

Imagen Vicepresidencia de Colombia
En un acto cargado de significado histórico y espiritual, el pueblo Awá del Pacífico nariñense ha dado un paso sin precedentes hacia la recuperación de su territorio ancestral. En el corregimiento de Llorente, en Tumaco (Nariño), se firmó un protocolo que permitirá la realización de operaciones de desminado humanitario en zonas con factores de inestabilidad —territorios marcados por la violencia, donde la vida misma ha estado al borde de la extinción.
La firma de este protocolo no solo representa una medida concreta de protección para una de las comunidades más golpeadas por el conflicto armado colombiano, sino que constituye un hito en la historia del país: por primera vez, se habilita oficialmente el desminado en territorios de alto riesgo bajo criterios que reconocen y respetan la cosmovisión, autonomía y prácticas ancestrales del pueblo indígena.
Impulsado por la Vicepresidencia de la República, bajo el liderazgo de Francia Elena Márquez Mina, el documento fue el resultado de un proceso interinstitucional liderado por el Grupo de Seguimiento al Auto 620 de 2017 y el Grupo de Acción Integral Contra Minas Antipersonal (AICMA) de la Consejería Comisionada para la Paz. A este esfuerzo se sumaron las organizaciones de desminado humanitario Campaña Colombiana Contra Minas (CCCM) y el Consejo Danés para Refugiados (DRC), además de la Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA).
“Hoy estamos sembrando vida donde antes reinaba el miedo”, afirmó Claudia Cardozo, asesora del grupo AICMA, aludiendo al carácter simbólico y transformador de la iniciativa. “Con el permiso de la Madre Tierra y el consejo de los mayores, se inicia un proceso que va más allá de retirar artefactos explosivos: es una forma de reconciliarnos con el territorio y con la historia”.
El protocolo comenzará a implementarse en ocho resguardos priorizados del pueblo Awá: Sangulpi Palmar, Piedra Sellada Quebrada Tronquería, Gran Rosario, Gran Sábalo, Cuayquer de Alto Albí, Hojal la Turbia, Santa Rosita y Kejuambi Feliciana. En todos ellos, las comunidades participarán activamente, tanto en las labores operativas como en los procesos de monitoreo y toma de decisiones.
“El desminado empieza desde adentro, desde el corazón del territorio y del pueblo que lo habita”, expresó Óscar Espitia, coordinador del Grupo de Seguimiento al Auto 620. “Esto no sería posible sin la determinación del pueblo Awá. Aquí se ha dado un ejercicio de gobierno a gobierno, con respeto mutuo y diálogo permanente”.
El protocolo contempla elementos innovadores en el contexto colombiano. La educación en riesgo de minas será impartida en lengua Awapit, con materiales pedagógicos diseñados con enfoque diferencial y de género. Las tareas de desminado incorporarán rituales de armonización y medicina ancestral, esenciales para preservar el equilibrio espiritual del territorio. Además, se dará prioridad a la contratación de servicios locales, promoviendo el desarrollo económico en los resguardos.
El principio de consentimiento libre, previo e informado rige cada etapa del proceso, reforzando los valores de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia que sustentan la acción humanitaria.
Para Andrés Goyeneche, coordinador del Grupo AICMA, este protocolo no es solo una hoja de ruta técnica, sino un acto de justicia. “Los territorios más afectados por el conflicto merecen ser los primeros en recibir soluciones. Esto marca el inicio de una política de desminado que entiende las complejidades sociales y culturales del país”.
El seguimiento a la implementación será riguroso. La Vicepresidencia y la Consejería Comisionada para la Paz velarán por el cumplimiento de los compromisos adquiridos, en el marco del Auto 620 de la Corte Constitucional, que ordena acciones urgentes para proteger a los pueblos étnicos del Pacífico.
Lo que se vive hoy en Nariño es mucho más que un procedimiento técnico. Es la encarnación de una paz que empieza en la tierra y florece en la dignidad de los pueblos. En una Colombia que aún busca cerrar sus heridas, el desminado en territorio Awá no es solo una acción humanitaria: es un acto de esperanza.
carloscastaneda@prensamercosur.org
