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En medio del vaivén político de América Latina, donde las encuestas suelen ser un espejo efímero del humor ciudadano, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se mantiene con una imagen sólida en el más reciente ranking regional de popularidad, publicado por la prestigiosa CB Consultora Opinión Pública. Con un 38,8 % de aprobación, Petro ocupa el sexto lugar entre los mandatarios sudamericanos, consolidándose como una figura que, más allá de los vaivenes mediáticos, sigue viva en el sentir profundo de los pueblos.
El informe, basado en más de 11.000 encuestas realizadas entre el 21 y el 25 de julio de 2025 en diez países, posiciona en la cima al uruguayo Yamandú Orsi (50,3 %), seguido muy de cerca por Luiz Inácio Lula da Silva (49,8 %) y Javier Milei (49,5 %). Sin embargo, la historia detrás de los números revela otras verdades menos visibles: mientras varios presidentes ven cómo se erosiona su respaldo mes a mes, Petro muestra una leve pero consistente recuperación —subiendo un punto porcentual con respecto al mes anterior—, un síntoma que en política puede ser señal de algo mucho mayor.
Y es que el presidente colombiano no ha elegido el camino cómodo de gobernar desde las élites. Al contrario, Petro ha hecho de su presidencia una travesía de cercanía con los pueblos olvidados. En cada visita a los territorios históricamente excluidos, las multitudes lo reciben con fervor. Las plazas se llenan, los aplausos se multiplican y las voces que alguna vez se sintieron desoídas hoy lo reconocen como un presidente del pueblo, no de las élites.
En un continente donde la volatilidad política se ha vuelto norma, su permanencia en la mitad superior del ranking no es un dato menor. Es una muestra de que hay liderazgos que no se explican solo en cifras, sino en la conexión profunda con las causas sociales y los anhelos históricos de justicia. Petro, a diferencia de otros mandatarios que se refugian en los despachos, prefiere caminar los barrios, tocar las manos campesinas y hablar de tú a tú con quienes la historia ha mantenido en la periferia.
Mientras figuras como Dina Boluarte, en Perú, cierran el listado con una alarmante caída -18,2 % de aprobación y una pérdida de más de cuatro puntos en solo un mes-, o Luis Arce en Bolivia, que apenas alcanza un 19,5 %, Petro demuestra que su mandato no depende exclusivamente de los medios tradicionales ni de la estadística. Su fuerza radica en la relación directa con una ciudadanía que, aunque muchas veces golpeada por la historia, aún cree en una transformación real.
Lejos de los reflectores complacientes, el presidente colombiano sigue forjando una narrativa propia. La de un dirigente que no teme descender a los llanos de su país para mirar a los ojos a su gente. Y en tiempos donde la política parece haber perdido el alma, eso -más que cualquier ranking- podría ser lo que lo mantenga vigente ante los ojos de la historia.
