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La reciente elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional se convirtió en la chispa que encendió uno de los enfrentamientos políticos más intensos de los últimos años en Colombia. De un lado, el presidente Gustavo Petro, decidido a exponer lo que califica como “las redes de corrupción enquistadas en la justicia”. Del otro, Germán Vargas Lleras, exvicepresidente y uno de los líderes tradicionales de la política nacional, señalado de estar detrás de maniobras oscuras para mantener la influencia de su sector en los tribunales más poderosos del país.
El pulso estalló a raíz de una columna de opinión escrita por Vargas Lleras, titulada “Sucios mentirosos”, en la que acusó al Gobierno de haber desplegado una “campaña de chantaje y presión descarada” para asegurar la elección de la abogada María Patricia Balanta en la Corte Constitucional. Según el exvicepresidente, la intención de Petro era “capturar” al alto tribunal. Tras la derrota de Balanta y el nombramiento de Camargo, Vargas Lleras sugirió que la indignación presidencial se había traducido en la inesperada solicitud de renuncia a los ministros de Comercio, Trabajo y TIC.
La respuesta de Petro fue inmediata y contundente. Desde su cuenta en X, el mandatario aclaró que su expresión “sucios y mentirosos” no iba dirigida a los senadores que participaron en la elección, sino a quienes difundieron la versión falsa de que Balanta era “su candidata”. Y acto seguido, el presidente lanzó un golpe frontal contra Vargas Lleras: lo acusó de estar vinculado a las mismas estructuras que, según él, corrompieron la justicia en el escándalo del “cartel de la toga”.
Petro no se limitó a responder agravios. Reabrió un debate de fondo: la captura de la justicia por parte de élites políticas. Recordó que el “cartel de la toga” —un entramado de magistrados que recibían sobornos para manipular procesos— fue impulsado por figuras cercanas al partido de Vargas Lleras. En ese contexto, señaló que Gustavo Moreno, el exfiscal anticorrupción y protagonista del escándalo, llegó a su cargo en la administración de Néstor Humberto Martínez, fiscal propuesto durante el gobierno de Juan Manuel Santos, cuando Vargas ejercía como vicepresidente.
Más aún, Petro fue categórico al afirmar que la elección de Camargo no es ajena a ese legado de corrupción. Según el jefe de Estado, el nuevo magistrado ha sido mencionado en grabaciones de la DEA por supuestos vínculos con el cartel judicial:
“Eso dice alias ‘Porcino’ en los audios”, subrayó.
El presidente elevó el tono con una pregunta que golpeó el corazón del debate:
“¿Buscan acaso consolidar esa red de magistrados que reciben sobornos por no condenar, como ocurrió en el cartel de la toga?”.
Las palabras de Petro no solo buscan responder a Vargas Lleras, sino también encender las alarmas de la opinión pública sobre lo que está en juego: la independencia real de la justicia y la posibilidad de que redes corruptas sigan blindando a políticos cuestionados.
En su arremetida, el mandatario también recordó que ese cartel tuvo como uno de sus objetivos frenar las investigaciones de la Corte Suprema sobre la parapolítica, casos en los que —según sus palabras— el propio Vargas Lleras estuvo bajo la lupa judicial. Como si fuera poco, señaló que la influencia del exvicepresidente se extiende también a la justicia arbitral privada. “Su hermano tiene incidencia en la junta arbitral de la Cámara de Comercio de Bogotá, y por gran coincidencia, siendo esos árbitros elegidos por azar, usted logra ganarse esas loterías”, acusó.
El choque entre Petro y Vargas Lleras no es un simple cruce de declaraciones. Es la radiografía de una confrontación de fondo: un presidente que se presenta como el único capaz de desnudar los pactos de impunidad que han corrompido a la justicia colombiana, y un político tradicional que busca defender su poder e influencia en las instituciones.
La Corte Constitucional, epicentro de este terremoto, emerge como el símbolo de una batalla que no es solo coyuntural. En ella se juega el equilibrio del poder judicial, la credibilidad de las instituciones y la posibilidad de que Colombia logre superar décadas de clientelismo y corrupción.
El pulso entre Petro y Vargas Lleras marca un antes y un después en la política nacional: mientras el presidente llama a depurar la justicia y “recuperar la decencia”, el exvicepresidente queda señalado como uno de los guardianes de las viejas estructuras. Y es ahí donde la confrontación adquiere un carácter histórico: no es un debate entre dos hombres, sino entre dos visiones de país.
carloscastaneda@prensamercosur.org
