

Por una cultura iberoamericana de la sensatez, modernización y moderación Institucional!
En tiempos de algoritmos, e IA. desbocada, polarización y populismos de boutique, no está de más volver al Quijote. No como quien desempolva un clásico para parecer culto, sino como quien busca en las grietas de una historia vieja el mapa para sobrevivir en una era nueva. En Iberoamérica seguimos atrapados entre Quijotes delirantes y Sanchos codiciosos, pero lo urgente ya no es elegir bando, sino superar el binomio. No más ilusiones sin sustancia, ni pragmatismos sin alma.
Frente al vértigo de la innovación tecnológica, el caos emocional de las redes y la fragmentación tribal de nuestras democracias, urge construir una cultura política y social con tres ingredientes que parecen anticuados, pero que nunca han sido tan modernos: sensatez, modernización y moderación.
El drama de nuestros países no está en la falta de talento ni de recursos. Está en la incapacidad crónica de institucionalizar el mérito, de premiar la excelencia, de respetar reglas y no relatos delirantes. Seguimos lanzando lanzas contra enemigos imaginarios —el “imperio”, “los mercados”, “los otros”, en definitiva: MOLINOS DE VIENTO— mientras dejamos que los verdaderos problemas se pudran entre clientelismo, burocracia e inercia. Del realismo mágicos a el materialismo de la liberación!?
Queremos ínsulas sin merecerlas. Gobiernos sin responsabilidad. Riqueza sin esfuerzo. Innovación sin ciencia. Participación sin reglas. Educación sin exigencia. Justicia sin ley. Y en esa fantasía nos convertimos en parodia de nosotros mismos.
Necesitamos una ética de la libertad en realidad . De realismo social-civil iberoamericana que no reniegue de la imaginación ni de los sueños (para eso tenemos a nuestros Quijotes), pero que los pase primero por el tamiz de la realidad, del método científico, de las instituciones y de la libertad bien entendida. Esa libertad que exige responsabilidad, límites y convivencia.
Es hora de prestigiar la sensatez. La virtud de escuchar, de pensar antes de hablar, de razonar antes de prometer. No como una mediocridad gris, sino como la base de una democracia adulta, donde los acuerdos no sean traición, ni la discrepancia delito.
Es hora de hablar sin complejos de modernización. No solo de infraestructuras o tecnologías, sino de mentalidades. De reformas del Estado, del sistema educativo, del aparato judicial, del pacto fiscal. Modernizar es sinónimo de hacer funcionar lo que ya debería estar funcionando. No hay nada más revolucionario que una administración eficiente.
Y, sobre todo, es hora de recuperar la moderación. Esa palabra que muchos han convertido en insulto, pero que es clave para sociedades diversas, fracturadas y cansadas. Moderar no es rendirse; es resistir al simplismo. Es apostar por los matices, por los puentes, por la paz social basada en normas claras y respeto mutuo.
¿Y si imaginamos un Sancho Panza actualizado, ?!SANCHOS VERSIÓN 4.O?!Que ya no codicie ínsulas de cartón piedra, sino que se forme, innove, emprenda, se esfuerce y gobierne con justicia cuando le toque? ¿Y si ese Sancho moderno sabe que la verdadera recompensa no está en las rentas heredadas ni en las dádivas políticas, sino en el fruto de su inteligencia y constancia? ¿Y si ese Sancho tiene miedo —como todos— pero no se deja paralizar por él?
Porque el problema no es tener miedo: es no tener proyecto. No tener brújula. No tener comunidad.
Iberoamérica no necesita mesías, ni apóstoles del caos disfrazados de pueblo. ¡Es la hora de los sensatos a largo plazo! Necesita ciudadanos comprometidos, educados, que apuesten por la ciencia, por la razón y por el respeto institucional. Una cultura cívica que premie al que se esfuerza, no al que grita más fuerte.
En una era de innovación, incertidumbre y fragmentación, la gran revolución no vendrá de los extremos, sino de los equilibrios. Entre Quijotes soñadores y Sanchos glotones, hay espacio para algo más: una ciudadanía iberoamericana que elija vivir en libertad, pero con los pies en la tierra.
No se trata de dejar de soñar. Se trata de aprender a construir. Y eso, queridos lectores, es más difícil que gobernar ínsulas. Pero también mucho más digno.
Fdo.
Javi Pertierra
