

POR : CARLOS FAJARDO- Columnista @CarlosFajardila «Fastidiardo»
Tal vez hubo, como en los cuentos infantiles, una época y un país en el que las contradicciones y
discrepancias se gestionaban a través de brillantes debates, argumentadas disquisiciones,
elocuentes retóricas de personajes de presunta gran cultura y profundos conocimientos , patricios
aristocráticos educados en las mejores universidades de Europa.
En ese país utópico espacios como los amplios auditorios del Capitolio Nacional, sede del Congreso
de la República, eran lugares sacrosantos que infundían respeto, se respiraba en ellos un aire
cargado de solemnidad donde brillantes expositores desgranaban sus sesudas disertaciones, sus
duras catilinarias, su fino humor y su cultura, lo que llevó a que fueran conocidos como “Padres de
la Patria”
.
Eran, cuentan los cronistas fijando su mirada en el vacío con cierto aire de nostalgia, otros tiempos,
otros líderes, otros caudillos. Colombia era un país en formación, aún se respiraba el humo de la
pólvora y se percibía el tronar de las cargas de una de las tantas guerras que condujeron a sangre y
fuego a la consolidación de este novel país.
Las cosas, empero, han cambiado. Y como si se tratara de cambiar el tango por el reguetón,
aparecieron personajes de palurdas maneras que llegaron a ocupar las sillas que esos cortesanos
liberales y conservadores, dueños de un discurso potente y sofisticado,en el que alternaban citas
oportunas y brillantes de grandes figuras del pensamiento europeo.
Bueno, quizás estamos idealizando en demasía a esos “patricios”
, pues cuesta mucho entender
como llegamos a ese estado actual de cosas en las que el argumento ponderado y lleno de
sabiduría se cambió por la afrenta de cantina: “Ladrón”
“Asesino”
,
,
“Corrupto”
,
“Exguerrillero”
expresada en infame y ultrajante coro a gritos, para tratar de silenciar el discurso de un
presidente, en el que mostraba los avances de su gobierno allegando estadísticas y datos precisos,
de fuentes respetables, pero que a la oposición, por ser contrarios a su discurso enfermizo y débil,
no le sirven.
Y sumémosle a lo anterior el ridículo de un miembro de esa oposición que se decía “Reflexiva”
ejecutando una danza grotesca utilizando una máscara con la que pretendía representar a un
mafioso, al que justamente se le señala de haber financiado con sus dineros mal habidos
campañas de partidos como el Centro Democrático y Cambio Radical, precisamente los partidos a
los que representan los díscolos colegiales en su quinta y sexta década de su existencia.
Y para completar toma la palabra una desconocida dama vestida como si acabara de bajar del
caballo, portando un sombrero negro con arabescos dorados, y en un visceral discurso se limita a
juntar a las expresiones grotescas de sus compañeros de colectivo, otras aún peores de su propia
cosecha, ultrajando no a la persona del presidente sino a su propia dignidad, promoviendo en
lugar del argumento inteligente y documentado, expuesto con respeto y decoro, como se supone
que deben hacer los seres civilizados, una colección de ultrajes y afirmaciones sin sustento
dirigidas a la galería y a promover el odio que por tantos años ha llenado las calles, las veredas y
los campos de sangre y cadáveres insepultos.
Y ese presunto templo de la sensatez y el argumento potente y convincente, ese lugar conde
alternaban y discutían patricios liberales y godos, se convierte en un bazar, una cantina, una plaza
de mercado, el ambiente se llena de invectivas, ultrajes, amenazas, reflejo de un país donde se
mata antes de esbozar una razón, simplemente porque el otro piensa y actúa en forma diferente,
porque no se tienen las luces para responder con altura a sus discursos y alocuciones.
Y entonces uno entiende por qué en este país se mata con tanta facilidad, por que fuimos un
reducto del odio, de la inequidad, de la corrupción y por qué cuesta tanto mantener ese sueño de
ser “el país de la belleza” y dejar de ser un camposanto a cielo abierto. ¿Qué más se podría
esperar de unos dirigentes que ya no actúan como madres y padres de la patria sino como
ponzoñosos artífices y activistas del odio y de la violencia?
Tal vez le iría mejor a este país si en lugar de esas “madres y padres” de la patria, fuera un país
huérfano.
Colombia se merece tiempos mejores, congresos mejores, periodistas mejores, dirigentes mejores:
No hay nada en el aire que respiramos que nos induzca a la violencia, en medio de paisajes
espectaculares, ríos, bosques, selvas, ricas flora y fauna, lo único que hace falta para que
disfrutemos y medremos en este paraíso es que algún día desarmemos nuestros corazones.
