías: palabras sin mente ni corazón, frases de piloto automático.
- Frases para impresionar: lenguaje grandilocuente que oculta falta de sinceridad.
- Exigencias: acudir a Dios como si nos debiera algo o tuviera que obedecer nuestras órdenes.
- Orgullo: decirle a Dios lo que tiene que hacer, en vez de rendir la voluntad.
- Rencor: cerrar el corazón al perdón y negar a otros la gracia que recibimos.
Si ves alguna de estas actitudes en tu interior, párate, confiesa y vuelve a empezar desde la gracia. Dios no te despide por tropezar; te acoge y te restaura para que sigas orando.
Orar con los Salmos y otras oraciones bíblicas
Los Salmos son un gimnasio para el alma. Encontrarás lamento, alabanza, gratitud, confesión y confianza en todo tipo de circunstancias. Son palabras inspiradas para expresar lo que a veces no sabemos decir.
Prueba así: toma unas líneas de un salmo y ora a partir de ellas. Si el salmo exalta la fidelidad de Dios, agradece por su lealtad en tu vida y menciona situaciones donde necesitas recordar esa verdad. Si habla de refugio, preséntale tus temores concretos. Deja que cada frase te dé un camino para responder.
Además de los Salmos, puedes orar las oraciones del Nuevo Testamento: peticiones por sabiduría, amor, fortaleza y unidad. Reescríbelas con tus palabras y nombres propios: «Señor, que abunde el amor en…», «dale entendimiento a…». La Palabra te ofrece un repertorio amplio y seguro.
Durante tiempos difíciles —como crisis sanitarias o pérdidas—, orar la Escritura trae consuelo profundo: calma el miedo, reaviva la esperanza y centra la mirada en el Buen Pastor. Te saca de la espiral de la preocupación y te ubica en la presencia de Dios.
Si nunca has orado y quieres empezar
Si llegas aquí sin haber hablado antes con Dios, la Biblia enseña que la puerta de acceso al Padre es Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida. Él murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día, como garantía del perdón para quienes creen. La primera oración es reconocer tu pecado y confiar en Cristo como tu Salvador.
Desde ahí, el Espíritu Santo viene a morar en tu interior y te ayuda a perseverar en la oración. Acércate cada día con confianza: presenta tus peticiones sin ansiedad, sabiendo que Dios te escucha. La vida de oración es un camino de aprendizaje continuo, y Dios está más dispuesto a oírte de lo que tú estás a hablarle.

Ejemplos prácticos para tus primeros encuentros
Los siguientes son modelos sencillos para que veas cómo convertir la Palabra en conversación con Dios. No son para repetir de memoria; úsalos como inspiración y ponles tus nombres, tus situaciones y tu propia voz. Lo importante es el corazón sincero.
Ejemplo 1: Oración para pedir la bendición de Dios
Comienza con adoración: «Padre, tu nombre es santo y bueno». Continúa rindiendo tu voluntad: «Quiero que tu plan se cumpla por encima del mío». Presenta tus necesidades reales del día: «Danos hoy lo que necesitamos para vivir con integridad». Confiesa lo que tengas que confesar y recibe su perdón: «Perdóname por… y enséñame a perdonar a…». Pide protección ante tentaciones concretas, y termina confiando en su poder. Todo, en el nombre de Jesús.
Ejemplo 2: Oración por una persona enferma
Alaba a Dios por ser creador y sustentador de la vida. Preséntale a la persona por su nombre y su situación. Pide sabiduría para los médicos y consuelo para la familia. Ruega por fortaleza en la fe y paz en medio de la espera. Si el pasaje que has leído habla de la compasión de Jesús, úsalo junto con citas bíblicas para enfermos para pedir misericordia. Confía en que Dios puede obrar y, a la vez, sométete a su voluntad.
Consejos para mantener el hábito sin frustrarte
Empieza pequeño y constante: cinco a diez minutos al día son mejores que una sesión larga cada mucho tiempo. Si un día te cuesta, lee un salmo corto y convierte dos líneas en oración. No se trata de cumplir, sino de encontrarte con Dios.
Varía los pasajes: alterna salmos, evangelios y epístolas para evitar caer en rutinas. En épocas de desgaste, prioriza textos de consuelo y esperanza. La variedad te mantiene despierto y receptivo.
Ora en comunidad cuando puedas: grupos pequeños, amigos o familia; y enseña la oración para niños. Escuchar a otros orar con la Palabra te enseña, te anima y te da nuevas palabras. La fe se fortalece cuando oramos juntos.
Y recuerda: habrá días brillantes y otros más secos. No te desanimes; la perseverancia forma el músculo espiritual. La fidelidad cotidiana vale más que la perfección ocasional.
Cuando haces de la Biblia tu guía en la oración, todo cambia: tus palabras se anclan en la verdad, tu corazón se ensancha con la gracia y tu mente se concentra en Dios. Al adoptar estos encuentros sencillos con la Palabra —con el marco de Jesús, la ayuda del Espíritu y la riqueza de los salmos—, tu vida de oración gana propósito, serenidad y profundidad, y se convierte en una conversación viva que te acompaña en cada jornada.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/encuentros-con-la-palabra/
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