

SÍMBOLO DEL ESPLENDOR REPUBLICANO EN EL CORAZÓN DE CALI.
En pleno centro histórico de Cali, a un costado de la emblemática Plaza de Caycedo, se alza una joya arquitectónica que ha sobrevivido al tiempo, al abandono y a la amenaza del olvido. Se trata del Edificio Otero, una estructura imponente construida entre 1922 y 1926 que trajo a la ciudad el aire elegante del estilo republicano francés. Hoy, este edificio no solo adorna el skyline clásico caleño, sino que también encarna una parte esencial de la memoria urbana y cultural de la capital del Valle del Cauca.
El sueño europeo de Emiliano Otero.
Todo comenzó en 1922, cuando el empresario Emiliano Otero, fascinado por la arquitectura que conoció en sus viajes por Europa, decidió transformar radicalmente el paisaje arquitectónico del centro caleño. En lugar de restaurar la antigua casa del coronel Ocampo —ubicada frente a la plaza principal—, optó por reemplazarla con un edificio moderno al estilo republicano francés, rompiendo así con la tradición colonial predominante en la ciudad.
Para ello, contrató a los arquitectos Rafael Borrero y Francisco Ospina, quienes diseñaron una obra inédita para la época. Lo que parecía una audacia se convirtió pronto en un hito urbano.
Una obra pionera en técnica y estética.
Finalizado en 1926, el Edificio Otero fue el primero en Cali en usar hormigón armado como estructura principal, una innovación que relegaba los muros a un simple papel de cerramiento. Esta técnica permitía mayor altura, ligereza y libertad ornamental.
Su fachada, cargada de elementos barrocos y renacentistas, fue concebida dentro del eclecticismo académico francés. En la esquina, una cúpula con óculos coronaba un volumen ochavado que rompía la simetría y aportaba verticalidad. El diseño de los vanos también era meticuloso: monumentales en el segundo piso, más discretos en el tercero, logrando un diálogo visual armonioso con las construcciones vecinas.
Centro de lujo y vida social.
Durante sus primeros años, el Edificio Otero se convirtió en epicentro de la vida social caleña. En sus pisos superiores operó el Hotel Europa, considerado uno de los más lujosos de la época. Por sus habitaciones pasaron personalidades como el actor estadounidense Tyrone Power, quien se hospedó allí en 1939.
En la planta baja funcionaba el restaurante Gambrinus, conocido por su elegancia y por ser punto de encuentro de la élite local, intelectuales y visitantes distinguidos. El edificio no solo marcó un cambio en el paisaje urbano, sino que también redefinió las dinámicas sociales del centro histórico.
Amenaza de demolición y declaración como Monumento Nacional.
En 1970, el Edificio Otero estuvo a punto de desaparecer. Su nuevo propietario, el empresario Bernardo Rivera, buscaba reemplazarlo con una construcción moderna. Sin embargo, la comunidad caleña reaccionó con fuerza: arquitectos, estudiantes de arte, gestores culturales y ciudadanos se movilizaron para evitar su destrucción.
El resultado fue contundente: el 25 de julio de 1977, el gobierno nacional lo declaró Monumento Nacional, reconociendo no solo su valor arquitectónico, sino también su papel como símbolo urbano y memoria colectiva.
Tragedia, abandono y renacimiento.
A pesar de su estatus patrimonial, el edificio vivió episodios oscuros. En 1984, fue escenario de la tristemente recordada masacre del Diners Club, cuando un asalto bancario dejó nueve muertos. Luego vino el abandono. Por años, el Otero estuvo deteriorado, con sus muros resquebrajados y su interior vacío.
Fue solo hasta 2009 cuando volvió a la vida: el Banco BBVA adquirió el inmueble y destinó 400 millones de pesos a su restauración. Bajo la dirección del arquitecto Higor Abouchaar, se recuperaron 2.200 m² y se adaptaron 600 m² para oficinas, respetando su esencia histórica.
Un hito en el paisaje caleño.
Junto con el Palacio Nacional —ubicado justo enfrente—, el Edificio Otero conforma el llamado “costado republicano” de la Plaza de Caycedo. Ambos edificios representan una época de transición entre la arquitectura colonial y la modernidad decorativa de principios del siglo XX.
Más allá de su belleza, el Otero narra la historia de una ciudad que comenzó a mirar al mundo con otros ojos, que soñó con crecer y modernizarse sin renunciar a su identidad.
Una memoria de concreto, historia y ciudadanía.
El Edificio Otero no es solo una pieza de concreto con detalles ornamentales. Es un espejo del alma caleña, un símbolo de su apertura cultural y un recordatorio del poder ciudadano para defender su patrimonio. Su historia, que va del esplendor al abandono, y de la tragedia a la restauración, representa fielmente los vaivenes de una ciudad que sigue reinventándose.
Protegerlo es, en esencia, proteger una parte invaluable de lo que fuimos, somos y aspiramos a ser.
«Dad gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre». Salmos 107:1. (Reina-Valera)
