

Asomarse a Empúries es abrir una ventana a más de diez siglos de historia mediterránea, en un rincón costero de L Escala donde la brisa salina convive con los restos de calles, templos y mosaicos. Aquí, griegos y romanos dejaron huella en un mismo paisaje, un caso excepcional en la Península Ibérica que permite rastrear cómo un puerto comercial se transformó en enclave estratégico, ciudad próspera y laboratorio cultural.
Quien recorre el yacimiento descubre murallas, factorías de salazones, foros, termas y casas nobles, además de un museo con piezas únicas como la estatua helenística de Asclepio. Se trata de un sitio vivo, donde la excavación no se ha detenido desde 1908 y que sigue ofreciendo hallazgos que enriquecen el relato. Para disfrutarlo sin prisas conviene reservar tiempo y dejarse llevar por sus tesoros arqueológicos, hallazgos recientes y curiosidades que conectan pasado y presente.
Un lugar único en la Península: griegos y romanos en un mismo yacimiento
Empúries se levanta en el litoral del golfo de Roses, en el municipio de L Escala, y es el único yacimiento peninsular donde conviven los vestigios de una ciudad griega, Emporion, y otra romana, Emporiae. Esta singularidad no es un tópico turístico; permite ver cómo se articularon durante siglos dos formas de entender la ciudad, el comercio y el poder. Desde la antigüedad clásica hasta su abandono en época bajoimperial, el sitio testimonia la puerta de entrada de la cultura clásica y la romanización a la península.
El paisaje acompaña. Entre pinos, mar y dunas, una red de caminos une el yacimiento con Sant Martí d Empúries, a poco más de 500 metros, y con L Escala, a unos 2 kilómetros. El paseo peatonal que bordea la costa se inauguró en 1992 y regala vistas al mar y a un muelle helenístico en magnífico estado de conservación. No hace falta ser un amante acérrimo de la arqueología para caer rendido; basta con caminar y dejar que el entorno explique por qué la bahía fue un imán para comerciantes, colonos y ejércitos.

De Palaia Polis a la Neápolis: la Emporion griega
La historia griega de Empúries arranca en el siglo VI a. C., cuando comerciantes foceos procedentes de Asia Menor, a través de su gran colonia de Massalia, se establecieron en una pequeña isla frente a la costa. Aquel primer núcleo fue la Palaia Polis ciudad antigua, hoy Sant Martí d Empúries, entonces rodeada por aguas y conectada después a tierra por los sedimentos del Fluvià. Un poco más tarde levantaron, ya en tierra firme, la Neápolis ciudad nueva, que terminó de configurar la colonia de Emporion. El propio nombre remite a su razón de ser: emporion significaba mercado o puerto de comercio.
En la Neápolis el visitante encuentra la muralla sur con su puerta flanqueada por torres cuadrangulares y, muy cerca, el sector de santuarios que desde el siglo V a. C. vertebró el culto urbano. Allí se situaba el Serapieion, dedicado a Isis y Zeus Serapis, divinidades de tradición egipcia, y el Asklepieion, consagrado al dios de la medicina. En este último punto se exhibe una reproducción de la célebre estatua de Asclepio, cuyo original se conserva en el museo. Estas áreas sacras ayudan a entender la vida religiosa de una comunidad que también levantó estoas para el intercambio y pequeños mercados llamados macella.
La vida económica era intensa. La factoría de salazones evidencia la pasión por las conservas y salsas de pescado, un producto que viajó por el Mediterráneo a lomos del comercio griego. Junto a ella, las calles conducen a una plaza pública o ágora que asomaba al litoral. En las viviendas de mayor rango aparecieron mosaicos que decoraban salas de banquete, como la Casa del Peristilo, dotada de patio porticado y espacios para recepción. Los vestigios conservados permiten hacerse una idea del urbanismo y de cómo se integraban ritual, negocio y vida cotidiana.
Las excavaciones recientes han aportado un descubrimiento excepcional en la Península Ibérica: un altar monumental del siglo VI a. C., del tipo que los antiguos griegos llamaban eschara. Posiblemente dedicado a Deméter, diosa de la agricultura, este altar se relaciona con un santuario próximo a la zona portuaria y arroja luz sobre las liturgias de la colonia. Junto a sus cenizas se han documentado restos de cerdos, corderos y cabritos muy jóvenes sacrificados, y fragmentos de recipientes empleados en ofrendas líquidas. Se trata de un conjunto en muy buen estado que comenzó a utilizarse a finales del siglo VI a. C. y, con reformas y ampliaciones, se mantuvo hasta su abandono quizá a finales del siglo I d. C. Esta pieza ayuda a contextualizar la estrecha relación entre religión agraria y vida cívica en Emporion.
