
EL ARTE MODERNO QUE VIVE Y RESPIRA EN CALI.
En la ribera del río Cali, entre árboles centenarios y arquitectura minimalista, se alza uno de los espacios culturales más emblemáticos del país: el Museo La Tertulia. Fundado en 1956, este museo no solo fue pionero del arte moderno en Colombia, sino que desde entonces ha sido faro creativo, escuela informal y punto de encuentro para generaciones de artistas, espectadores y soñadores.
Más que una colección, La Tertulia es una idea viva: un espacio que cree en el arte como diálogo, como provocación y como forma de comunidad.
De tertulia a institución.
Todo comenzó con un grupo de intelectuales caleños, encabezados por Maritza Uribe de Urdinola, quienes soñaban con un lugar donde el arte pudiera hablar libremente con la ciudad. Así nació La Tertulia, primero en una casa del barrio San Antonio, y luego, en 1968, en su sede actual: un edificio de diseño moderno que se convirtió en el primer museo del país construido específicamente para albergar arte moderno y contemporáneo.
Desde entonces, su arquitectura abierta, pensada para fluir con el entorno natural, se convirtió en símbolo visual y cultural de Cali.
Un acervo que habla en muchos lenguajes.
La colección del museo supera hoy las 1.500 obras, muchas de ellas en formatos gráficos como grabado, dibujo y fotografía. A lo largo de los años, La Tertulia ha reunido piezas clave de artistas colombianos y latinoamericanos, convirtiéndose en referente continental del arte gráfico.
Este enfoque permitió a generaciones de visitantes explorar expresiones diversas, desde lo figurativo hasta lo conceptual, desde lo crítico hasta lo lúdico.
El cine como resistencia y ritual colectivo.
Uno de los grandes orgullos del museo es su cineclub, considerado el más antiguo en funcionamiento continuo en Colombia. Desde 1963, ha proyectado cine de autor, clásico, experimental e independiente. Para muchos caleños, ir al cine de La Tertulia es un ritual: una experiencia donde el espectador no es pasivo, sino parte de una conversación cultural más amplia.
Gracias a este espacio, el museo ha formado públicos críticos, curiosos y comprometidos con la creación audiovisual alternativa.
Un museo que forma y transforma.
La Tertulia también es un laboratorio pedagógico. Con su Sala Didáctica, talleres infantiles, programas escolares y actividades comunitarias, ha logrado lo que pocos museos: abrir sus puertas a públicos diversos. Aquí el arte no está escondido detrás del silencio y la solemnidad, sino que se vive, se toca, se pregunta.
Las alianzas con colectivos, universidades y fundaciones han fortalecido su vocación como museo comunitario, inclusivo y en diálogo constante con la ciudad.
Símbolo urbano con desafíos del presente.
La Tertulia es hoy un ícono caleño. Su arquitectura, su terraza frente al río, sus eventos gratuitos, sus ferias de arte y cine al aire libre la han posicionado como uno de los lugares más queridos por locales y visitantes. Pero también enfrenta retos: mantenimiento de infraestructura, digitalización, financiación estable y atracción de nuevos públicos.
Sin embargo, si algo ha demostrado el museo en sus más de seis décadas es su capacidad de adaptación creativa. Ni la pandemia ni las crisis sociales lo detuvieron: encontró formas de seguir haciendo arte, incluso en medio del silencio.
Un espacio donde el arte es verbo.
El Museo La Tertulia no es un edificio con cuadros. Es una casa de ideas. Es un respiro para la ciudad. Un lugar donde el arte no se cuelga: se conversa. Donde el cine no se ve: se comparte. Donde la memoria no se guarda: se transforma.
En tiempos donde el ruido es constante, La Tertulia sigue apostando por el valor de detenerse, mirar y pensar. Por eso, más que un museo, es un latido cultural. Y mientras Cali siga creando, soñando y resistiendo, La Tertulia seguirá ahí: respirando con ella.
“Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6. (Reina-Valera)
