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En un giro que marca un antes y un después en la política exterior colombiana, el gobierno de Gustavo Petro logró la adhesión oficial de Colombia al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), la poderosa entidad financiera del bloque BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El anuncio fue hecho por la canciller Laura Sarabia durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, y confirmado por la presidenta del banco, Dilma Rousseff, en una declaración que no tardó en resonar a escala global.
La noticia se convierte en uno de los movimientos internacionales más trascendentales para Colombia en décadas. No se trata únicamente de una nueva fuente de financiamiento para obras de infraestructura y desarrollo sostenible -fuera de la órbita del dólar y de los organismos multilaterales dominados por Occidente-, sino de una redefinición profunda de las alianzas estratégicas del país en el tablero global.
«Colombia se une oficialmente al banco de los BRICS, tras una solicitud elevada al más alto nivel por el presidente Petro durante su visita a Shanghái el pasado 16 de mayo. Este hecho trasciende lo financiero», expresó la canciller Sarabia. El ingreso -considerado por el Ejecutivo como un “hito en la diversificación de la política económica y exterior del país”- ha sido interpretado como un viraje decidido hacia el multilateralismo emergente que desafía el orden financiero establecido.
La magnitud del paso no ha pasado desapercibida entre los actores políticos. “Es un momento histórico. Colombia se alinea con una arquitectura financiera alternativa que representa hoy más del 37 % del PIB mundial”, señaló el congresista Alejandro Toro, presidente de la Comisión Segunda de Relaciones Exteriores. El legislador destacó que esta decisión no solo rompe con décadas de dependencia económica, sino que abre oportunidades concretas para el desarrollo de regiones olvidadas del país.
Colombia se comprometió a adquirir 5.125 acciones del capital autorizado del banco BRICS, una inversión equivalente a más de 2,1 billones de pesos. De esa cifra, 1.025 acciones se pagarán en efectivo y el resto se destinarán como garantía. Los recursos permitirán al país financiar megaproyectos con condiciones más favorables que las impuestas por los circuitos tradicionales, en un momento en que las relaciones con Estados Unidos atraviesan tensiones silenciosas pero palpables.
El telón de fondo no puede ignorarse. Mientras Washington refuerza medidas arancelarias que golpean a las exportaciones colombianas -exceptuando las minero-energéticas- y se repliega hacia el proteccionismo, Bogotá ha decidido mirar hacia el Sur Global. La reciente adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, promovida por China, ya anticipaba un viraje de fondo.
El ingreso al banco de los BRICS no convierte aún a Colombia en miembro pleno del bloque, pero abre un camino irreversible. El gesto es leído por muchos como una afirmación de soberanía en política internacional y como una demostración de que el país puede jugar un rol activo en la redefinición del equilibrio económico mundial.
Para el gobierno Petro, esta decisión no solo representa un acierto diplomático: es una señal de que la apuesta por una política exterior independiente, muchas veces subestimada o ridiculizada por sus opositores, comienza a rendir frutos tangibles.
Mientras la derecha local guarda silencio o reacciona con incomodidad, Colombia entra en una nueva era. Ya no como espectadora de las decisiones globales, sino como participante activa en la construcción de un orden más plural, donde el Sur también tiene voz.
carloscastaneda@prensamercosur.org
