

Brasil no está dispuesto a aceptar las condiciones absurdas e injerencistas del presidente francés, Emmanuel Macron, para avanzar en el largamente postergado acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. La administración de Luiz Inácio Lula da Silva ha dejado claro que las demandas de París son simplemente inaceptables y representan un intento descarado de sabotear el tratado en beneficio propio.
Macron, con una postura arrogante y proteccionista, pretende incluir una cláusula de salvaguardia que obligue al Mercosur a adoptar las mismas normativas sanitarias, ambientales y agrícolas que Europa, si estas cambian en el futuro. Detrás de esta supuesta preocupación por los estándares, lo que realmente hay es un intento de cerrar las puertas del mercado europeo a los productos agrícolas brasileños.
Esta maniobra hipócrita no es más que otro capítulo en la estrategia de Francia para proteger su sector agrícola a expensas de los países del Mercosur. Mientras exige estándares imposibles a Brasil y sus socios, la UE no ha impuesto condiciones similares en sus negociaciones con potencias como Estados Unidos, India o Indonesia. ¿Por qué esta doble moral? La respuesta es clara: Macron no quiere competencia para los agricultores franceses, y está dispuesto a utilizar cualquier pretexto para bloquear el acuerdo.
Fuentes brasileñas han señalado que esta propuesta no solo es inviable, sino que constituye un intento descarado de chantaje. «Francia está buscando una compensación y utiliza su veto como moneda de cambio para proteger sus propios intereses», afirman analistas cercanos al gobierno. Brasil no se dejará intimidar por estas tácticas de presión y continuará defendiendo los intereses del Mercosur.
Lula, durante su reciente visita a Francia, intentó apelar a la buena fe de Macron, pidiéndole «abrir su corazón» para avanzar en un acuerdo que lleva 25 años en negociaciones. Sin embargo, la respuesta del líder francés fue tibia y llena de condicionamientos. Aunque algunos diplomáticos ven una pequeña apertura en la postura gala, Brasil no está dispuesto a aceptar términos que comprometan su soberanía y el desarrollo de su sector agrícola.
El Mercosur ya ha rechazado en repetidas ocasiones propuestas similares provenientes de Francia. Las exigencias de París no son más que un intento velado de mantener sus mercados cerrados mientras se presenta como defensor de altos estándares. Esta actitud no solo es hipócrita, sino también perjudicial para el comercio global.
A pesar de los obstáculos impuestos por Macron, Brasil tiene claro que no necesita la aprobación del Palacio del Elíseo para avanzar. Según las reglas del Consejo Europeo, Francia no cuenta con los votos suficientes para bloquear unilateralmente el acuerdo. Esto deja en evidencia que la estrategia francesa es más ruido que sustancia.
El Mercosur debe mantenerse firme y no ceder ante las presiones de un país que busca proteger sus intereses a cualquier costo. La región tiene mucho que ofrecer al mundo y no permitirá que las tácticas proteccionistas de Macron frenen su desarrollo económico y comercial. Es hora de que Europa deje de lado sus excusas y cumpla con los compromisos asumidos. Brasil y el Mercosur no aceptarán menos.
