
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunció el 1 de julio de 2025 el lanzamiento de nuevos instrumentos financieros para la gestión del riesgo de desastres naturales y la expansión de su cobertura de protección climática por un monto adicional de 2.000 millones de dólares. Este paso forma parte de un compromiso renovado del banco con la resiliencia climática, la seguridad económica y la reducción de vulnerabilidades sistémicas en América Latina y el Caribe.
¿Qué son estos instrumentos?
El paquete anunciado incluye:
- Bonos catastróficos: permiten transferir el riesgo a los mercados financieros.
- Seguros paramétricos soberanos: otorgan pagos automáticos al ocurrir un desastre según umbrales predefinidos (por ejemplo, cantidad de lluvia o magnitud de un terremoto).
- Líneas de crédito contingente: desembolsables de forma inmediata ante una emergencia.
- Fondos de respuesta rápida: recursos preaprobados para acelerar la reconstrucción y atención humanitaria.
Ventajas clave del financiamiento
- Acceso inmediato a liquidez tras un desastre, lo que reduce tiempos de respuesta y evita que los países tengan que endeudarse en condiciones adversas.
- Estabilidad fiscal: protege presupuestos públicos ya limitados y evita desviaciones de recursos para salud, educación u otras prioridades.
- Incentiva la planificación preventiva: los países se ven motivados a fortalecer sus sistemas de gestión de riesgos, mapas de vulnerabilidad y planes de contingencia.
- Atractivo para inversionistas y donantes: la existencia de mecanismos de cobertura reduce el riesgo país y mejora la percepción de estabilidad macroeconómica.
- Promueve alianzas público-privadas: los gobiernos pueden atraer capital privado y reaseguradoras globales para compartir el riesgo.
- Inclusión social: al permitir respuestas más rápidas, estos instrumentos pueden salvar vidas, proteger comunidades rurales y mitigar impactos sobre poblaciones vulnerables.
¿Quiénes se beneficiarán más en América Latina y por qué?
El Caribe y Centroamérica
Países como Haití, República Dominicana, Jamaica, Honduras, El Salvador y Nicaragua son altamente vulnerables a huracanes, tormentas y terremotos. Estos instrumentos les ofrecen:
- Mayor estabilidad fiscal post-desastre.
- Capacidad de respuesta sin comprometer otros sectores prioritarios.
- Atractivo para inversión internacional resiliente.
Zonas costeras y amazónicas de América del Sur
Regiones como el delta del Orinoco (Venezuela), el litoral atlántico de Brasil, el Chocó en Colombia, la región amazónica de Perú y Bolivia, están expuestas a inundaciones y eventos extremos. Este financiamiento:
- Permite canalizar recursos hacia obras de mitigación y adaptación climática.
- Protege ecosistemas clave y comunidades indígenas.
- Favorece modelos de desarrollo más sostenibles.
Áreas urbanas expuestas al cambio climático
Ciudades como Lima, Santiago, Buenos Aires, Ciudad de Guatemala, Ciudad de Panamá y San Juan pueden usar estos fondos para:
- Financiar sistemas de drenaje urbano inteligente.
- Fortalecer infraestructura crítica (hospitales, escuelas, acueductos).
- Desarrollar planes de resiliencia urbana con visión climática.
¿Por qué es un logro estratégico?
- Coloca a América Latina en la vanguardia del financiamiento climático innovador, en línea con la arquitectura financiera global del G20 y los acuerdos de París.
- Reduce la dependencia de ayuda internacional tardía o reactiva, apostando por mecanismos proactivos, técnicos y estructurados.
- Fortalece la autonomía fiscal y la soberanía económica frente a desastres que, hasta ahora, desestabilizaban presupuestos enteros y sumían a países en ciclos de endeudamiento.
- Democratiza el acceso al financiamiento climático, al incluir países pequeños y vulnerables tradicionalmente excluidos de los grandes flujos financieros.
- Genera condiciones para una recuperación verde y justa, al canalizar los recursos hacia soluciones basadas en la naturaleza, infraestructura sostenible y protección de comunidades.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunció el 1 de julio de 2025 el lanzamiento de nuevos instrumentos financieros para la gestión del riesgo de desastres naturales y la expansión de su cobertura de protección climática por un monto adicional de 2.000 millones de dólares. Este paso forma parte de un compromiso renovado del banco con la resiliencia climática, la seguridad económica y la reducción de vulnerabilidades sistémicas en América Latina y el Caribe.