
CLAVES PARA COMPRENDER, DETECTAR Y ACOMPAÑAR ESTE TRASTORNO.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neurobiológica que afecta a millones de niños en todo el mundo y que, con frecuencia, persiste hasta la vida adulta. Se caracteriza por tres síntomas principales: dificultad para mantener la atención, hiperactividad e impulsividad. Aunque cada niño puede presentar una combinación única de estos rasgos, el impacto en su vida escolar, social y emocional suele ser significativo.
¿Qué es el TDAH?
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que altera la capacidad del niño para regular su atención, su nivel de actividad física y sus impulsos. No se trata de una “mala conducta” ni de una falta de disciplina, sino de un funcionamiento diferente del cerebro que requiere comprensión, diagnóstico adecuado y abordaje terapéutico integral.
Los niños con TDAH pueden mostrar dificultades para concentrarse en clase, seguir instrucciones, organizar tareas o esperar su turno en una conversación o juego. A menudo, estos comportamientos afectan su rendimiento escolar y sus relaciones con familiares, profesores y compañeros.
Principales síntomas del TDAH.
Aunque los síntomas pueden variar en intensidad, se agrupan en tres grandes categorías:
- Falta de atención: Dificultad para concentrarse durante períodos prolongados.
- Se distraen fácilmente con estímulos irrelevantes.
- Tienen problemas para seguir instrucciones o finalizar tareas.
- Suelen olvidar objetos o citas importantes.
- Les cuesta organizar actividades y planificar.
- Hiperactividad: Inquietud constante, incluso en momentos que requieren calma.
- Se levantan del asiento con frecuencia, incluso cuando no es apropiado.
- Hablan en exceso o interrumpen constantemente.
- Manifiestan una necesidad continua de moverse o manipular objetos.
- Impulsividad: Actúan sin pensar en las consecuencias.
- Interrumpen a los demás o se adelantan en juegos y actividades.
- Les resulta difícil esperar turnos o respetar normas.
- Pueden tomar decisiones arriesgadas sin valorar el peligro.
¿Cómo se diagnostica el TDAH?
El diagnóstico del TDAH no se basa en una sola prueba, sino en una evaluación integral que incluye diversas etapas:
- Entrevistas clínicas: Se conversa con padres, cuidadores, maestros y el propio niño para conocer el contexto y observar patrones de comportamiento.
- Evaluación médica: Es fundamental descartar otras condiciones médicas o neurológicas que puedan generar síntomas similares.
- Pruebas psicológicas: Se utilizan escalas estandarizadas que permiten medir los niveles de atención, impulsividad e hiperactividad.
- Revisión académica: Se analiza el desempeño escolar y la interacción del niño en el entorno educativo.
Este proceso debe ser realizado por un equipo profesional, que puede incluir pediatras, psicólogos, psiquiatras infantiles y especialistas en desarrollo.
Tratamientos disponibles.
El abordaje del TDAH es personalizado y, en la mayoría de los casos, se recomienda un tratamiento multimodal que combine varias estrategias:
- Medicamentos: Los más utilizados son los estimulantes (como metilfenidato), aunque también existen opciones no estimulantes. Estos ayudan a mejorar la atención y reducir los comportamientos impulsivos o hiperactivos.
- Terapia conductual: Enseña al niño herramientas para gestionar sus emociones, estructurar rutinas y mejorar su capacidad de autocontrol.
- Apoyo escolar: Se pueden implementar adaptaciones en el aula, tutorías personalizadas y métodos de enseñanza más visuales o dinámicos.
- Formación para padres: Brindar a las familias estrategias para manejar el comportamiento, establecer límites claros y promover un entorno emocionalmente saludable.
Impacto del TDAH en la vida del niño
Sin un acompañamiento adecuado, el TDAH puede interferir en múltiples áreas del desarrollo:
- Ámbito escolar: Bajo rendimiento académico, dificultades para concentrarse, terminar tareas o relacionarse con profesores.
- Relaciones sociales: Problemas para integrarse, mantener amistades estables o comprender normas sociales.
- Salud emocional: Baja autoestima, ansiedad, frustración o síntomas depresivos debido a críticas constantes o dificultades para cumplir expectativas.
El TDAH no define el valor ni el potencial de un niño. Con diagnóstico temprano, tratamiento adecuado y un entorno de apoyo, es posible lograr una vida plena, equilibrada y exitosa. Comprender esta condición es el primer paso para romper estigmas, brindar oportunidades y acompañar con empatía el desarrollo de quienes conviven con ella.
Si se sospecha la presencia de TDAH en un niño, es fundamental buscar orientación profesional. La detección oportuna puede marcar una diferencia decisiva en su calidad de vida y en su futuro.
“Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa”. Salmo 127:3 (Reina-Valera 1960)
