

El anuncio realizado el pasado viernes 19 de septiembre por el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, sobre la conclusión de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) marca un momento decisivo en la política comercial del bloque sudamericano. Este acuerdo, gestado desde 1999, cobra relevancia en un contexto geopolítico marcado por el aumento de las barreras comerciales impuestas por Estados Unidos.
En el último mes, el gobierno de Donald Trump implementó un incremento del 50% en las tarifas de importación sobre una amplia gama de productos brasileños, como acero, aluminio, carnes, jugo de naranja, calzado, café industrializado, papel y celulosa. Esta medida, que entró en vigor el 6 de agosto tras ser firmada el 30 de julio, ha afectado la competitividad de exportaciones brasileñas valoradas en más de 10 mil millones de dólares anuales. Este «tarifaço» estadounidense ha generado cancelaciones de contratos y podría traducirse en pérdidas estimadas entre 3 y 5 mil millones de dólares para 2025, según cálculos preliminares de entidades exportadoras.
Ante este panorama, el acuerdo con la UE emerge como una alternativa estratégica para diversificar mercados y reducir la dependencia comercial con Estados Unidos. La Unión Europea, que ya es el segundo mayor socio comercial del Brasil después de China, movió en 2024 un comercio bilateral valorado en 96 mil millones de dólares. Las exportaciones brasileñas hacia Europa incluyen productos clave como soja, carnes y minerales, mientras que los bienes europeos que llegan al Mercosur abarcan maquinaria, productos químicos y tecnología.
El tratado prevé la eliminación gradual de tarifas en más del 90% del comercio entre ambas regiones en un plazo de hasta 15 años. Esto incluye sectores industriales y agropecuarios, lo que abre la puerta a un mercado de 450 millones de consumidores europeos para los productos del Mercosur. Para Brasil, este pacto representa no solo una oportunidad comercial significativa, sino también un contrapeso estratégico frente a la creciente imprevisibilidad del mercado estadounidense.
Desde su lanzamiento en 1999, las negociaciones del acuerdo han enfrentado múltiples obstáculos. Hubo avances en 2004, pero las divergencias tarifarias llevaron a un estancamiento prolongado. Las conversaciones recobraron impulso en 2016 y alcanzaron un texto base en 2019. Sin embargo, preocupaciones ambientales expresadas por el Parlamento Europeo frenaron su avance. Ahora, según el ministro Vieira, «la negociación está concluida» y solo queda la traducción del texto a los 24 idiomas oficiales de la UE y su discusión en el Consejo Europeo antes de la firma definitiva, prevista para este año durante la Cumbre del Mercosur.
Para analistas y diplomáticos brasileños, las medidas proteccionistas de Estados Unidos han actuado como un catalizador para acelerar el cierre del acuerdo con la UE. Según un diplomático consultado en Brasilia, «si antes había dudas sobre la urgencia del acuerdo con la Unión Europea, el tarifaço disipó cualquier hesitación. Brasil y el Mercosur necesitan rutas alternativas para evitar la concentración de riesgo en el mercado estadounidense».
La Casa Blanca justificó la subida arancelaria como una medida para proteger su industria nacional. Sin embargo, sus efectos han sido más amplios: han obligado a Brasil y al Mercosur a reconfigurar sus prioridades geopolíticas y comerciales. En este contexto, el acuerdo con la UE ya no es solo una ambición a largo plazo, sino una necesidad estratégica inmediata.
A pesar de su conclusión técnica, el tratado aún debe superar etapas políticas sensibles. Cada país miembro de la UE y del Mercosur deberá aprobar el acuerdo en sus respectivos parlamentos. En Europa, existen resistencias significativas por parte de agricultores, especialmente en Francia e Irlanda, que temen la competencia de productos agropecuarios sudamericanos como carnes y granos. Por otro lado, sectores industriales del Mercosur presionan por salvaguardas que limiten la entrada de productos europeos de alta tecnología.
No obstante, el contexto global parece favorecer su implementación. La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad europea de diversificar sus proveedores estratégicos, mientras que las barreras comerciales estadounidenses refuerzan el interés del Mercosur por consolidar nuevas alianzas económicas. Según fuentes del Itamaraty, esta combinación de factores crea una ventana única de oportunidad para avanzar hacia una integración comercial más profunda entre ambas regiones.
La finalización del acuerdo Mercosur-UE marca un capítulo histórico en las relaciones comerciales internacionales. Para Brasil y sus socios del Mercosur, representa una oportunidad para fortalecer su presencia en uno de los mercados más grandes y sofisticados del mundo. Al mismo tiempo, permite mitigar los riesgos derivados de las políticas proteccionistas estadounidenses y avanzar hacia una diversificación estratégica.
Sin embargo, los desafíos políticos internos y las resistencias sectoriales aún podrían retrasar su implementación definitiva. En un mundo marcado por tensiones geopolíticas y económicas crecientes, este tratado no solo redefine las prioridades comerciales del Mercosur, sino también su papel en el tablero global. La próxima Cumbre del Mercosur podría ser el escenario donde se materialice este hito histórico, consolidando una nueva etapa en las relaciones entre América Latina y Europa.
