

CARLOS FAJARDO
PARA PRENSA MERCOSUR
Mientras su país se convulsiona en medio de manifestaciones y protestas por el aumento de precios
de artículos de primera necesidad, merced a los aranceles con que Trump ha intentado chantajear
a sus habituales socios comerciales; el aumento del desempleo cuya importante magnitud provocó
que hace algunos días el emperador destituyera a la funcionaria técnica encargada del manejo de
dichas estadísticas, como si fuera ella la culpable de esa debacle; la pérdida de cosechas en los
campos de los epulones agrícolas que ya no cuentan con la mano de obra casi esclava de los
inmigrantes mexicanos y centroamericanos, experimentados y baratos; la inhumana cacería de los
seres humanos de piel canela y melódica y dulce lengua que, por cosas de la inequidad y las malas
condiciones en sus regiones de origen migraron a EEUU en busca de mejorar su calidad de vida tanto
en el aspecto económico, como en seguridad, acceso a educación y salud, Trump, quien lo creyera,
el mismo que, como decíamos arriba, fustiga implacablemente a sus socios comerciales con
aranceles que, en últimas, pagan los ciudadanos americanos, ha emprendido una cruzada para
desactivar los conflictos que surgen en diversas partes del mundo.
Dicen las malas lenguas que en realidad va por un premio gordo: El Nóbel de la paz, premio cuyo
prestigio de alguna manera lograría, según sus cálculos gauchescos, revertir en parte el descrédito
que ha venido acumulando en su propio país por culpa de sus propias caprichosas, veleidosas y muy
publicitadas decisiones y, quién sabe, quizás evitar la que se espera sea una hecatombe electoral en
las elecciones de mitaca el 2026, cuando se renovarán parte de senado y cámara, donde, en este
momento, cuenta con una exigua mayoría que, de no irle bien, podría , por esas volubilidades de la
política, convertirse en una derrota que pusiera a esos dos órganos bajo el control de sus enemigos
demócratas y ponerlo a él en camino a un proceso de destitución por las irregularidades y abusos
que ha venido acumulando y que aquellos llevan contabilizando detalladamente, empezando por lo
sucedido en la paradisiaca y lúbrica isla de Epstein donde, al parecer, tuvo algunas aventuras
pedófilas, sin contar con la violación de la décima enmienda que le prohíbe usar a la guardia nacional
para enfrentar a la ciudadanía americana sin contar con el respaldo mayoritario del congreso.
Trump, el niño terrible casi octogenario, pisoteo con desdén juvenil esas restricciones y ahora
enfrenta, al menos en California, serios procesos judiciales que podrían llevarlo a una condena más,
aparte de las que ya carga a sus espaldas.
Otra de las violaciones que podrían causarle serios problemas a futuro ha sido su intención de
cambiar la representatividad de algunos estados, aumentando la cantidad de delegados en estados
de talante republicano, como Texas y Florida, y disminuyéndola en estados que, como California,
habitualmente votan azul.
Y así hemos visto a un Trump que , contrastando con el incendiario que tiene su propio país en
llamas y con el habitual comportamiento de presidentes precedentes, ha intentado ganar
notoriedad no a partir de la fabricación de guerras en otras latitudes, lejos de su territorio, sino
actuando como pacificador en momentos en que el mundo avanza impertérrito hacia lo que
parece ser el preludio de una gran conflagración mundial, quizás la última y definitiva que se
saldará, según los expertos, con la extinción de la vida sobre la tierra, o por lo menos de la vida
humana y la contaminación nuclear de todo el orbe.
Así, de esa manera, hemos visto como Trump intervino y consiguió, valido de engaños y ardides,
amenazas abiertas y soterradas, desactivar en pocos días el conflicto entre Irán y la nación israelí, la
guerra entre Tailandia y Camboya, el conflicto entre Pakistán y la India y desde hace algunas
semanas intenta detener la hemorragia entre Rusia y Ucrania.
Sin embargo, poco o nada ha hecho para detener la horrible masacre del pueblo palestino en Gaza,
por el contrario, ha tomado parte activa en el rearme y fortalecimiento del ejército sionista y se ha
hacho el de la vista gorda ante sus abusos, los bombardeos a diario contra estructuras civiles y
población desamparada y vulnerable no combatiente, las expresiones de algunos líderes religiosos
y militares de Israel que propugnan por la eliminación de todos los palestinos, incluso de los niños a
quienes han calificado de poco más o menos que de primordios de terroristas.
De otra parte, aunque claramente ha disminuido el apoyo financiero y material a los ucranianos,
pese a su mensaje conciliatorio y pacifista, sigue proporcionando insumos a la parte ucraniana,
provocando la extensión en el tiempo de una guerra perdida en la que a diario mueren no menos
de 1000 jóvenes ucranianos y otro número similar de jóvenes rusos.
Recientemente se llevó a cabo en Alaska una cumbre con su homólogo ruso, Vladimir Putín. Aunque
las dos cabezas de esa negociación han expresado optimismo frente a esos contactos, está claro que
falta todavía mucho para que se logre un acuerdo de paz. El líder autocrático de Ucrania, el
humorista convertido en dictador, Volodymyr Zelenskyy, recientemente, aupado por los países de
la Unión europea, en especial Alemania, Francia e Inglaterra, manifestó de manera enérgica su
desacuerdo con esas negociaciones, la cesión de territorios perdidos durante la guerra y que Rusia
reclama como suyos y la congelación de los frentes en regiones donde el ejército ruso ha avanzado
sustancialmente y que no hacían parte de sus pretensiones iniciales, amén del desarme y
desmilitarización de Ucrania y la garantía de que no será agregada a las naciones que hacen parte
de la Unión Europea y la OTAN.
El asunto es que no basta con desactivar el conflicto en Europa por sangriento y terrible que sea.
Aún a sabiendas de la enorme disparidad entre el ejército de la primera potencia nuclear y su similar
de Ucrania, el conflicto más dispar, lacerante, inhumano y repugnante es la masacre del pueblo
palestino a manos del invasor sionista. En los EEUU los ciudadanos se han manifestado en múltiples
ocasiones por el cese de esta brutal agresión. Si Trump desea ganar réditos ante su gente y ante el
mundo no basta con acabar con el conflicto ruso ucraniano, hay que terminar con la agresión
sionista en Gaza, garantizar la coexistencia pacífica y respetuosa entre palestino y judíos y
reconstruir y hacer habitable esa tierra atormentada y torturada.
Viéndolo frívolamente la cosa estaría para alquilar balcón y sería un interesante pugilato, pero aquí
no valen las frivolidades porque, de una parte, está en juego nuestra humana condición y, por otro
lado, nuestra supervivencia como especie, de las dos situaciones talvez la más importante sea la
primera porque de no salvaguardarse nuestra dignidad tal vez merezcamos la extinción.
Esperemos que la sensatez, la ética. La dignidad y el instinto de supervivencia guíen a los líderes que
podrían facilitar la desactivación de esos peligrosos e inhumanos conflictos. Así entendida y con esos
alcances la “PAX AMERICANA” sería una buena alternativa…
