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Una enorme capacidad de capturar dióxido de carbono (CO₂), un papel importante en la distribución de las lluvias en el país y el atributo de guardar la historia y los ciclos de la Amazonía. Estos son algunos de los servicios prestados por árboles gigantes presentes en el norte de Brasil, especialmente el angelim-rojo (Dinizia excelsa), especie que puede superar los 80 metros de altura.

La presencia de estos individuos en la selva amazónica fue evidenciada por la ciencia recientemente. En 2019 se encontraron los primeros gigantes y, en 2022, la ubicación de un angelim-rojo de 88,5 metros de altura, equivalente a un edificio de 30 pisos, reveló el árbol más grande de Brasil, en el municipio de Almeirim, estado de Pará.
En total, se encontraron 20 ejemplares con alturas superiores a 70 metros en un área que se extiende por las proximidades del río Jari, en la frontera de los estados de Pará y Amapá. Los investigadores que participaron en el hallazgo iniciaron de inmediato estudios para comprender mejor las condiciones que llevaron a su crecimiento y todo el potencial de estos angelines-rojos.
Estudios
“Estos árboles tienen prácticamente el doble del tamaño de las alturas medias de las especies amazónicas, que rondan entre 40 y 50 metros. Entonces, estamos hablando de árboles que absorben el doble de carbono y, por lo tanto, pueden contribuir el doble a la regulación del clima”, explica Diego Armando Silva, investigador del Instituto Federal de Amapá (IFAP).
Los estudios aún están en curso, pero el investigador señala que algunas hipótesis ya muestran caminos a seguir. “Una estimación que tenemos aquí es que un solo árbol de este tipo representa alrededor del 80% de la biomasa de la parcela (área aproximada de una hectárea) en la que se encuentra.”
Por ello se estima que un único individuo con esas características puede ser capaz de absorber el 80% del CO₂ en toda esa área estudiada. Sin embargo, explica Silva, todavía se necesitan muchos estudios para comprender mejor si estos árboles también emiten grandes volúmenes de dióxido de carbono, cuánto contribuyen a la captura y liberación de agua en la atmósfera e incluso para confirmar la edad de cada uno.
“Recibimos el interés de un grupo de investigadores para realizar el estudio de datación de cedros, especie que consigue marcar muy claramente los anillos de crecimiento, alrededor de los angelines. Llegaron a una edad aproximada de 260 años. A partir de ahí trazamos una estimación de que estos angelines-rojos tienen entre 400 y 500 años”, dice.
Amenaza
Aunque estos gigantes centenarios guardan respuestas para muchas de las dudas sobre el bioma, la mitigación de los cambios climáticos y sus impactos en el planeta indican que pueden estar amenazados. Por estar localizados en una franja extensa, cada uno ocupa un territorio con diferente grado de protección.
Mientras que el árbol más alto está en Pará, el segundo, con 85,4 metros de altura, se encuentra en Laranjal do Jari, en el vecino estado de Amapá. “Aunque Amapá es un estado notoriamente cubierto por áreas protegidas, tenemos dos circunstancias que llaman la atención. La primera es que muchos árboles gigantes están fuera de unidades de conservación y la segunda es que en el estado se permite la explotación comercial del angelim-rojo”, advierte Ângela Kuczach, directora ejecutiva de la organización no gubernamental Red Pró-Unidades de Conservación.
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Protección
La ONG dirigida por Ângela integra la campaña Protege los Árboles Gigantes, liderada por el instituto El Mundo Que Queremos, en asociación con organizaciones ambientales e investigadores. Según ella, el movimiento actúa en la movilización de la sociedad civil y presiona al poder público por mayor protección y para que las futuras generaciones puedan conocer estos ejemplares.
“El más grande angelim-rojo que existe hoy en Brasil es el tercer árbol más grande del mundo. En la época en que fue descubierto, estaba dentro de un bosque estatal, la Flota del Paru, que es una unidad de conservación que permite precisamente la extracción maderera. La categoría (Flota) existe para eso, para el manejo forestal”, recuerda Ângela.
La movilización resultó en la creación, en septiembre de 2024, del Parque Estatal Ambiental de los Árboles Gigantes de la Amazonía (Pagam), una unidad de conservación de protección integral con 560 hectáreas. Según Ângela, la nueva categorización del territorio es un avance importante, pero por sí sola no deja a los árboles gigantes fuera de riesgo.
“Estamos hablando de un área que tiene mucha minería ilegal alrededor, muy amenazada por la deforestación y por la apropiación ilegal de tierras”, destaca.
Proceso
Según el presidente del Instituto de Desarrollo Forestal y de la Biodiversidad del Estado de Pará (Ideflor), Nilson Pinto, las acciones para implementar el Pagam ya están en marcha. “Hicimos una convocatoria pública para que las personas, entidades, autoridades y residentes se postularan a componer el Consejo Gestor. Estamos en ese proceso ahora. Esto es fundamental, porque es el consejo el que aprobará el Plan de Manejo, elaborado por el equipo de nuestro Instituto, con el apoyo de la Fundación Amazonía Sostenible”, dice.
El organismo estatal es responsable de la gestión de las unidades de conservación de Pará. De acuerdo con Nilson Pinto, la fiscalización en la Floresta del Paru y región ya cumple un papel importante de protección.
“La floresta estatal del Paru está muy bien preservada. Lo que tenemos allí, normal en un bosque estatal, que está destinado básicamente al manejo forestal, son varias empresas realizando manejo forestal bajo nuestra supervisión, y muy poca deforestación, muy poca de verdad”, afirma.
Para el gestor, el difícil acceso al lugar de los árboles gigantes añade una protección extra a los ejemplares.
Soluciones
Para Ângela Kuczach es necesario avanzar en las próximas etapas de protección y buscar a la ciencia como aliada para nuevos descubrimientos que permitan, al menos, la declaración de patrimonio de árboles gigantes fuera del territorio identificado. “Podemos tener al mayor árbol gigante aún no descubierto, y ya puede estar amenazado, porque puede estar fuera de un área de protección, de una unidad de conservación”, dice.
El investigador Diego Armando Silva refuerza que, además de los nuevos descubrimientos, es necesario avanzar en las investigaciones y en el monitoreo de los árboles gigantes que la ciencia ya conoce. “Los primeros pasos son la creación del comité gestor y del plan de manejo, donde estarán, posiblemente, el plan de visitas a los árboles, de educación ambiental, de investigación y de gestión de la información, que contribuye significativamente a una estructura mínima para que podamos realizar investigaciones efectivas y tener la capacidad de recibir a investigadores de diferentes regiones de Brasil y del mundo”, concluye.
Fuente de esta noticia: https://agenciabrasil.ebc.com.br/es/meio-ambiente/noticia/2025-09/cambio-climatico-pueden-ayudar-los-gigantes-de-la-amazonia
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