
UN LLAMADO URGENTE A LA COMPRENSIÓN Y LA PREVENCIÓN.
En los últimos años, la salud mental de los adolescentes ha cobrado una relevancia creciente a nivel mundial. Uno de los temas más alarmantes y sensibles es la ideación suicida, entendida como la presencia de pensamientos, deseos o planes relacionados con quitarse la vida. Esta realidad, muchas veces silenciada o minimizada, constituye una señal de alerta sobre el sufrimiento emocional profundo que atraviesan miles de jóvenes. Comprender sus causas, manifestaciones y abordajes es vital para construir una sociedad que cuide, escuche y acompañe a su población más vulnerable.
LA ADOLESCENCIA: UNA ETAPA DE TRANSFORMACIÓN Y VULNERABILIDAD.
La adolescencia es una fase compleja de desarrollo, marcada por profundos cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales. Es el momento en que se define la identidad personal, se reconfiguran los vínculos familiares y se intensifican las relaciones con pares. A la vez, emergen preguntas existenciales, presiones académicas, inseguridades corporales y conflictos internos que pueden generar altos niveles de estrés, ansiedad o tristeza.
Cuando un adolescente no cuenta con redes de apoyo sólidas, espacios seguros de expresión emocional o herramientas adecuadas de afrontamiento, puede comenzar a desarrollar pensamientos relacionados con el suicidio como forma de escape o solución ante el dolor que no sabe cómo gestionar.
FACTORES DE RIESGO ASOCIADOS A LA IDEACIÓN SUICIDA
La ideación suicida no surge de una única causa, sino de la interacción de múltiples factores. Algunos de los más relevantes incluyen:
- Experiencias de abuso físico, sexual o emocional, negligencia o violencia intrafamiliar.
- Trastornos de salud mental no diagnosticados o no tratados, como la depresión, la ansiedad, el trastorno límite de la personalidad o el trastorno bipolar.
- Bullying o ciberacoso, especialmente en contextos escolares o en redes sociales.
- Duelo por pérdidas significativas, como la muerte de un ser querido, ruptura amorosa o separación parental.
- Baja autoestima y sensación de inutilidad o desesperanza.
- Presión académica extrema y miedo al fracaso.
- Orientación sexual o identidad de género no aceptada social o familiarmente.
Estos factores no son determinantes por sí solos, pero pueden incrementar la vulnerabilidad cuando se presentan simultáneamente o durante períodos prolongados.
SEÑALES DE ALERTA: CUANDO EL SILENCIO GRITA.
Una de las mayores dificultades para prevenir el suicidio es que muchas veces los adolescentes no expresan directamente su malestar. Sin embargo, existen señales que pueden indicar un riesgo potencial:
- Aislamiento social repentino o progresivo.
- Cambios drásticos en el estado de ánimo, irritabilidad, apatía o llanto frecuente.
- Abandono de actividades que antes disfrutaban.
- Frases como “ya no vale la pena vivir”, “todos estarían mejor sin mí” o “ojalá pudiera dormir y no despertar”.
- Regalar objetos personales significativos.
- Búsqueda en internet sobre métodos para morir.
- Dificultades para dormir o cambios en el apetito.
- Conductas autolesivas, como cortes en brazos o piernas.
Reconocer estas señales no implica caer en alarmismos, pero sí debe movilizar a la acción: hablar, acompañar, buscar ayuda profesional y no ignorar el sufrimiento del adolescente.
¿Qué pueden hacer las familias y las instituciones?
La prevención de la ideación suicida no es responsabilidad exclusiva del adolescente ni del profesional en salud mental. Involucra a toda la sociedad: familias, docentes, instituciones educativas, medios de comunicación y políticas públicas. Algunas claves para abordar este fenómeno incluyen:
- Escucha activa y empática: No juzgar, minimizar o invalidar lo que el adolescente siente. Preguntar con respeto y sin temor: “¿Has pensado en hacerte daño?” no incita al suicidio, sino que abre una puerta al diálogo.
- Fomentar espacios de expresión emocional: A través del arte, el deporte, la escritura o grupos de conversación.
- Establecer rutinas saludables: Sueño adecuado, alimentación balanceada, actividad física y límites al uso excesivo de pantallas.
- Buscar ayuda profesional oportuna: Psicólogos, psiquiatras y terapeutas especializados en adolescencia pueden intervenir eficazmente.
- Crear entornos educativos libres de violencia y discriminación, donde se promueva el respeto por la diversidad y la inclusión.
- Educar sobre salud mental: Integrar en los currículos escolares contenidos que permitan a los adolescentes identificar sus emociones y pedir ayuda.
- Hacia una cultura del cuidado y la prevención
Hablar de suicidio en la adolescencia no debe ser un tabú. El silencio, el estigma y la desinformación son aliados del sufrimiento silencioso. Es urgente crear una cultura del cuidado donde se escuche sin prejuicios, se actúe sin demora y se construyan puentes hacia la vida. Cada palabra que acoge, cada gesto que acompaña y cada profesional que interviene puede marcar la diferencia entre la desesperanza y la posibilidad de seguir adelante.
La ideación suicida no es un capricho, una moda o una manipulación. Es el reflejo de un dolor que no ha encontrado salida. Acompañar a un adolescente en ese túnel oscuro puede ser la luz que necesita para volver a creer en sí mismo, en los otros y en la vida.
“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios”. Eclesiastés 11:9 (Reina-Valera 1960).
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Dra. Elizabeth Rondón.
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