

UNA MIRADA PROFUNDA A LOS MALTRATADORES PASIVOS.
El término «agresión pasiva» fue introducido por primera vez por el coronel William Menninger en un boletín de guerra en 1945 y se refería a los soldados que evadían sus deberes por incompetencia deliberada (Lane, 2009).
Cuando se habla de maltrato, la mente suele evocar gritos, golpes o violencia explícita. Sin embargo, existe una forma más sutil, casi invisible, pero igual de devastadora: el maltrato pasivo. A diferencia del agresor directo, el maltratador pasivo no alza la voz ni recurre al castigo físico; hiere desde el silencio, la indiferencia, el abandono emocional y la manipulación disfrazada de calma. Las personas pasivo-agresivas son aquellas que expresan sentimientos negativos indirectamente.
¿Quiénes son los maltratadores pasivos?
El maltratador pasivo es aquel que ejerce poder y control emocional sin recurrir a actos evidentes de agresión. Suele mostrarse amable o neutro ante los demás, pero en la intimidad puede aplicar estrategias como el desprecio silencioso, la negación de afecto, la omisión intencional, el sarcasmo velado o la manipulación emocional. Estos individuos, muchas veces, no se perciben a sí mismos como agresores, lo que dificulta tanto el reconocimiento como la ruptura de sus patrones.
Detrás de esta conducta puede haber una historia de represión emocional, traumas no resueltos o modelos de crianza basados en el castigo indirecto. Algunos maltratadores pasivos no actúan por maldad consciente, sino como forma aprendida de protegerse o relacionarse. Sin embargo, esto no exime la responsabilidad sobre el daño que provocan.
Formas comunes del maltrato pasivo
El maltrato pasivo puede adoptar múltiples rostros, algunos de los más frecuentes son:
- La indiferencia emocional: negarse a reconocer las emociones del otro, mostrar frialdad persistente o ignorar necesidades afectivas.
- El silencio como castigo: dejar de hablar, responder con monosílabos o aplicar la “ley del hielo” como forma de controlar.
- La procrastinación deliberada: retrasar decisiones importantes, promesas o acciones afectivas como forma de manipular al otro.
- La invalidación constante: restar importancia a los sentimientos del otro, usar frases como «estás exagerando» o «eso no es para tanto».
- La victimización encubierta: presentarse como la víctima permanente para evadir responsabilidades y generar culpa en el otro.
Estos comportamientos pueden parecer inofensivos individualmente, pero sostenidos en el tiempo generan una atmósfera de desgaste psicológico y emocional profundo.
Consecuencias en las víctimas
Las víctimas de maltrato pasivo suelen experimentar confusión, ansiedad, baja autoestima y una creciente sensación de soledad. Dado que el agresor no actúa de manera directa, muchas personas no logran identificar que están siendo maltratadas. Se cuestionan a sí mismas, se sienten culpables por reclamar afecto o atención, y muchas veces llegan a justificar al maltratador.
Además, este tipo de violencia mina lentamente la confianza personal y el sentido de valía. La víctima puede sentirse “invisible” dentro de la relación, como si sus necesidades fueran siempre secundarias o irrelevantes. En contextos familiares, de pareja o laborales, este tipo de maltrato puede derivar en depresión, aislamiento y, en casos graves, ideación suicida.
Rompiendo el ciclo: herramientas para enfrentar el maltrato pasivo.
Romper con el maltrato pasivo requiere valentía, conciencia y apoyo. Lo primero es nombrar la experiencia: reconocer que el silencio, la indiferencia o el desprecio emocional también son formas de maltrato. A partir de allí, se pueden tomar acciones como:
- Establecer límites claros en la relación.
- Buscar redes de apoyo emocional (amigos, familia, terapeutas).
- Trabajar la autoestima para desmontar la culpa aprendida.
- Aprender a validar las propias emociones, incluso cuando el otro las ignore.
- En algunos casos, alejarse definitivamente de la relación si no hay voluntad de cambio por parte del agresor.
Del lado del maltratador pasivo, el cambio implica reconocer sus patrones de evasión emocional, asumir la responsabilidad por el impacto de su comportamiento y estar dispuesto a transformar su manera de vincularse desde la honestidad y la empatía.
El maltrato pasivo es una forma de violencia silenciosa pero persistente, que deja cicatrices invisibles en el alma. No se necesita gritar para herir, ni levantar la mano para destruir emocionalmente. A veces, lo más doloroso es el afecto que se niega, la palabra que se omite o la mirada que no llega.
Reconocer y visibilizar este tipo de maltrato es el primer paso para sanar. En un mundo donde lo que no se dice también duele, aprender a identificar y enfrentar el maltrato pasivo es una forma de dignidad, autocuidado y libertad emocional.
«Así que, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios». Santiago 1:19-20.
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Dra. Elizabeth Rondón.
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