No todo fue culto y trabajo. Las infraestructuras defensivas hablan de un enclave que quiso protegerse y que cambió con el paso del tiempo, adaptando la trama urbana a un entorno de marismas y a la dinámica costera. Y, aun así, la huella griega resiste con claridad: muralla, santuarios, industria pesquera, ágora y el latido comercial que da sentido a su topónimo. El resultado es una imagen nítida de cómo los foceos, pioneros en grandes travesías según recordaba Heródoto, articularon la colonia occidental más floreciente de su tiempo en la costa ibérica.

Emporiae: la huella romana entre foro, termas y domus
El mundo romano llegó de forma decisiva durante la segunda guerra púnica. En 195 a. C., Marco Porcio Catón estableció un campamento militar que acabaría siendo la semilla de una nueva ciudad a comienzos del siglo I a. C. En época de Augusto, la ciudad griega y la romana se unieron física y jurídicamente como Municipium Emporiae. La historia urbana avanzó a buen ritmo durante los siglos I y II d. C., hasta que en la segunda mitad del III d. C. se produjo el declive y posterior abandono del área romana y de la Neápolis, concentrándose la población en Sant Martí. Este ciclo resume el tránsito de Empúries por la romanización, la prosperidad y el retiro frente al auge de otras urbes como Gerunda, Barcino o Tarraco.
En la Emporiae visitable destacan la Domus de los Mosaicos, con atrio, amplio jardín y peristilo, y un espacio subterráneo singular bajo el peristilo: el criptopórtico, hoy accesible con proyecciones audiovisuales que ayudan a imaginar su esplendor. Los pavimentos musivos de las estancias nobles se contemplan desde un mirador elevado, y dan idea del refinamiento doméstico. Cerca se conservan también otra gran casa, la Domus del Ara del Gallo, y las termas públicas, donde la ciudadanía cuidaba cuerpo y sociabilidad en estancias de agua fría, templada y caliente. Es un conjunto que, a pie de piedra, revela cómo se vivía puertas adentro en una ciudad romana de la costa.
El foro era el corazón político, religioso y comercial de Emporiae. Una gran plaza porticada articulaba la basílica, la curia y el templo capitolino, junto a tabernae donde se disponían tiendas y viviendas humildes. En la banda norte del foro, un edificio de dos plantas con zona inferior subterránea constituía el criptopórtico. Todo ello demuestra el gusto romano por el urbanismo ordenado, la retícula viaria y los espacios de representación. No faltaron tampoco anfiteatro y palestra, destinados a espectáculos y ejercicios físicos; se cita para el anfiteatro una capacidad aproximada de 3300 espectadores, dato que transmite el pulso de una ciudad viva, pensada para el ocio y el encuentro cívico.
Tradicionalmente se ha señalado que Julio César apreciaba el valor estratégico de Emporiae, con la construcción de un gran barrio para veteranos con equipamientos públicos. Más allá de esa memoria histórica, el trazado que hoy vemos deja claro cómo los romanos acomodaron el terreno a sus necesidades: calles como un tablero, espacios monumentales bien definidos y una clara vocación de servicio a su comunidad. Los restos de muralla, las conducciones y el alcantarillado completan la imagen de una urbe planificada, donde la ingeniería se puso al servicio del día a día.
El museo entre dos ciudades: piezas maestras y un convento bajo sus pies
Entre la ciudad griega y la romana se levanta el museo monográfico de Empúries, una visita imprescindible antes o después del recorrido exterior. Está construido sobre las trazas de un convento de frailes servitas de los siglos XVII y XVIII, un edificio cuya existencia se ha documentado arqueológicamente en campañas recientes. El museo, de tamaño contenido, ofrece un discurso claro y cronológico que conecta el entorno indígena de la Edad del Bronce y del Hierro con las fases griega, romana y la tardoantigüedad. La muestra incluye desde juguetes infantiles como una muñeca articulada hasta joyas, esculturas y útiles cotidianos.
La sala estrella es la de Asclepio, donde se exhibe el original de la estatua helenística hallada en 1909. La escultura, de mármol, mide unos 2,20 metros y pesa alrededor de 900 kilos. Durante décadas estuvo expuesta en Barcelona, en el Museo de Arqueología de Cataluña, y desde 2008 volvió a Empúries para presidir la colección local. En el conjunto del sitio se contabilizan numerosos mosaicos de tipología y técnica variadas, con un total que alcanza una cifra muy elevada entre la ciudad griega y la romana. Todo ello expresa el nivel artístico de un enclave que, más allá del comercio, fue un foco de cultura material de primer orden en el nordeste peninsular.
