Estamos viviendo una era de progresos tecnológicos y sociales, cambios cada vez más rápidos en nuestra forma de vivir y ver la vida. Los avances en materia de derechos humanos van atados a ese progreso, lo que nos lleva a reconocer la dignidad de todas las personas, garantizar condiciones básicas para una vida digna y promover valores fundamentales de convivencia social.
Una niña tiene el derecho a una infancia sana, a desarrollar y experimentar su lado infantil, así como aprender a desarrollar habilidades, tiene derecho a un entorno familiar, social y escolar libre, obvio unido al apoyo emocional de sus padres. En fin, es una etapa de la vida que debe vivir sin presiones, sin maltratos, en un ambiente que sea seguro y amoroso para todo infante.
Sin embargo, resulta paradójico creer que aún persisten ciertas creencias tradiciones y costumbres que pueden generar limitaciones en nuestra diversidad cultural, desarrollo personal y profesional. Me refiero al matrimonio infantil forzado. Un tema ignorado y poco visibilizado por la sociedad.
Cómo es posible aprobar un matrimonio entre una niña de apenas 9 años y un hombre mayor con una diferencia de edad considerable. Obligándola sin su aprobación y peor aún no tiene la conciencia suficiente para entender su entorno, apenas está empezando a expresar emociones, y está intentando desarrollar una capacidad sobre el mundo que la rodea, entonces como va a comprender a tan corta edad que tiene que mantener una relación con una persona que le dobla o le triplica la edad. Pero lamentablemente es una realidad espantosa que se desarrolla en países de Asia y África.
Las pequeñas son vendidas como si se tratara de una mercancía con el beneplácito de su círculo familiar, amparados en “interpretaciones” culturales. Esto es miseria y constituye una aberración.
Insisto una práctica reforzada por “leyes” inadecuadas, por problemas sociales como la pobreza, ausencia de oportunidades educativas y la ausencia de apoyo institucional para frenar este tipo de atropellos contra niños inocentes.
Estas crías se ven obligadas a casarse para proteger el honor de la familia y mantener el estatus social.
No es solo el abuso infantil, es el aislamiento social que sufren, obligadas a procrear con embarazos que ponen el riesgo su salud. Esta realidad les roba todo: felicidad, libertad para desarrollarse, independencia y respeto. Esto no debe ser normalizado y tampoco puedo aceptar que sea visto como algo cotidiano.
La violencia de género afecta de manera desproporcionada a las niñas en las sociedades patriarcales. El hombre mantiene esta posición de poder y autoridad sobre ellas, bajo un rol de subordinación, con violencia doméstica, destinadas a la crianza de los hijos y limitando sus oportunidades de crecimiento y desarrollo personal.
Las prácticas culturales y religiosas amparadas en marcos regulatorios no protegen los matrimonios infantiles solo protegen a aquellos con mente retorcida que desean vulnerar los derechos de una pequeña, que bajo esta condición no tienen armas para defenderse solo les queda el dolor, la resignación y mucha frustración porque no pueden hacer nada para cambiar su destino.
Debemos avanzar como sociedad, el mundo no puede robarle la inocencia y la ingenuidad a una criatura. Tampoco podemos guardar un silencio cómplice, debemos alzar la voz. Trabajemos para salvaguardar los derechos de los niños a una infancia sana y un futuro digno.
“El crimen mata a la inocencia para conseguir un premio y la inocencia lucha con todas sus fuerzas contra los intentos del crimen.”
Robespierre
Por: Madeleine Martins
Redaccion NTA
Fuente de esta noticia: https://www.todosahora.com/articulos-de-opinion/inocencia-robada/
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