

Por : Carlos Fajardo Ardila X: @CarlosFajardila «Fastidiardo»
El pasado 7 de junio de 2025, mientras realizaba un acto de campaña en el barrio Modelia,
Localidad de Fontibón, en Bogotá en un parque púbico, un adolescente de 15 años atacó
con arma de fuego e hirió en varias ocasiones al Senador Miguel Uribe, precandidato
presidencial de Centro Democrático.
Según se pudo saber a los pocos minutos del atentado, el joven político recibió tres
disparos, dos de los cuales en la cabeza.
Trasladado a un centro médico cercano al lugar del atentado, el senador Uribe recibió
cuidados iniciales que lo estabilizaron y lo prepararon para ser posteriormente trasladado
a la Fundación Santa Fe de Bogotá, prestigiosa entidad de salud bajo cuyos cuidados
permaneció hasta el 11 de agosto, fecha en la que, a las 1:56 de la madrugada falleció.
Miguel Uribe Turbay era hijo de la periodista Diana Turbay, asesinada por Pablo Escobar y
sus lacayos, y del político y empresario Miguel Uribe Londoño, quien hace 25 años fuera
detenido, investigado y absuelto por la quiebra del Banco del Estado.
Posterior al ataque se pronunciaron las autoridades gubernamentales: En principio se
ofreció una importante recompensa para quien brindara información acerca de los posibles
responsables ocultos del fatal atentado.
Antes de tener cualquier idea clara de dónde provenía el ataque, aparecieron voces de
adeptos del Centro Democrático responsabilizando del ataque al presidente Gustavo Petro:
En efecto, figuras de ese partido, como la señora Victoria Eugenia Dávila y la Senadora María
Fernanda Cabal se unieron a esas voces con sospechosa rapidez y energía a la vez que
muchos otros políticos se quejaron de “falta de garantías” para quienes han ejercido la
oposición al gobierno progresista.
Las acusaciones se siguieron produciendo y los ánimos se empezaron a caldear, como
siempre pasa en nuestro país, no faltó el espontáneo que llamara a la asonada. Ante tal
escenario de irracionalidad muy peligrosa en un territorio donde basta una pequeña chispa
para que se arme la gorda, a la actitud irresponsable y sospechosamente oportunista de
figuras del Centro Democrático, se unió sorprendentemente el mismísimo secretario de
Estado de los EEUU quien intentó también validar la sospecha en contra del presidente
Petro.
¿Habría alguna intención de generar o justificar una acción violenta en contra del gobierno
Petro? ¿Talvez desestabilizarlo? ¿Ponerlo contra las cuerdas?
El gobierno nacional rechazó de manera contundente esos avances, los denunció como una
intentona de la oposición para sacar provecho político del grave hecho, en tanto se daba
vía libre para que las investigaciones avanzaran en forma rápida. Hasta el momento, merced
justamente a esas investigaciones se han podido capturar a 6 posibles responsables, más
allá del joven sicario a quien la rápida intervención de escoltas y miembros de la policía
salvaron de la agresión de un sujeto quien, al parecer, tenía la intención de apuñalarlo. Con
base en sus declaraciones y con ayuda de cámaras y testigos se ha seguido la pista a varios
sujetos, algunos de los cuales, en Ecuador, probablemente también vinculados al asesinato
del candidato Villavicencio en ese país.
La violencia con su brutalidad puso al borde de la muerte a un joven político de derecha,
demostrando que nadie está exento de ser tocado por los criminales en cualquier
momento, pero, sin pretender justificar de manera alguna el acto criminal del cual fue
víctima MIGUEL URIBE TURBAY, es importante resaltar sus acciones y declaraciones en
momentos críticos y dolorosos que se presentaron años y meses anteriores al funesto
hecho que reseño en este artículo.
Y entonces aparecen nombres como el de DILAN CRUZ, el joven estudiante al que un
miembro de la policía mató al dispararle una granada de gas lacrimógeno en la nuca. En ese
entonces el señor Uribe Turbay intentó explicar el trágico hecho afirmando cínicamente
ante la prensa que la muerte de Dilan no se debió al acto doloso del policía sino a que la
víctima se cruzó en el camino de la granada que lo mató.