Además de la exposición permanente, el museo programa muestras temporales y sirve como centro de investigación, conservación, documentación y difusión. Es, en suma, el punto de encuentro entre el trabajo arqueológico que no cesa y el público, que puede acceder a resultados, interpretaciones y novedades. El paso por estas salas ayuda a leer mejor las ruinas al aire libre y a entender por qué Empúries es un espacio privilegiado para estudiar urbanismo, religión y economía en la Antigüedad.

Cómo planificar la visita: tiempos, experiencias y accesibilidad
Empúries no se saborea a toda prisa. Quienes han recorrido el yacimiento recomiendan dedicar entre dos horas y media y tres horas, evitando la franja más calurosa del verano, ya que hay pocas sombras. Nada más llegar conviene pasar por el Centro de recepción para ver el audiovisual introductorio. La entrada incluye audioguías para adultos y niños, y hay opciones de visitas guiadas y teatralizadas, así como itinerarios con gafas de realidad virtual que permiten visualizar espacios tal y como pudieron verse en su momento. Es especialmente llamativa la experiencia 3D de la Domus de los Mosaicos, que por un suplemento asequible en torno a 1,50 euros recrea sus estancias atrium, cubicula, triclinium, tablinium y peristylum, sumando hasta una casa de gran tamaño con decenas de habitaciones y un criptopórtico.
El recorrido habitual comienza por la ciudad griega, continúa por el museo y asciende a la ciudad romana. A pie de acceso se facilita un folleto con mapa del recinto, útil para orientarse en sectores como la muralla sur, el área de santuarios, la factoría de salazones, el macellum, el ágora, las termas, las domus y el foro. Para quienes viajan con mascota, el acceso está permitido en los espacios exteriores siempre que vaya atada; en áreas cerradas audiovisual, museo y salas temporales debe dejarse atada en el exterior. Esta flexibilidad, junto con las propuestas familiares y nocturnas de verano conciertos en el foro, talleres y actividades, hacen de Empúries un plan apto para todo tipo de públicos.
Respecto a la accesibilidad y a los ritmos, conviene venir con calzado cómodo, agua y crema solar. Si sopla tramontana, la visita resulta más fresca y, de paso, el Golfo de Roses ofrece panorámicas imponentes. En temporada alta se habilita una puerta de marina con acceso directo desde el paseo peatonal, mientras que en temporada baja permanece cerrada. Por su parte, el museo cuenta con limitaciones de accesibilidad en determinados puntos, por lo que es recomendable consultar en taquilla las alternativas y apoyos disponibles.
Curiosidades, excavaciones y estado actual
Desde 1908, las excavaciones se han desarrollado casi sin interrupción, con campañas que cada temporada añaden piezas al puzle de Empúries. A día de hoy, se calcula que apenas se ha excavado alrededor del 25 por ciento de la superficie de la ciudad romana, así que queda mucho por descubrir. Esta condición de yacimiento vivo se ha confirmado con hallazgos tan relevantes como el altar eschara del siglo VI a. C., único en la Península, o la documentación del convento servita que en época moderna se levantó sobre la antigua ciudad griega. Cada avance refina la lectura del sitio y refuerza su condición de laboratorio sobre el encuentro entre poblaciones indígenas, colonos griegos y Roma.
El relato histórico no se detiene con el abandono de Emporiae en el siglo III d. C. Tras ese punto, la población se concentró en Sant Martí d Empúries la antigua Palaia Polis. Más adelante, tras la invasión árabe y en época carolingia, Sant Martí fue capital del condado de Empúries hasta el siglo XI, cuando la sede se trasladó a Castelló. En el siglo XVI, los pescadores fundaron la villa de L Escala, heredera tardía de esa tradición marinera que ya había marcado la identidad del puerto desde tiempos de Emporion. Estos cambios explican por qué el paisaje actual reúne, en pocos kilómetros, capas diacrónicas de ciudad clásica, pueblo medieval y villa pesquera moderna.
El verano multiplica la oferta cultural. Además de visitas teatralizadas y propuestas inmersivas, suelen celebrarse conciertos en el foro, talleres familiares y actividades nocturnas que ponen en valor la magia del lugar con la luz cálida del atardecer. Quien prefiera tranquilidad encontrará en la temporada baja un ritmo ideal, con el añadido de que, si el tiempo acompaña, el paseo junto al mar invita a alargar la jornada con un baño. Por su parte, la tienda del museo ofrece guías oficiales y recuerdos, un buen complemento para quien quiera profundizar después en urbanismo, religión, epigrafía o vida cotidiana en Empúries.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/tesoros-de-empuries/
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