
El Fondo Monetario Internacional (FMI) celebra la conclusión de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre el MERCOSUR y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), anunciado durante la Cumbre del MERCOSUR realizada los días 2 y 3 de julio de 2025 en Buenos Aires. Este tratado, resultado de un diálogo iniciado hace más de una década, constituye un hito en la evolución de las relaciones económicas birregionales y abre una vía ambiciosa hacia una mayor integración comercial, cooperación técnica y competitividad global.
El acuerdo involucra a ocho países: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay por parte del MERCOSUR; e Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza por parte de la EFTA. En conjunto, estas naciones representan una población de casi 300 millones de personas y un Producto Interno Bruto combinado que supera los 4,3 billones de dólares estadounidenses, lo que convierte este tratado en un puente transcontinental con proyecciones estratégicas en materia de comercio, inversión y desarrollo sostenible.
Una arquitectura económica moderna y de amplio espectro
El FMI destaca que el tratado va más allá del mero intercambio de bienes. Su estructura incluye capítulos sobre servicios, inversiones, propiedad intelectual, compras públicas, defensa comercial, normas técnicas, medidas sanitarias y fitosanitarias, comercio y desarrollo sostenible, y mecanismos de resolución de controversias. Este enfoque multidimensional refleja las tendencias contemporáneas de los acuerdos comerciales de última generación, que ya no se limitan a aranceles, sino que abordan de forma integral los marcos regulatorios, la armonización de estándares y la gobernanza económica.
De acuerdo con el comunicado oficial, más del 97% de las exportaciones entre ambos bloques se verán favorecidas con reducciones arancelarias y mejoras significativas en el acceso a los mercados. En el plano operativo, se introduce un régimen aduanero modernizado y un marco legal que promete mayor previsibilidad, transparencia y seguridad jurídica para los inversionistas y actores económicos de ambas partes.
Impacto para el MERCOSUR: diversificación, innovación y desafíos internos
Desde la perspectiva del MERCOSUR, el tratado representa una oportunidad estratégica para diversificar sus mercados de exportación, disminuyendo la dependencia de sus socios tradicionales. Este nuevo acceso a mercados altamente desarrollados podría beneficiar particularmente a sectores como el agroindustrial, la manufactura ligera, los servicios técnicos y la economía del conocimiento, siempre y cuando se acompañe de políticas internas que promuevan la competitividad.
Asimismo, el FMI observa que las pequeñas y medianas empresas (PYMEs) podrían jugar un rol destacado si logran superar los desafíos logísticos y normativos del comercio internacional. Para ello, se requerirán programas de asistencia técnica, capacitación y acceso a financiamiento, especialmente en áreas rurales o periféricas donde se concentran muchos de los sectores productivos sensibles del bloque.
No obstante, el acuerdo también plantea desafíos estructurales relevantes. Las asimetrías existentes entre las economías desarrolladas de la EFTA —con sectores industriales altamente tecnificados y regulaciones estrictas— y las estructuras productivas heterogéneas del MERCOSUR podrían generar tensiones distributivas si no se acompaña el proceso de apertura con políticas de ajuste gradual, protección temporal de sectores vulnerables y fortalecimiento institucional.
La EFTA: acceso a mercados emergentes y cooperación en sostenibilidad
Para los países miembros de la EFTA, el acuerdo representa un acceso privilegiado a economías en desarrollo con recursos naturales abundantes, demanda creciente y potencial demográfico importante. El tratado podría fortalecer la presencia de empresas europeas en sectores clave como infraestructura, energía limpia, servicios financieros, salud y tecnología digital.
Asimismo, el FMI valora positivamente la inclusión de un capítulo sobre comercio y desarrollo sostenible, que establece compromisos en materia ambiental, estándares laborales y transición ecológica. Esta dimensión resulta esencial para alinear los flujos comerciales con las metas del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No obstante, su implementación requerirá una rápida adaptación normativa e institucional por parte del MERCOSUR, así como cooperación técnica e inversión en capacidades.
El proceso de implementación: voluntad política y gobernanza multilateral
El acuerdo aún debe pasar por la firma oficial y la ratificación parlamentaria en cada uno de los países signatarios, un proceso que, como ha demostrado el antecedente del tratado MERCOSUR–Unión Europea, puede enfrentar obstáculos significativos derivados de factores políticos, ambientales y sociales. El FMI subraya la importancia de que los países del MERCOSUR cuenten con mecanismos de diálogo interno y consulta social que legitimen el acuerdo y minimicen tensiones internas durante su implementación.
Del mismo modo, será esencial establecer instancias de monitoreo y gobernanza conjunta que permitan evaluar de manera periódica los impactos del tratado y corregir posibles desviaciones o desequilibrios. La transparencia, la participación de múltiples actores —incluido el sector privado, la academia y la sociedad civil—, y la cooperación técnica multilateral serán pilares clave para el éxito sostenido del acuerdo.
Conclusión: un nuevo punto de partida para la integración inteligente
El Fondo Monetario Internacional concluye que el Tratado de Libre Comercio MERCOSUR–EFTA representa una valiosa oportunidad para fortalecer la inserción internacional de América del Sur, impulsar su transformación productiva y facilitar la integración en cadenas de valor más sofisticadas y sostenibles.
Sin embargo, el éxito del acuerdo dependerá de su implementación progresiva, equilibrada e inclusiva, del fortalecimiento institucional en los países del MERCOSUR y de la voluntad política de ambos bloques para cooperar sobre bases de equidad, transparencia y responsabilidad compartida.
Más que un fin en sí mismo, este tratado debe concebirse como un punto de partida para construir una visión renovada de la integración regional, basada en el desarrollo sostenible, la justicia económica y la resiliencia frente a los desafíos globales.

