

En un mundo cada vez más dominado por la tecnología y los avances de la inteligencia artificial, la educación se encuentra en una encrucijada. ¿Es la tecnología una aliada indispensable para el aprendizaje o, por el contrario, un obstáculo que distrae y limita el desarrollo de habilidades críticas? La profesora Emiliana Vegas, de la prestigiosa Universidad de Harvard, ha tomado una postura firme al respecto: en sus aulas, no hay lugar para dispositivos electrónicos ni herramientas tecnológicas.
Vegas, quien recientemente fue entrevistada en el programa «Oppenheimer Presenta», transmitido los domingos a las 9 p.m. (hora de Miami), explicó las razones detrás de su decisión. Para ella, la tecnología puede ser útil en ciertos contextos, pero su uso indiscriminado en el aula está lejos de ser ideal. “El aula debe ser un espacio de reflexión profunda y concentración, algo que los dispositivos electrónicos tienden a interrumpir”, señaló.
La profesora argumenta que, aunque la inteligencia artificial y las herramientas tecnológicas han transformado la manera en que vivimos y trabajamos, su impacto en el aprendizaje no siempre es positivo. Según Vegas, el uso excesivo de dispositivos como laptops, tablets y teléfonos móviles puede fomentar la distracción y reducir la capacidad de los estudiantes para pensar críticamente y desarrollar habilidades interpersonales. “Nos encontramos en un momento en el que los estudiantes están más conectados que nunca, pero también más desconectados del pensamiento profundo”, afirmó.
Su postura no pretende ignorar los beneficios potenciales de la tecnología en la educación. De hecho, reconoce que herramientas como simuladores, plataformas de aprendizaje online y aplicaciones educativas pueden ser útiles para complementar ciertos aspectos del proceso educativo. Sin embargo, subraya que estas herramientas no deben sustituir los métodos tradicionales que fomentan el diálogo, la escritura manual y la lectura crítica.
Numerosos estudios respaldan las preocupaciones de Vegas. Investigaciones han demostrado que el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede afectar negativamente la capacidad de atención y memoria a largo plazo. Además, los estudiantes que toman apuntes a mano tienden a retener mejor la información que aquellos que lo hacen en laptops debido a que el proceso manual implica una mayor síntesis y análisis del contenido.
La profesora también destaca otro aspecto preocupante: el aislamiento social. “El aula no solo es un lugar para adquirir conocimientos académicos; también es un espacio para aprender a interactuar con otros, debatir ideas y construir relaciones. La tecnología puede interferir con estos procesos fundamentales”, explicó.
El método de Emiliana Vegas se centra en devolverle al aula su esencia original: un espacio para el intercambio humano y el desarrollo intelectual sin distracciones externas. En sus clases, los estudiantes están obligados a dejar sus dispositivos fuera del aula y centrarse exclusivamente en el material presentado. Según Vegas, esta práctica ha generado resultados sorprendentes. “Los estudiantes se sienten más comprometidos con el contenido, participan más activamente en las discusiones y muestran una mayor capacidad para resolver problemas complejos”, aseguró.
Además, la profesora fomenta actividades que requieren pensamiento crítico y colaboración, como debates socráticos, análisis de textos y proyectos grupales. Estas dinámicas no solo ayudan a los estudiantes a profundizar en los temas académicos, sino también a desarrollar habilidades esenciales para el mundo laboral, como la comunicación efectiva y el trabajo en equipo.
Si bien la postura de Emiliana Vegas ha generado admiración entre algunos docentes y expertos en educación, también ha sido objeto de críticas. Algunos argumentan que su enfoque puede ser difícil de implementar en entornos educativos menos privilegiados o con acceso limitado a recursos físicos. En muchos casos, la tecnología se convierte en un puente para superar barreras geográficas y económicas, permitiendo que estudiantes en comunidades remotas accedan a materiales educativos y participen en clases virtuales.
Vegas no niega estas realidades, pero insiste en que su método no busca eliminar por completo la tecnología del sistema educativo. Más bien, aboga por un uso más consciente y equilibrado que priorice el aprendizaje profundo sobre la conveniencia tecnológica. “No se trata de estar en contra de la tecnología; se trata de recuperar lo esencial del aprendizaje humano”, afirmó.
En última instancia, la postura de Emiliana Vegas nos invita a reflexionar sobre cómo queremos moldear el futuro de la educación. ¿Estamos dispuestos a sacrificar habilidades fundamentales como el pensamiento crítico y la interacción humana por la conveniencia tecnológica? ¿O podemos encontrar un punto medio donde ambas dimensiones coexistan para crear un sistema educativo más robusto?
Mientras las instituciones educativas alrededor del mundo continúan debatiendo estas cuestiones, el enfoque de Vegas sirve como recordatorio de que el aprendizaje es mucho más que acumular información: es un proceso humano que requiere tiempo, atención y conexión genuina. Quizás, al apagar las pantallas por un momento, podamos redescubrir lo que significa realmente aprender.