Y qué decir de su infame declaración cuando la ciudadana ROSA ELVIRA CELY apareció
vejada y asesinada en predios del parque nacional; en su declaración ante la prensa aseguró
que la violación y asesinato de Rosa Elvira había sido culpa de ella.
Su actitud burlesca frente al dolor de las madres de Soacha a las que acusó, contra toda
evidencia, de mentir y al tiempo que negaba la existencia de los crímenes de estado que
vinieron a conocerse por entonces como “falsos positivos”.
El señor Uribe siempre estuvo en contra de las reformas propuestas por el gobierno
progresista para mejorar la salud, las condiciones laborales y pensionales de los
colombianos, reformas más que necesarias y justas en un país en extremo inequitativo.
Aquí no podemos olvidar sus expresiones de felicidad cuando las truculencias de los
congresistas afines a su línea política dieron al traste y bloquearon el camino de esas
reformas.
Su decidida oposición a las negociaciones de paz y su apuesta por soluciones de fuerza, su
justificación a la violencia de estado, su postura a favor del porte de armas, la gestión
cuestionable que realizó cuando estuvo a cargo de los recursos para enfrentar la pandemia.
Pero claro, nada de lo anterior puede justificar el acto criminal del que fue víctima, tampoco
el uso descarado que algunos políticos de derecha han hecho de su terrible drama para
promover sus candidaturas y exponerse ante los medios.
Y extrañamente, luego de la publicación de una encuesta en la que Miguel Uribe aventajaba
por unos pocos puntos porcentuales a otros precandidatos en la intención de voto, de
pronto desaparecieron las visitas de politiqueros como la señora Vicky Dávila, las hordas de
beatas y plañideras rezanderas, los señores disfrazados de cruzados o de templarios, la
prensa, el oratorio en que convirtieron el andén a la entrada del edificio nuevo de la
Fundación Santa Fe, las velas, los muñecos de felpa y las flores…
Entre tanto los investigadores van descifrando la maraña urdida para esconder a los últimos
culpables, ya han caído 6 y el último de ellos, un sujeto tenebroso con el alias de “El
costeño”, un microtraficante con antecedentes de porte ilegal de armas e implicación en
otros asesinato no aparece llegar aún al cerebro intelectual del magnicidio; se apunta a la
implicación de grandes capos de la droga que fueron afectados cuando, bajo el gobierno de
Peñalosa se hizo el asalto al Bronx, esa tierra de nadie donde a escasas cuadras de la alcaldía
de Bogotá y el propio palacio de Nariño medraban los vendedores de droga al menudeo.
Se tejen muchas hipótesis, lamentablemente en este país con su guerra de baja intensidad,
balas van, balas vienen, el odio galopa, la violencia se enseñorea.
Triste y precoz final para un joven político que concentraba de alguna manera el futuro de
su organización: Tanto si fuese un crimen político, como si hubiese sido una retaliación
homicida de los microtraficantes afectados durante su paso por la secretaría de gobierno
en el nefasto segundo periodo de Peñalosa, la muerte de este joven político reabre heridas
profundas y, lamentablemente, divide más en el plano de la irracionalidad y el odio a esta
nación tan pródiga en tragedias.
Necesitamos hacer una profunda reflexión como nación, la violencia que recubre como un
barro fétido la imagen de nuestro país debe ser neutralizada y eliminada del escenario.
No es posible que no seamos capaces de emprender el diálogo que como nación
necesitamos, no es posible que no podamos establecer líneas éticas que enmarquen las
discusiones políticas y de cualquier otra índole que permiten que el país avance con base
en el debate respetuoso y racional de las diferentes opciones.
Que la muerte de Miguel Uribe sea razón y estímulo para que logremos el objetivo de
desterrar la violencia, activar ese diálogo leal y sensato que tanto necesitamos y sacar
adelante a Colombia, el país de la belleza, de la vida, no de la mezquindad, el odio y la
muerte…
Esperemos también que las investigaciones hallen a los últimos responsables de este infame
acto.
Que el odio no nos defina, sino que sea la solidaridad de cuerpo y la oposición firme contra
toda expresión de violencia: Paz en la tumba de Miguel Uribe, al igual que en las tumbas
identificadas o anónimas de los centenares de miles de víctimas de nuestra anacrónica y
terrible violencia.
Con el concurso de todos, nuestra democracia herida logrará superar los retos y obstáculos
que enfrenta.
CARLOS FAJARDO
