El hombre mediocre

Aquel que está inmerso en la rutina, en prejuicios, el que considera que el desempeñar una función depende del género. Aquel individuo que es maleable, no es honesto ni leal, es ignorante, carente de muchas cosas, ni siquiera tiene méritos, pero que ha tenido en su vida suerte, mucha suerte.

Con una vida cómoda, con ciertos privilegios, y donde el chisme, la intriga y la envidia son sus mejores armas para mantenerse en el statu quo. 

Aquel individuo que puede gozar de poder, más no estima, “legalidad” más no legitimidad, reconocimiento, más no respeto.

Al no poseer ningún tipo de genialidad, usa sus defectos para poder enfrentarse a aquellos que sí tienen talento, que son idealistas, porque sabe que carece de muchas actitudes y aptitudes para salir adelante. 

Faustino G. en una frase lo explicaba perfectamente: “Lo malo es malo, pero lo mediocre es peor: es lo malo creyendo ser algo… es decir, la mediocridad es peligrosa y oculta su verdadera naturaleza, llegando a generar graves daños con el tiempo». 

¿Y entonces nos detenemos a pensar? Prevalece la mediocridad en la sociedad a pesar de los efectos negativos para la cultura y el progreso económico y social. Nos quedamos sepultados por gobiernos, empresas, e ideologías donde el que menos piensa puede dominar el mundo. 

Me niego a aceptar que en el mundo laboral pueda predominar individuos así. Este tipo de persona no pueden echar raíces. Me asombro por lo que veo diariamente a mi alrededor, pero me abruma más quien lo acepta, lo aplaude y lo defiende. 

Me niego a adaptarme y no me refiero a que todos tengan una educación intelectual para crecer personal y profesionalmente hablando, solo con que tenga la capacidad de discernir entre lo que está bien y mal, que sea útil, que sea virtuoso, ingenioso, creativo para este mundo tan agobiante y retador nos da cierto respiro y alivio de que su existencia no es vegetativa al contrario dejara un rastro positivo en cada labor que desempeñe.

Por. Madeleine Martins Da Silva